Las tensiones sociales provocadas por la revolución de 1848 hicieron que el arte se situara en una relación nueva frente a las instituciones artísticas oficiales, frente al público y, por extensión, frente al conjunto de la sociedad. Courbet pensaba que, una vez que el arte había conseguido un peso político en Francia a mediados del siglo XIX, podía influir políticamente en la sociedad de manera activa con su trabajo, aunque fuera en pequeña escala. Este tipo de actitud se conoce con el nombre de "vanguardia". Al tomar como tema un acontecimiento de carácter religioso, El entierro en Ornans alude al papel de la Iglesia como autoridad social, pero refleja también las tensiones internas de esta sociedad y sus ambigüedades.
Al plantear una relación entre título e imagen estaba planteando otra provocadora ambigüedad. Ornans era un lugar pequeño, casi desconocido para los parisinos. Muy pocos de los cuarenta y cinco asistentes al entierro están prestando atención al ataúd, a la tumba o al cura que está oficiando el entierro. Incluso el grupo de porteadores del féretro parecen que tienen sus pensamientos en otro lugar; salvo en las caras llorosas de las hermanas de Courbet (a la derecha) podemos encontrar muy pocos signos de emoción. Y el único personaje que parece mirar hacia la tumba muestra un tipo de dolor muy convencional. El símbolo religioso más importante, el crucifijo, aparece separado visualmente del grupo en escena, vinculado al cielo vacío y no con los campesinos que aparecen agrupados un poco más abajo. Lo que aglutina a estas personas es su pertenencia a un grupo social y no la devoción religiosa. La pintura nos muestra un acontecimiento social, carente de un sentido más profundo, dentro del que cada uno ocupa su lugar, un lugar perfectamente establecido y que cada uno sabe muy bien cuál es. Por lo tanto, una pintura cuyo título parece prometer una tranquila meditación sobre la muerte, lo que está ofreciendo en realidad es una imagen de la sociedad rural.
T.J. Clark, historiador inglés de arte, al hablar de este cuadro, dice: "Nos muestra, esquematizados, los elementos que constituyen un ritual concreto, pero no su desarrollo. Ha pintado una oración sin nadie que rece; el acontecimiento de una experiencia religiosa, pero en vez de los gestos, secretos o evidentes, encontramos unas expresiones fijas y congeladas. (Esta apreciación se aplica a las caras individuales pero también al conjunto de la escena.) No es exactamente una imagen de falta de atención; lo grotesco no son exactamente, salvo en las caras de algunas mujeres, las huellas de dolor o ensimismamiento propias de un entierro: las caras enrojecidas de los curas que encabezan el cortejo y los gestos chirriantes de los dos viejos colocados delante de la tumba. "
La pintura "trata de religión" pero no es religiosa; se preocupa por la solemnidad pero también es satírica. Encierra una cierta indefinición, los rostros de sus personajes no manifiestan ningún tipo de intereses o emociones concretas. Estas ambigüedades y vaguedades no están "ahí en la pintura" ni constituyen su tema, sino que son, más bien, algo propio de la forma en que Courbet representa el tema, los recursos que utiliza para pintarlo y para conferirle una categoría. A Courbet no se le reprochó que pintara una escena banal en un lienzo de tales dimensiones, que, normalmente, se encontraban reservadas para la pintura de historia. Pero al decidirse por un formato semejante y darle tratamiento de pintura de historia a un asunto que para el público parisino se encontraba fuera, o más allá, de la historia, Courbet planteaba la primera ambigüedad, una "pintura de historia" dedicada a un fin "ahistórico".
A nivel compositivo, la obra aparece estructurada en base a ciertas pautas de uso social imperantes en la época en las ceremonias religiosas. El artista realiza una división, dentro del conjunto de personajes, en tres partes: los representantes de la Iglesia (a la izquierda de la obra), los hombres (en el centro) y las mujeres (a la derecha). El friso que forman los personajes, sigue la misma ondulación rítmica que las montañas, que sirven de fondo. La horizontalidad de estas y de las nubes se contrapone con la verticalidad de los personajes. La composición se adapta al formato horizontal del cuadro que remarca lo terrenal y elimina cualquier referencia a lo trascendente, sólo el crucifijo sobresale sobre el grupo de personas representado. ¡Qué diferencia comparado con el Entierro del conde de Orgaz de el Greco! Son dos mundo distintos.
