La falta de intervención en la realidad por parte del pintor (que representa la escena sin corregirla, componerla o juzgarla) provocaba el rechazo de una obra realista. Una de las más escandalosas fue “Los picapedreros”, considerada después como "revolucionaria" por la historiografía marxista al considerarla uno de los ejemplos más prematuros y significativos de la ascendencia del proletariado al mundo elitista del arte. Pero es más importante el cómo la pinta que lo que pinta.
El propio pintor explica su gestación en una carta dirigida a su amigo Wey: ”…Me dirigía al castillo de Saint-Denis para pintar un paisaje, me paré cerca de Maisières para observar a dos hombres que partían piedras en la carretera. Es difícil imaginar una indigencia más completa y más manifiesta…, así es como me vino la idea al espíritu de hacer de ello un cuadro… Por una parte hay un viejo de setenta años, encorvado por el trabajo, con el pico levantado, la piel quemada por el sol, la cabeza protegida por un sombrero de paja; sus pantalones de tela burda, estaban todos remendados y en los zuecos rotos se veían los calcetines que debieron ser azules, rotos por los talones. A su lado un joven con los cabellos llenos de polvo, la piel grisácea, la camisa sucia y desgarrada, deja al descubierto los costados y los brazos; un tirante de cuero le sujeta lo que le queda de unos pantalones y los zapatos llenos de barro se entreabren por todas partes…”
Los obreros fueron llevado a su taller y allí posaron para él. En la tela el artista representa a dos trabajadores camineros, uno viejo y el otro joven, dos hombres anónimos a los que no se les ve el rostro, por lo tanto no expresan nada, ni una idea o emoción. A través de sus cuerpos se aprecian características físicas como fuerza, pesadez, un estado de seriedad o algo de pesadumbre. Su postura sugiere monotonía e indiferencia, producto del trabajo monótono que realizan. La naturaleza pintada hacia el horizonte no es luminosa ni atractiva, para no distraer al espectador de las figuras centrales. Vemos lo que hay y cómo se muestra sin mediaciones. Para ello, Courbet, como un fotógrafo, selecciona el lugar, el instante y el asunto a representar, pero no lo encaja en el artificio de "un tema" ordenando previamente el material.
La composición no está académicamente estudiada para distribuir de un modo equilibrado las cosas allí representadas; tan solo congela un momento de la actividad laboral. Visten ropas raídas y se aprecian los remiendos de los pantalones o las roturas de la camisa o del chaleco. Las piedras, las herramientas de trabajo, la cacerola del fondo a la derecha, adquieren un papel protagonista tan importante como los mismos personajes. El cuadro se conservaba en el Museo de Pintura de Dresde (Alemania) y fue destruido durante los bombardeos aliados en la Segunda Guerra.