Robert Bechtle se decanta desde los años 60 por una pintura fotorrealista ambientada en la vida cotidiana de la bahía de San Francisco, área en la que ha transcurrido prácticamente toda su vida. Como otros autores de la misma tendencia, pinta sus cuadros a partir de fotografías que él mismo realiza y que posteriormente lleva al lienzo.
Sus escenas tienen en las familias de la clase media norteamericana su tema fundamental, con una presencia casi obsesiva de los automóviles que, más allá de su carácter de símbolo del modo de vida americano, permiten a Bechtle recrearse en las texturas y los brillos metálicos que crea la cegadora luz californiana.
Bechtle habla a menudo "de la estupidez" de sus pinturas de coches, sugiriendo que las imágenes son tan corrientes para tener un significado. Pero sus pinturas son fotos nada de ordinarias. Como artista con raíces en la clase media californiana, Bechtle ha señalado tanto la importancia cultural de los coches como la relativa falta de representaciones artísticas de ellos. El lustre prístino de sus pinturas de automóvil sugiere imágenes publicitarias, aunque él típicamente represente coches de familia, como estos coches familiares.
Y mientras retrata coches con miembros de la familia, en Alameda Gran Torino 1974 (arriba), el coche aparece con su propia entidad. Su aislamiento presta cierta inquietud a la escena. Si los coches existen para mover a la gente, la calma completa de este coche acentúa la ausencia de pasajeros.
El resultado de su pintura es una reflexión misteriosa de cultura americana de la clase media. Muchos espectadores reconocerán la luz y la arquitectura de la Bahía de san Francisco en las imágenes de Bechtle.