Los 27 personajes, todos habitantes de Ornans, posaron en el taller del pintor. A partir de datos de los archivos municipales y de actas notariales, los historiadores han podido dar nombre a la mayoría de los personajes. Los cuatro portadores están vestidos con guantes blancos, ropa de color negro y grandes sombreros con los bordes redondeados. Cargan con el féretro que está tapado por una sábana blanca (5) y giran la cara hacia el lado contrario (era costumbre exponer el cuerpo durante algunos días antes del funeral y el olor, fue representada así por el artista). 1.- Un músico (que también se encuentra en la obra Después de la cena en Ornans). 2.- Era posiblemente un zapatero artesano. 3.- Un agricultor propietario,. 4.- Un propietario. Los personajes 1 y 4 eran amigos de Coubert.
Los cinco sacristanes se encuentran detrás del sacerdote, a la izquierda del ataúd y van vestidos de blanco. 7.- Uno de ellos es el que lleva la cruz y es un viticultor. Los otros dos (6) y (7) son, respectivamente, un músico y un zapatero artesano. El grupo de los sacristanes está conectado al cielo a través de la cruz, que supera la multitud y los acantilados del fondo.
De los dos monaguillos, el primero (9) mira hacia un personaje portador, que le toca el gorro; y el segundo (10), en el primer plano, es el que sostiene el acetre con el agua bendita
El sacerdote (11) va vestido con la capa pluvial de negro, color litúrgico entonces para el funeral, y lee en el libro que tiene en sus manos las oraciones por el difunto. Se encuentra delante de los revolucionarios (23 y 23) del otro lado de la fosa. Los laicos: son los empleados de la iglesia secular, que garantizan el buen desarrollo de las ceremonias religiosas. El de la izquierda (12) es un enólogo, mientras que el situado en la derecha (13) es un humilde zapatero. El color rojo de sus vestidos y los sombreros dan la sensación de venir directamente de un cuadro de la Edad Media, sin embargo, se encontró en la sacristía de la iglesia de Ornans uno de estos sombreros.
El sepulturero, (14) Anthony Joseph Cassard, hijo de un zapatero y que era un campesino, apoya su chaqueta y gorro de lana al borde del hoyo que ha terminado de cavaro como se aprecia por el color de la tierra. Está esperando la llegada del féretro y tiene una rodilla hincada en el suelo. Sus ojos se encuentran en la mitad de la altura de la pintura y está con la cabeza girada hacia el grupo de oficiantes, nos traslada al mundo espiritual de la ceremonia; el resto de su cuerpo nos lleva hacia la parte inferior del mundo y la realidad: el entierro del cadáver.
Otro grupo de hombres. en primer plano son los dirigentes burgueses: (15) un juez; (16) el alcalde Ornans, Prosper Teste; (19) la mujer de la parte central de la pintura se cree que es la viuda del muerto;  (20) un abogado amigo de Courbet; (21) un comerciante rico. Al fondo se encuentran dos amigos de la infancia del pintor, (17) un jubilado soltero y (18) un burgués.
Los revolucionarios: llevan un vestido usado por los revolucionarios entre 1792 y 1793 (durante la Primera República Francesa). La fecha de la pintura es del 1849 y Courbet fue testimonio de la llegada de la Segunda República Francesa del 1848. El primero (22) tiene unas medias blancas y el segundo en el primer plano (23) las medias verdes-azules. La mano extendida hacia la tumba parece oficiar al mismo tiempo que el sacerdote que se encuentra delante de él. Representa con esto la incongruencia entre la República y la Iglesia. Es también, asimismo, el compromiso político de Courbet que fue un partidario de la Comuna de París en 1871.
