EL FUEGO EN LA PREHISTORIA

(Elaboración: Departamento de Área Social. Colegio La Salle. Santander)

 

La conquista del fuego ha sido uno de los grandes hitos de la evolución humana (junto con el bipedismo, la tecnología, el lenguaje o el arte).

 

 

Hay restos por combustión de fuego en Etiopía, Zambia y Sudáfrica  de hace un millón y medio de años. Pero hay muchas dudas de que en esta primera época se produjera un uso intencionado del mismo. Casi todos los especialistas hablan de fuegos naturales. Restos de fuego aparecen más tarde, pero ya fuera de África. Tenemos restos del uso del fuego entre los 400.000 y 350.000 años, en China, Francia, Hungría. En Terra Amata (cerca de Niza) hay varios hogares fechados hace 380.000. A partir de los 350.000 años, los restos de domesticación del fuego son abundantes y mejor comprobados. En Zhoukoudian (China) también aparecen restos de hogares con fuego.

El Homo erectus fue el primer ser humano hasta la fecha cuyos restos están asociados con el fuego. Se sabe que lo manipularon, cocieron alimentos y realizaron agujeros en el suelo para instalarlo. Pero no podemos decir cómo fue el proceso del conocimiento del fuego; podía deberse únicamente a los rayos de tormentas, la erupción de volcanes, gas natural, materias orgánicas en descomposición..., provocado siempre por la naturaleza y utilizado luego por los humanos. 

El poder crear el fuego en el momento y lugar elegido es, sin duda alguna, uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad. Eudald Carbonell (codirector de las excavaciones de Atapuerca), dice: "El fuego tuvo un impacto brutal. El fuego cambió para siempre las sociedades humanas. Cambió la alimentación, cambió el modo de protegerse del frío, cambió el modo de comunicarse entre los miembros del grupo, cambió la demografía... Lo cambió todo. Fue un progreso fundamental porque permitió otros progresos que a su vez abrieron la vía a otros progresos. Fue el punto de origen de una reacción en cadena que ha llevado hasta nosotros."

Las ventajas del fuego fueron muchas:

- La cocción de los alimentos eliminaba parásitos y toxinas de la carne, haciendo comestible lo que antes no lo era. Además la carne es así más tierna y los ancianos y niños se aprovecharían de ello, alimentándose mejor. 

- Se podían conservar muchos alimentos para el invierno ahumándolos, así se podía aprovechar el verano cazando y pescando con la garantía de que toda esa comida no se estropearía. En los crudos inviernos se evitarían muchas muertes por hipotermia o pulmonías, sobre todo de los niños. 

- Muchas plantas medicinales se podían aplicar gracias a infusiones y otros preparados cuya base era el fuego. Las puntas de palos, las astas de ciervos, la piedra... podían endurecerse más y trabajarse mejor si se calentaban. 

- En la caza también se podía emplear para provocar estampidas o atemorizar a los animales. Muy posteriormente, para la realización de la cerámica era imprescindible el uso del fuego, y más tarde aún, para trabajar metales y hacer aleaciones.  

- Pero sobretodo, el fuego tuvo que ser un importante elemento en la cohesión del grupo. Su uso y manejo requería una organización cada vez mayor del mismo. Por la noche, al acabar la jornada, podrían comunicarse de forma relajada, comentar lo sucedido, hacer planes, contar historias, alimentar mitos.... Alargar las horas de luz suponía tener más calidad de vida y además se podía trabajar en algo: cocinar, raspar pieles, tallar piedra, etc.

El uso del fuego irá evolucionando con el tiempo. Se empezará a utilizar el fuego para alumbrarse en las horas más oscuras, a través de rudimentarias lámparas y velas, con lo que harían la vida más fácil. También lo utilizarían pronto para derretir metales y conseguir la fabricación de piezas varias que les serían de gran utilidad. Por otro lado, al fijarse en la tierra endurecida alrededor de las fogatas, se empezó a trabajar con barro y poco a poco, introduciendo el fuego como elemento de cocción en esto, consiguieron objetos de alfarería, vasos, vasijas y recipientes de todo tipo. De hecho, hay gran cantidad de vasijas de arcilla conservadas, que fueron utilizadas por los humanos del período mesolítico, hacia el ocho mil antes de Cristo.

EL FUEGO EN LA PENÍNSULA

A juzgar por los datos disponibles, el primer empleo del fuego en la Península Ibérica resulta algo más reciente que en Terra Amata (Italia) o en Hungría.

