Picasso no intentó en modo alguno copiar el cuadro de Velázquez. En la mayoría de los cuadros de la serie, lo que hace es estudiar diferentes aspectos: claves de color, composiciones cubistas, eliminación de personajes, etc. Este cuadro, que considera el último de la serie, y que puede considerarse como la síntesis de la investigación pictórica realizada por Picasso tiene unas proporciones más horizontales que las de Velázquez. Para ello, baja los techos; con esto consigue que los personajes tengan más preponderancia que el entorno que los rodea. El uso de la paleta de grises fríos y azulados (también empleada en El Guernica), da a la obra un ambiente más dramático, como algunos historiadores y críticos interpretan que sería la corte de Felipe IV.

En la recreación de Picasso, la figura de Velázquez es engrandecida y desproporcionada respecto al resto de los personajes, ocupando una superficie muchísimo mayor y en tonos más claros, como si hubiera querido destacar la importancia del pintor dentro de la obra. Mantiene sus elementos más simbólicos y recordados, como son: la melena, el bigote y la cruz de la Orden de Santiago (añadida posteriormente a su fallecimiento). Obsérvese que tras el lienzo sobre el que pinta Velázquez, Picasso, en su versión, ha añadido un pequeño bastidor, como si quisiera recordar que es "un cuadro dentro de otro cuadro" tal como lo imaginó Velázquez al pintarlo. En la totalidad del lienzo, Picasso sustituyó los cálidos tonos sepias y marrones por una amplia gama de grises. Con ello el pintor malagueño se atreve a recrear, no sólo las figuras, sino hasta el color ambiental.

José Nieto Velázquez, mayordomo y aposentador de la reina, aparece nítidamente recortado sobre la escalera del fondo, tanto en el cuadro original de Velázquez como en la versión de Picasso. Incluso, en el segundo caso, el contraste se ha llevado al extremo máximo haciendo la silueta totalmente negra sobre un recuadro absolutamente blanco.  El personaje aparece invertido en el cuadro de Picasso, tal vez por haber sido realizado de memoria. Como prolongación de su capa "un rayo de luz", que en el cuadro original servía para marcar planos de profundidad, se adentra en el cuatro por delante de una puerta en la que sus cuarterones han sido desalineados de forma anárquica, eliminando su simetría y orden.

Mientras en la obra de Velázquez se siguen las más estrictas reglas de la perspectiva, en la de Picasso sólo se respeta la línea de fuga del techo, para así marcar la profundidad de la sala y crear un recinto cúbico donde estuvieran situados de forma lógica todos los personajes. En la obra picasiana, las ventanas aparecen en la pared de manera anárquica, violando todas las normas de la perspectiva. Incluso transforma a todas en destacadas fuentes de luz, cuando en el cuadro original de Velázquez mantienen una semipenumbra. Es de destacar que Picasso optó por un formato horizontal, en lugar del vertical que empleó Velázquez, posiblemente para que las figuras adquirieran una mayor importancia y las grandes dimensiones del estudio pasaran a ser un mero entorno.

A los dos guardadamas D. Diego Ruiz de Ancona, y Dña. Marcela de Ulloa, Picasso los ha unificado y representado como dentro de una especie de cajones. Posiblemente por el paralelismo de sus funciones y por estar sometidos a un estricto cumplimiento de las normas palaciegas. Algunos críticos han interpretado que Picasso los "vistió" de ataúdes, como si se tratara de muertos en vida. Estos personajes ni siquiera se aproximan en su aspecto a los de la obra de Velázquez. Picasso hace una total recreación de ellos. Aquí, el artista malagueño dejó volar su imaginación y creó unos símbolos que, tal vez, representaran a unas determinadas funciones grises y anodinas. Pretendiendo reflejar más el espíritu de unos cargos sometidos al protocolo y al servilismo, que no a unas personas concretas.

Isabel de Velasco que era menina de palacio desde el  casamiento de la reina, y falleció tres años después de que Velázquez pintara el cuadro, ocupa un espacio destacado dentro del lienzo. Pero Picasso apenas la esboza. Para él es básicamente un rostro. Un rostro extraño que tiene dos "lecturas" que se alternan entre sí. Tras examinarlo durante unos instantes,  se aprecian dos interpretaciones distintas. En una parece que tenga una gigantesca boca abierta, y en otra, se descubre un perfil, de color más claro, con una gran nariz y una diminuta boca cerrada. El ropaje de amplias mangas, y los brillos de la seda en los que se recreó Velázquez, desaparecen totalmente en la obra picasiana. Picasso ve sólo un rostro y olvida lo que para él es superfluo.

Seguramente, para dar mayor énfasis a la entrega del pequeño búcaro a la Infanta Margarita María, Picasso le pintó a la menina una mano derecha enorme y desproporcionada. A pesar de prescindir de la mayoría de detalles accesorios, curiosamente, ha mantenido el pequeño adorno de su cabello. Mientras Velázquez resolvió los brillos y pliegues de la seda con grandes pinceladas y de forma casi impresionista, Picasso emplea líneas y superficies casi planas, logrando expresar así el abigarramiento de la ropa de la época.

La Infanta Margarita, que diez años después llegaría a ser como resultado de su matrimonio emperatriz de Austria, es el eje central de los dos cuadros. Velázquez la pintó vestida de seda amarilla, en proximidad cromática con su infantil y rubia melena, mientras Picasso, debido a la casi total ausencia de color en su reinterpretación de "Las Meninas", la viste de blanco con lo que le confiere igualmente un protagonismo destacado sobre el entorno más oscuro que la rodea. A diferencia de las dos meninas que están a ambos lados, cuyos personajes Picasso caricaturiza con una cierta acritud, la infanta muestra un semblante inocente e infantil. (Algunos críticos han querido ver, en la interpretación personal que hace Picasso sobre las dos meninas, una crítica sobre la enrarecida atmósfera palaciega, llena de intrigas y de falsedades).

Este personaje con aspecto infantil que pinta Velázquez, en realidad era un adulto. Picasso lo esboza (más que pintarlo) mediante un escueto dibujo de línea, con un tratamiento minimalista parecido al que emplean los niños para representar a las personas. Incluso está dibujado directamente sobre el lienzo blanco, como inacabado. Es la pura representación de la sencillez. Su silueta no corresponde en absoluto con la del personaje velazqueño, Picasso incluye el personaje, pero se lo reinventa a su gusto. Nicolás Pertusato, de probable origen lombardo, estaba casado y falleció a la edad, relativamente avanzada para su naturaleza, de 65 años.

Mari Bárbola, la enana de origen alemán que estaba al servicio de la Infanta Margarita, es retratada por Picasso con una cierta ternura. Su cara grande y redonda como una luna llena, refleja sencillez y bondad. El color blanco de su rostro, así como la posición vertical de sus manos, como en un gesto de aplaudir o de ingenua alegría, ayuda a esta sensación. Velázquez, en cambio, con su extraordinaria facilidad para retratar a los más variados personajes, muestra sus facciones más realistas y grotescas, características del enanismo que padecía.