Un grupo de mujeres encabeza el séquito; son las representantes de las mujeres de la familia de Courbet: su madre (24) y tres de sus hermanas (25), (26) y (27). La niña (28), en el extremo derecho de la pintura, es una sobrina del artista. La calavera (29) hace alusión al cementerio, lugar de muertos.
El cuadro no fue aceptado durante la Exposición Internacional de París de 1855. Courbet y otros compañeros, reaccionaron organizando una exposición paralela llamada el Pabellón del Realismo, que tuvo más resonancia que las obras "oficialistas".

Los personajes

Los cuatro portadores están vestidos con guantes blancos, ropa de color negro y grandes sombreros con los bordes redondeados. Cargan con el féretro que está tapado por una sábana blanca y giran la cara hacia el lado contrario (era costumbre exponer el cuerpo durante algunos días antes del funeral y el olor, fue representada así por el artista). En lo que se refiere al uso de la luz recuerda lo que hacía Zurbarán, mandar un foco de luz individual a cada cara para destacarla. En cuanto a la iluminación del paisaje evoca los esquemas de la escuela de Barbizon, llevando el foco lumínico al último término.
El sacerdote va vestido con la capa pluvial de negro, color litúrgico entonces para el funeral, y lee en el libro que tiene en sus manos las oraciones por el difunto. Los laicos son los empleados de la iglesia secular, que garantizan el buen desarrollo de las ceremonias religiosas. El de la izquierda es un enólogo, mientras que el situado en la derecha es un humilde zapatero. El color rojo de sus vestidos y los sombreros dan la sensación de venir directamente de un cuadro de la Edad Media, sin embargo, se encontró en la sacristía de la iglesia de Ornans uno de estos sombreros.
Otro grupo de hombres. en primer plano son los dirigentes burgueses: a la izquierda, con sombrero, un juez, u a su lado, el alcalde Ornans, Prosper Teste. La mujer con el paño en la cara se cree que es la viuda del muerto. A continuación, un abogado amigo de Courbet y a su lado, con aspecto orondo, un comerciante rico . Sobre la mujer que llora, al fondo, se encuentran dos amigos de la infancia del pintor,  un jubilado soltero y un burgués. A la derecha, dos revolucionarios.
Un grupo de mujeres encabeza el séquito; son las representantes de las mujeres de la familia de Courbet. De izquierda a derecha, su madre y tres de sus hermanas, Juliette llorando, Zoé ocultando el rostro en un pañuelo y Zélie pensativa. La niña, en el extremo derecho de la pintura, es una sobrina del artista.
Otro grupo de mujeres dan muestras de dolor ante el acontecimiento.
El sepulturero, Anthony Joseph Cassard, hijo de un zapatero y que era un campesino, apoya su chaqueta y gorro de lana al borde del hoyo que ha terminado de cavaro como se aprecia por el color de la tierra. Está esperando la llegada del féretro y tiene una rodilla hincada en el suelo. Sus ojos se encuentran en la mitad de la altura de la pintura y está con la cabeza girada hacia el grupo de oficiantes, nos traslada al mundo espiritual de la ceremonia; el resto de su cuerpo nos lleva hacia la parte inferior del mundo y la realidad: el entierro del cadáver. La calavera hace alusión al cementerio, lugar de muertos.
La escena se localiza en un paisaje real: se trata del nuevo cementerio de Ornans, frente a los acantilados de la Roche du Castillo y de la Roca del Monte. El camposanto acababa de ser inaugurado en el momento en el que Courbet comenzó su obra y parece ser que tomó en este lugar apuntes del natural. Sin embargo y como ya se ha apuntado con anterioridad en su conjunto la obra es un cuadro de taller.
Cuando el jurado de la Exposición Universal de París de 1855 aceptó once obras de Courbet, pero rechazó ésta, en un acto de autopromoción, Courbet, con la ayuda de Jacques-Louis-Alfred Bruyas, abrió su propia exposición cerca de la oficial: El Pabellón del Realismo. Fue un antecesor de los varios Salón de los Rechazados.