La historia
El 26 de julio de 1830, Carlos X, rey de Francia, apoyado en los conservadores y, ante la presión de los liberales, decidió, entre otras medidas, suprimir el régimen de libertad de prensa existente y disolver la Cámara, de mayoría liberal, elegida en la primavera de ese año. Los comerciantes y los industriales de París decidieron cerrar sus tiendas y sus talleres en señal de protesta, lanzando de esta manera a la calle a los obreros, que quedaron así a disposición de los agitadores. Los políticos y los periodistas liberales, dirigidos por Adolphe Thiers y François Guizot, prepararon una carta de protesta contra las Ordenanzas. El día 27, la agitación aumentó y los estudiantes se sumaron también a la revuelta. El rey envió a la Guardia Real para disolver a los perturbadores del orden, cosa que consiguió a costa de algunos muertos y heridos. Pero la calma fue sólo momentánea. Al día siguiente la insurrección cobró más fuerza. Una masa de gente, obreros, guardias nacionales, estudiantes y antiguos militares, ocuparon las calles de la capital y obligaron a rendirse a los cuerpos de guardia que se encontraron aislados. Los revolucionarios levantaron el pavimento, construyeron barricadas y enarbolaron la bandera tricolor, lanzando gritos de ¡Abajo los Borbones!, ¡Viva la República! El 29 de julio, 6.000 barricadas aparecieron levantadas en las calles de París. A mediodía, la capital estaba en manos de los revolucionarios. Las jornadas del 27 al 29 de julio -Las Tres Gloriosas- se cobraron 200 muertos y 800 heridos entre las tropas reales y 1.800 muertos y 4.500 heridos entre los insurrectos.  Ante el peligro de que la revolución cayera en manos de los republicanos, los diputados liberales se decidieron a tomar las riendas del movimiento. Carlos X abdicó. Se proclamó rey a Luis Felipe de Orleans, "Rey de los franceses por la Gracia de Dios y el deseo de la nación". Más que el cambio de dinastía en el trono francés, las jornadas de julio de 1830 representaron el triunfo de la burguesía en Francia. Los hechos de esas jornadas fueron reflejados por Delacroix en La “Libertad guiando al Pueblo”. La obra fue presentada en el Salón de 1831 y causó un escándalo, por la temática violenta y por su composición libre y colorista. La nueva monarquía de Luis Felipe compró el cuadro por considerarlo demasiado agresivo para ser mostrado al pueblo, pero lo relegó al Musée Royal para que no fuera visto por el público. De allí volvió a salir durante la revolución de 1848.
La composición
El cuadro está influido por La balsa de la Medusa (1818-1819) de Gericault, aunque también tiene diferencias. Desde el punto de vista formal, la obra muestra ciertos elementos que denotan la presencia de lo clásico, lo que muestra la formación académica del artista. La composición tiene una notoria triangulación, con una base estable formada por los muertos que se apilan en el suelo, y un vértice marcado por la figura de la Libertad. Al igual que el la balsa (vigas sueltas), el plano de base es inestable (la barricada formada de muertos). Desde esta inestabilidad nace y se desarrolla "in crescendo" el movimiento de la composición. Al igual que en la balsa, las figuras forman una masa que sube, para culminar en una figura que agita algo -trapo en Géricault- y aquí una bandera. Al igual que en la balsa, en primer término están los muertos caídos hacia atrás; coinciden, incluso, en algunos detalles cruelmente realistas: el pubis al descubierto de un cadáver, un calcetín caído de otro... Es también idéntica la manera de sostener y subrayar el gesto culminante, acompañándole, a derecha y a izquierda, con el brazo levantado de dos figuras.