Los restos más antiguos que hay hasta el momento en la Península sobre el uso de fuego doméstico se encuentran en el yacimiento de Bolomor (Valencia), a los que se da una antigüedad de 250.000 años. En la imagen se aprecia en color más oscuro los restos que han dejado los hogares.

En el yacimiento de la Sima del Elefante, en Atapuerca, se han encontrado evidencias de fuego intencional (manchas carbonosas y huesos quemados); su antigüedad se ha estimado en algo más de 150.000 años. Durante el neolítico la utilización y producción del fuego fue constante, como evidencian los restos del sondeo del yacimiento de Mirador, cueva muy próxima al yacimiento de Atapuerca.

POSIBLES FORMAS DE HACER FUEGO

1ª Forma
Conseguir fuego por percusión

 

Se golpea una piedra de silex contra el lateral de una roca rica en óxido de hierro, como la pirita o la marcasita. Las chispas que salen llegan a encender la hierba seca (yesca), estiércol, hongos secos (hongo yesquero), etc., que estaba al lado y que hacía de combustible. Golpear simplemente dos piedras de silex no consigue hacer fuego, porque este tipo de piedra no tiene hierro entre sus componentes, necesario para que salten las chispas. Con esta técnica, en condiciones favorables, se pueden producir chispas en 5 segundos y fuego en, aproximadamente, un minuto.
2ª Forma.
Las formas que siguen consiguen el fuego por fricción.

Mediante el rozamiento de una varilla de madera seca que se hace girar rápidamente sobre un pequeño hueco de otro trozo de madera. La varilla debe ser de una madera más dura que la de la tablilla. Normalmente se eligen varillas de naranjo, laurel, roble o haya; y para las tablillas se seleccionan maderas blandas, como la de chopo. Es imprescindible hacer unas ranuras a la tablilla para que entre aire y se produzca la oxigenación; sin la realización de estas cuñas sería un trabajo infructuoso. Si la rotación de la varilla es con las manos, como vemos arriba, resultará un trabajo muy lento y cansado, ya que cuando las manos llegan a la zona inferior del palo deberemos parar para volver a subirlas, perdiendo calor ya creado. Una vez conseguida la brasa, hay que trasladarla a un "nido" seco y compacto, que se habría realizado,
previamente, con cáñamo, paja seca y aneas.
3ª forma

Habitante de Vanuatu (un archipiélago de Oceanía) haciendo fuego frotando una vara de madera sobre otra madera.
4ª Forma

Se conseguía fuego también frotando una liana en una ranura efectuada en un trozo de madera.

5ª Forma

Este forma es parecida a la que vimos antes, pero es más fácil conseguir fuego de esta manera. El uso del arco permite conseguir más velocidad de rotación de la varilla. Es la que vemos con más detalle abajo.

MATERIAL PARA HACER FUEGO DE ESTA MANERA

  1. Una varilla de madera cilíndrica (como una flecha, con la punta algo afilada)
  2. Un arco que hará que la varilla ruede a gran velocidad
  3. Un hueso de la espina dorsal de un animal con el objetivo de realizar presión con la mano en la parte superior de la varilla
  4. Un pedazo de madera sobre la que girará la varilla, con unos cortes en forma de "V"
  5. Un manojo de esparto o de fibras vegetales finas y secas

Se coloca la varilla encajada en la base de madera. El roce entre las dos maderas hará que la temperatura aumente de tal modo que quemará las pequeñas virutas que se generan. ¿Que no os lo creéis? Realizad la siguiente prueba. Frotad con fuerza vuestras manos en los pantalones... y veréis lo que sucede.

Se pasa la cuerda del arco por la varilla, que ha colocado en la madera de base. Hace que la varilla de madera gire a toda velocidad, hacia delante y hacia atrás, mientras se protege las manos con un trozo de hueso. De esta manera la fricción de las dos maderas es mucho mayor. en pocos momentos ya tendrá la ceniza de las virutas necesarias para encender el fuego.

Ha quedado un pequeño montículo de virutas... ¡y está ardiendo!

Hay que hacer un pequeño nido con un poco de esparto, cáñamo, paja seca y aneas.

Se colocan las cenizas en el nido, que  se ha cerrado con mucho cuidado para no quemarse.

Finalmente se sopla sobre las cenizas y éstas, en contacto con el esparto y el oxígeno del aire que sopla, hacen que se encienda el fuego. Y ya está la llama.

Santander, 3 de febrero de 2011