Munch: El grito. The National Gallery. Oslo. Noruega
La pintura de Munch rechaza los temas neutros del impresionismo y se dedica a la expresión de estados de ánimo intensamente subjetivos, morbosos y turbadores. Su finalidad es explorar el mundo interior de la conciencia humana. "No podemos pintar eternamente mujeres que cosen y hombres que leen: yo quiero representar seres que respiran, sienten, sufren y aman. El espectador debe tomar conciencia de lo que hay de sagrado en ellos hasta el punto que llegue a descubrirse en su presencia, como si estuviese en la iglesia". Sus temas serán, pues, la enfermedad, el alcoholismo, la dolorosa soledad de la adolescencia y la vejez, el ansia de amor insatisfecho, la decepción, la angustia. La profundidad psicológica de estos temas no podía ser expresada con una técnica realista, y por ello utiliza colores puros y distorsiona las líneas de las figuras.
De Ibsen y de su problemática aprende el odio contra la moral convencional y contra los prejuicios burgueses y la sociedad en que aquéllos se fundaban. Era necesario desvelar toda la verdad, aunque esa verdad diese miedo y horror. Y esto es lo que hará Munch, de la mano de su amigo Strindberg; incluso ambos se enamorarán de la misma mujer, esposa de un amigo común, y ambos llegarán, como Van Gogh, a los umbrales de la locura.
En la década de los 90 dedicó gran parte de su esfuerzo a una ambiciosa serie de cuadros que nunca llegó a tener una forma definitiva y que denominó el Friso de la vida - "un poema sobre la vida, el amor y la muerte". El cuadro más famoso de la serie y obra cargada de angustia y terror es El grito. En una litografía sobre el mismo tema realizada dos años más tarde, Munch escribió esta apostilla, que resume el sentimiento generalizado de los expresionistas: Paseaba por un sendero con dos amigos - el sol se puso - de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio - sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad - mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.
La deformación de la figura llega a un límite desconocido para la época. El hombre situado en primer plano con la boca abierta y las manos tapando los oídos para no escuchar su propio e incontenible grito, que es también el grito de la naturaleza, está reducido a una mísera apariencia ondulante en un paisaje de delirio. Aquí también todo está basado en la expresión: dibujo, color y composición. "Al igual que Leonardo da Vinci estudió la anatomía humana y disecó cuerpos, yo intento disecar almas".
La fuente de inspiración para El grito podría encontrarse, quizá, en la atormentada vida del artista, un hombre educado por un padre severo y rígido que, siendo niño, vio morir a su madre y a una hermana. En la década de 1890, a Laura, su hermana favorita, le diagnosticaron una dolencia bipolar y fue internada en un psiquiátrico.