"En el 1929, con motivo de la
exposición internacional de Barcelona, recibe el encargo de construir el
pabellón de Alemania. Es la obra culminante de todo su período europeo.
Una piedra miliar en la historia de la arquitectura moderna, que
desapareció al clausurarse la exposición y que hoy ha vuelto a
reconstruirse felizmente. Algunos críticos han visto en el techo flotante
y la planta abierta un reflejo de Wright; en la disposición
rítmico-dinámica de los muros, la influencia de De Stijl, Mondrian y Van
Doesburg; en la elevación de la estructura sobre un podio, un toque de
Schinkel. Pero lo importante es que todos estos elementos se funden en la
imaginación de Mies para producir una obra de arte original." (Chueca
Goitia).
"No tiene sentido buscar una relación entre el edificio y
la naturaleza o la ciudad; si la forma artística es absoluta, no es
relativa a nada. Ni siquiera puede haber relación entre el edificio y el
espacio. El edificio es el espacio y el espacio (y por tanto, la luz) el
auténtico material de construcción con el que el arquitecto se expresa. El
ideal supremo es hacer un edificio que se sustraiga a todas las leyes
naturales, que no pese, que se levante sin tensiones aparentes, que no
obstaculice la luz y que, por tanto, no proyecte sombras. (...) al igual
que Klee, Mies opera con infinita delicadeza estudiando con extremo
cuidado las maneras de dar a la imagen espacial una substancia visible que
no tenga el peso físico de la materia. Y, así como Klee dibuja con
increíble finura los contornos y las delicadas articulaciones de sus
imágenes, Mies está atentísimo a la forma, al perfil, a las posibles
tensiones y a las juntas y nervaduras de sus elementos metálicos de sostén."
(G.C. Argan)
Junto con el edificio de la Bauhaus y la villa Savoye, el
pabellón de Mies es la tercera de las obras paradigmáticas del código
racionalista. Estaba compuesto por las siguientes partes: "un basamento
de travertino, de ocho escalones de altura, que contenía en una esquina un
estanque de agua rectangular, que tenía entre otras la función de reflejar
las restantes partes del edificio y de dar un Espesor" al propio
basamento, dando la impresión de estar "excavado"; un muro exento con un
banco corrido adosado, que sostenía virtualmente y relacionaba los planos
del techo de las zonas cubiertas del Pabellón, configurando también un
seto de separación entre sus espacios exteriores e interiores; ocho
soportes metálicos cromados de sección cruciforme, que soportaban el
forjado de hormigón que cubría la zona de exposiciones propiamente dicha,
y cuyo ambiente interior se articulaba por medio de otras particiones de
fábrica o con paneles de acero y cristal; otro segundo estanque, más
pequeño, del que surgía una escultura figurativa de Georg Kolbe, colocada
en el lado más corto de la construcción y contenida en una especie de
patio rodeado en tres de los lados por muros revestidos de ónice, dando
lugar en el exterior no ya a un juego de láminas, sino a un volumen
cerrado; en el lado opuesto, otro volumen parecido rodeaba parcialmente el
estanque grande, delimitaba el otro de los lados cortos del edificio y
encerraba, siempre dentro de un trazado ortogonal, dos espacios para
oficinas y unos servicios; y, finalmente, un forjado que sobrevolaba esta
segunda zona cubierta y que apoyaba en el muro ya descrito y en otro
paralelo a la piscina. De la propia enumeración de los elementos que
componían la construcción puede deducirse cuánto debía al código
neoplástico la obra que analizamos."(De Fusco)
Esta obra sintetiza muchos de los aspectos lingüísticos del
Movimiento Moderno: la vanguardia y la tradición, el gusto figurativo y el
abstracto, la espacialidad más inédita y el sentido del clasicismo. Lo que
la convierte en una obra muy importante del siglo XX es el hecho de llevar
a la práctica una síntesis entre el exterior y el interior, entre la
geometría y la naturaleza orgánica de los materiales, entre neoplasticismo
y clasicismo.
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