Lo pequeño no fue para Giacometti una especie de juego o una forma de expresar en miniatura su creación. Era una forma natural de percepción con la que quiso representar la realidad en su forma más adecuada. Era la forma mejor para presentar la sensación que se produce en el espectador al jugar entre una distancia determinada y medible y una relación espacial que siempre será subjetiva, pues pertenece a la manera personal de mirar. Lo monumental no depende de la escala sino de la propia energía formal. El mismo Giacometti señalaba que hacía sus figuras pequeñas “porque lo importante es el espacio”. El espacio que rodea las figuras, como si fuera es espacio sagrado de los templos griegos, es lo que Giacometti busca. En una gran plaza pública, la del Obradoiro por ejemplo, cuando ese espacio está solitario está solitario, las personas que por allí cruzan son como esculturas de Giacometti. El ser humano en su soledad frente al espacio enmarcado, edificado, no deja de ser, para una mirada pesimista, una melancólica sombra. 
En 1946 regresa a París, donde se reencuentra con su hermano Diego y donde vivirá el resto de su vida. Tras la Segunda Guerra Mundial, advierte que podía retener ese particular sentido de la realidad realizando altas figuras extremadamente delgadas y sin detalle. Así llega a su estilo maduro, a esas altas figuras con superficies irregulares y rugosas. Consustanciadas con el drama existencialista y la energía, sus figuras femeninas típicas son rígidas, frontales e inmóviles mientras las figuras masculinas actúan de alguna manera, principalmente a través del caminar pero también gesticulando. Todas las figuras de Giacometti se caracterizan por un sentido dicotómico de levedad que parece contradecir sus tenues y delgados miembros, lo que se expresa en sus grandes y pesados pies que están enraizados en una base que apenas se sobreeleva del piso. Comienza el desarrollo de su estilo maduro: tras muchos años con pocas exhibiciones y poco reconocimiento económico, obtiene mayor suceso que en período surrealista. En el período de postguerra produce grupos de figuras de menor tamaño, a veces dispuestas en entornos planos. El público de entonces ve un poderoso contenido existencialista en estos trabajos de postguerra.
Esta escultura es una de las más representativas del artista suizo. Con 198 centímetros de altura, representa el punto culminante de su experimentación con la figura humana y pertenece a su etapa de madurez. Debía ser parte de un proyecto público que se le encargó para la plaza Chase Manhattan de Nueva York, pero al darse cuenta de que tardaría muchos años en llevar a cabo el proyecto, Giacometti terminó abandonándolo.  . Para Sartre y otros contemporáneos, sus obras expresan la desesperación, la futilidad y la soledad de la condición humana.

Esta escultura de bronce " La cabeza grande Diego " es una de las imágenes más famosa del hermano del escultor. El trabajo, realizado en bronce en 1954, está considerado como uno de los trabajos más tempranos realizados por Giacometti en un camino nuevo y revolucionario, por el cual él trató de alcanzar más realismo al trazar figuras humanas y caras. Por este camino, dependiendo el ángulo de la mirada del espectador, hay dos imagen muy diferentes del modelo.  Monumental en tamaño es, al mismo tiempo, frágil con una característica superficie rugosa que biseca el espacio alrededor de él como un cuchillo.