La obra emblemática
de Turner fue presentada en 1844 a la Royal Academy de Londres,
consiguiendo una excelente impresión entre el público londinense. Una
descripción del cuadro apareció en la prensa de la capital y un crítico
invitó a visitar la obra antes de que el tren se saliera del lienzo. El
cuadro fue pronto grabado para convertirse en una de las primeras escenas
de Turner conocidas en Francia donde tuvo una gran influencia,
especialmente entre los impresionistas como Monet, también interesado en
representar escenas con locomotoras. La verdadera protagonista de la
composición es la luz que se filtra a través del agua de la lluvia. La
luz, el vapor y la velocidad forman un cóctel perfecto para que el maestro
londinense nos muestre sus queridos efectos atmosféricos con los que
consigue desdibujar todos los contornos, incluso el de la propia
locomotora. Curiosamente, Turner ha empleado la locomotora como elemento
de representación del vapor y de la modernidad, ya que la velocidad
estaría caracterizada por una pequeña liebre que corre en la zona
izquierda de la composición. Los tonos claros son los habituales en la
última etapa de Turner, empleando también algunos marrones para reforzar
el contraste. Las pinceladas son rápidas y empastadas, adelantándose al
impresionismo. Sin duda, nos encontramos ante una obra singular que
anticipa ya la era contemporánea en la que el tren será algo más que un
símbolo. Ruskin remonta el origen de esta composición a un viaje en tren
en un día de tormenta, en el que el artista asomó la cabeza por la
ventanilla. El puente por el que pasa el tren no es otro que el viaducto de Maidenhead, que cruza
el Támesis entre Traplow y Maidenhead, en la línea Great Western Railway recién
inaugurada a Bristol y Exeter. Este viaducto se inició en 1837 y se
finalizó dos años después, siendo el diseño de Brunel. Su construcción fue
motivo de encendida construcción y los técnicos del Great Wetern Railway
diagnosticaron que se caería. La vista está tomada hacia Londres y el
puente que se contempla a la izquierda es el de la calle Taylor.
El crítico Théophile Gautier describía esta
obra con tono inquietante, por lo inusitado del tema y por su audaz
tratamiento: "Recordamos un boceto de Turner que vimos en Londres y
que representaba un tren avanzando a todo vapor por un viaducto, en
medio de una espantosa tempestad Era un auténtico cataclismo. Relámpagos
palpitantes, torbellinos de lluvia vaporizada por el viento: parecía el
decorado del fin del mundo. A través de todo esto, se retorcía como la
bestia del Apocalipsis, la locomotora, abriendo sus ojos de vidrio rojo
en medio de las tinieblas y arrastrando tras ella, como una cola
inmensa, sus vértebras de vagones". |