En 1951, su militancia comunista le hace alinearse, una vez más, en contra de la guerra al pintar Matanzas en Corea -denuncia de la matanza de los niños y mujeres de Corea del Norte por parte de los militares-robots de Corea del Sur. La obra tiene una clara evocación de Los fusilamientos del 3 de mayo de Goya y de La Ejecución de Maximiliano de Manet. Fue objeto de un rechazo general, probablemente fruto de las limitaciones y el coste que imponía el encargo específico de una obra de arte. Una vez más, Picasso no permanece ajeno a este conflicto y, ciñéndose a lo que ya había expresado en 1944, declara: "yo no pinto la guerra porque no soy este género de pintor que va, como un fotógrafo, en busca de un tema. Mas no hay duda de que la guerra existe en mis pinturas..."