Degas sentía fascinación por el ballet, al que dedicó más de la mitad de sus obras (pinturas y esculturas). Aunque pintó bailarinas en el escenario, Degas prefería con mucho los ensayos y los descansos. Este interés se explica en parte por las similitudes existentes entre el ballet clásico y el estilo y método de Degas. El ballet clásico es un arte de gran precisión y equilibrio, y la perfección sólo se alcanza practicando y repitiendo constantemente. El arte de Degas es también de una precisión extrema; aunque expuso con los impresionistas, su sentido de la inmediatez es más fruto del tema y la composición que de la pincelada espontánea típica de los impresionistas "puros".
    Degas era el mejor dibujante de su generación, y su interés y destreza en el dibujo se ha comparado frecuentemente con el de su insigne compatriota Watteau. Resulta asombrosa la exactitud con que el artista ha plasmado a la muchacha que se rasca la espalda sentada sobre el piano y la seguridad y precisión de la línea que forma y define su movimiento, virtudes igualmente presentes en el resto de la tela.
    Al fondo del salón se encuentra un grupo de bailarinas que charlan en compañía de sus madres. En el París de la época, el ballet no era una actividad respetable y muchas bailarinas caían en la prostitución. No queda claro si las madres están aquí para proteger la virtud de sus hijas o para cerciorarse de que reciben las mejores ofertas.
    El grupo de jóvenes del fondo adopta posturas relajadas, sin prestar apenas atención al maestro. Un encanto especial tiene la muchacha que, sentada en la plataforma y en postura poco favorecedora, cruza los brazos y pone los pies de punta. Sobre ella, la chica que está de pie con los brazos en jarras repite la pose de la bailarina del primer término, creando una sutil diagonal que sigue la línea del entablado.
    En el centro del cuadro se halla Jules Perrot, un famoso profesor de danza que, junto con su compañera María Taglioni, había sido la estrella del ballet parisiense. Parece estar hablando con la bailarina enmarcada por la puerta o haciendo comentarios sobre ella. Él es el eje de la actividad que se desarrolla en la sala, aun cuando no logre captar la atención de todos los presentes.
    Los rayos X demuestran que Degas efectuó muchos cambios en esta tela. Por ejemplo, en el primer término había originariamente dos bailarinas que miraban al espectador; una de ellas todavía se ve entre las dos bailarinas de ahora, pintadas encima; además, el profesor miraba a la pared del fondo.
    El mármol de la estancia dibuja marcadas líneas verticales que llevan la vista hasta el fondo de la sala, donde una muchacha, de pie sobre una plataforma, se ajusta la gargantilla. La influencia de los grabados japoneses se aprecia en la inclinación del suelo y en el desequilibrio y asimetría de la composición. El contraste entre el espacio vacío de la derecha, en la parte baja del lienzo, y el apiñamiento de las figuras fue un recurso muy utilizado por Degas. También es típica la composición en diagonal, muy acusada aquí por las nítidas líneas de los tablones del piso, que arrastra la mirada hacia el fondo.
    El rapidísimo retroceso de la perspectiva, en la que las dos bailarinas parecen ser arrastradas hacia delante y el grupo del fondo empujado hacia atrás, es un efecto que crean ciertos objetivos fotográficos y no un rasgo de la percepción humana. La forma en que las figuras están cortadas en los bordes del cuadro es también típica de la fotografía, técnica de la que Degas se valió a menudo para crear una sensación de naturalidad que enmascara la meticulosidad de sus composiciones.
    Aunque se tenga la sensación de estar con Degas en el ángulo de la estancia, las bailarinas más próximas dan la espalda al espectador y nadie mira ni advierte su presencia. Esta sensación de estar presente y al tiempo ser ignorado añade tensión y un punto de inquietud a la obra de Degas. El terrier que olisquea la pierna de la bailarina es un detalle lleno de gracia. Al igual que la regadera (que servía para humedecer los pisos cuando se llenaban de polvo) es un elemento importante en esta composición tan precisa y un buen ejemplo de la "calculada espontaneidad" de Degas.
    En su paleta dominan los colores terrosos, esquema cromático que enriqueció con toques de vivos colores, visibles sobre todo en los lazos de las bailarinas.