Como en la revuelta no existió un único cabecilla, Delacroix representa a la Libertad como la guía que conduce al pueblo. Esta figura alegórica, que empuña un fusil de la época -rasgo realista- y que va con el pecho al descubierto, escandalizó a críticos y a parte de la sociedad de la época. En el mundo clásico con la imagen de una mujer se representaba a las virtudes: la libertad, la justicia, prudencia, etc. Lleva dos símbolos revolucionarios: el gorro frigio y la bandera tricolor, que el nuevo régimen -a pesar de ser monárquico- adoptó nuevamente. La imagen de la Libertad recuerda en su forma a la Venus de Milo, e incluso a la Victoria de Samotracia, la que presenta también un marcado contraposto, aspectos que muestran la influencia clásica en la obra
La pintura no está basada en hechos reales. La Libertad (Marianne) es solo una figura alegórica: sería bastante improbable que una mujer semidesnuda y con los pies descalzos lidere un levantamiento armado. Las primeras representaciones de una mujer con gorro frigio, alegoría de la Libertad y de la República, aparecen con la Revolución francesa. Símbolo de libertad, el gorro frigio fue llevado por los esclavos liberados en Grecia y en Roma. Un gorro de este tipo lo llevaban también a los marineros y los forzados de las galeras del Mediterráneo y habría sido repetido por los revolucionarios del sur.
A la izquierda de la Libertad, un niño portando un arma en cada mano, representa al futuro de la sociedad francesa. Es el símbolo de la juventud rebelde.
Al fondo aparece la ciudad de París, entre las brumas y humos de la batalla. La vorágine de la batalla se manifiesta en la polvareda que difumina los contornos e impide contemplar con claridad el grupo de figuras que se sitúa tras la Libertad. Sobre la torre de Notre Dame aparece la bandera tricolor, símbolo de la Francia que hace la revolución. Quizás se quiso significar el sometimiento de la Iglesia, que había sido uno de los apoyos de la restauración borbónica.
El hombre con sobrero de copa que empuña un fusil representa a la burguesía. A su lado un joven con ropa andrajosa identifica a la clase obrera. El hombre de pañuelo, que curiosamente tiene en su ropa los colores de la bandera, se incorpora tras el paso de la libertad y representa el esfuerzo después de la caída.
El personaje con sombrero es el propio Delacroix aunque no participó en los hechos. En unas líneas dirigidas a su hermano el mes de octubre de aquel mismo año, Delacroix escribía: "He empezado un tema moderno, una barricada[...] y si no he luchado por la patria por lo menos pintaré para ella". El pintor, critico con la pequeña burguesía por su estrechez de miras, procedía de una familia de la alta burguesía y frecuentaba los salones y los ambientes de las altas esferas burguesas. Si fue o se sintió revolucionario en 1830, adoptó una postura contrarrevolucionaria en 1848.
Los muertos
La luz es expresiva, dramática y compleja, dejando zonas muy oscuras y dándole cierta luminosidad a diversos objetos del lienzo. Es una luz violenta que presta a la escena su atmósfera densa, ya que la luz se convierte en una obsesión para el pintor. Pero podemos decir que la luz del cuadro es irreal, porque ilumina aquellas partes que interesan al autor. Así, vemos que ilumina la Libertad con la bandera tricolor, una parte del cuerpo del niño que hay a su lado, al moribundo de la chaqueta azul, al muerto del margen inferior izquierdo y las manos y media del hombre del sombrero de copa; el resto en penumbras. En este caso la luz y el color tienen un objetivo en común: potenciar el movimiento.
Entre los muertos del primer plano (abajo, a la derecha del espectador) aparecen también soldados de la Guardia Real, leales a Carlos X. Su anatomía es perfecta.
 Y aunque el cuadro tiene bastantes elementos realistas, está tan elaborado que no es más romántico que otra cosa. La pintura no está basada en hechos reales. La Libertad es solo una figura alegórica: sería bastante improbable que una mujer semidesnuda y con los pies descalzos liderase un levantamiento armado.
La pincelada es suelta y trata de dar mayor importancia a los colores cálidos. Los colores, empastados y fuertes, hacen que la mancha de color predomine sobre el dibujo. En vez del color uniforme y plano prefiere la vibración de tonos diversos combinados con pincelada suelta; las fachadas y los tejados de las casas de la derecha que se yerguen cerca de Notre Dame, se resumen en una serie de pequeños toques, y el grupo de soldados no es otra cosa que un conjunto de manchas oscuras, cuya fuerza sugeridora de las formas recuerda a Goya.