En la década de 1780 el concepto de arte como "impresión" se encontraba asociado a un reconocimiento "moderno" de la condición subjetiva de la percepción o de la experiencia. También se encontraba asociado con un estilo que recogiera un tipo de mirada personal y espontánea. "Impresionista" era, pues, cualquier artista que utilizara una técnica no convencional que reflejara una visión del mundo que fuera al mismo tiempo instantánea e individual.
La palabra impresión se utilizaba para hablar del efecto visual que recibía inicialmente un artista cuando contemplaba el tema de una pintura. En este sentido, se utilizaba también para hablar del efecto general que el artista lograba captar en el lienzo. En un sentido más restringido y preciso, en la academia se utilizaba impresión como sinónimo de première pensée, un boceto rápido y espontáneo. En la tradición académica, el boceto se consideraba siempre como un paso hacia la pintura terminada. Por tanto, exponer una pintura que a los críticos les parecía un boceto se consideraba una falta de respeto hacia las convenciones académicas de dibujo, forma y acabados correctos.
El crítico Louis Leroy tituló su artículo sobre la exposición, publicado en Le Charivari el 25 de abril de 1874, "Exposición de impresionistas". En la reseña periodística que hizo de la primera exposición del grupo , no podía haber más hostilidad ni más burla: "¿Qué representa el lienzo? Miré el catálogo: "Impresión: salida del sol". ¡Estaba seguro!  Me lo estaba diciendo a mí mismo des que he tenido la impresión de que debía haber en ello alguna impresión[...] ¡Y qué libertad, qué habilidad! El papel de las paredes en su estado primario está mejor terminado que esta marina".
El nombre de "impresionista" se acabó identificando con el grupo de artistas que, en 1874, participaron en una exposición "independiente", es decir, al margen del Salón oficial. Monet se encuentra directamente relacionado con la organización de este grupo independiente y participó en cinco de sus exposiciones, en las cuatro primeras y en la séptima. Su cuadro, Impression, soleil levant, presente en la primera de estas exposiciones, tuvo una importancia clave de cara a la imagen pública del movimiento.
Monet estaba fascinado por los destellos del agua, la niebla que se levanta lentamente por la mañana temprano y los pequeños botes que flotan sin heroísmo alguno sobre la titilante superficie del mar. Monet nos ofrece una imagen del mar íntima y familiar; lo conocía bien, pues su infancia transcurrió en Le Havre. Le atraía especialmente el juego de la luz sobre el agua y trabajó intensamente para hallar una técnica capaz de conseguir este efecto en pintura. Y en este cuadro Monet logró comunicar admirablemente la desdibujada aparición del alba abriéndose paso sobre el mar.

Hay que decir que “Impresión, sol naciente” es una obra calculada que muestra un gran interés por la teoría del color. Si bien parece que el sol horada la neblina matutina a causa de su color naranja, en realidad posee la misma luminosidad que su entorno. Este detalle descansa en el uso de colores complementarios y variedad de temperaturas de color, en lugar de cambios de intensidad o valores contrastantes, para diferenciar el sol del cielo circundante. La pintura trata el valor de contraste simultáneo de los colores, situando tonos cálidos sobre otros opuestos que permiten resaltar, en la retina del espectador, unos tonos sobre otros. La vaporización será el elemento fundamental que invade la superficie, destacando esa humedad que invade la obra y que atenúa las tonalidades, es decir, el color se condiciona a esta atmósfera húmeda. Al reducir a gris el cuadro se aprecia mejor lo que se acaba de explicar.