Cuando el tríptico está cerrado, vemos, realizado en grisalla, la creación del mundo, que es imaginado como una gran esfera de cristal. En la parte superior está escrito esta cita de los Salmos: "Él lo dijo, y todo fue hecho. El mandó y todo fue creado".
El panel central representa el dominio de la lujuria en el mundo, descrita a través de todo tipo de relaciones sexuales, manifiestas de una forma rotunda: cuerpos desnudos de hombres y mujeres, blancos y negros, se mezclan, se tocan, bailan..., en parejas, en grupos, heterosexuales, homosexuales, onanistas... 
Pese a una primera impresión de desorden, la escena se ordena en tres niveles en altura:
 

La parte superior, con detalles que se perciben difícilmente por su pequeñez y rareza (humanos alados, grifos...) aparece dominada por construcciones fantásticas, entre las que destaca la Fuente de los Cuatro Ríos del Paraíso Terrenal, falsa fuente del paraíso, inestable, amenazando ruina con sus paredes cuarteadas.
   En el centro de la composición, la gran cabalgata del deseo, girando en círculo en torno a un estanque, donde se bañan varios grupos de mujeres. 
   En el plano inferior la sexualidad se manifiesta de mil maneras, tanto en las acciones de la masa de hombres y mujeres, todas ellas de inequívoco signo erótico, como en las connotaciones sexuales de plantas, frutas y animales. 
   En las esquinas inferiores aparecen dos focos de atención peculiares. A la izquierda, un grupo que señala la tabla de la izquierda (el Paraíso), hacia la Eva de la Creación, poniendo el acento en el papel que desempeña en el engaño de la tentación. A la derecha: en la cueva se encuentran Adán y Eva, testigos de lo que ha acaecido al mundo por su causa. El dedo acusador de Adán responsabiliza a la mujer.
 

 “Aquellos que has visto danzando y jugando en las praderas verdes salpicadas de flores y árboles, son los que aspiran a los placeres de este mundo. Buscan la saciedad de los placeres de la carne y de los sentidos, y se aplican a seguir sus inclinaciones sensuales, Absortos en su frenesí, no saben que Dios existe; no creen más en Dios, ni en el cielo, ni en el infierno: Está escrito: el tonto dice que Dios no existe.” (Hendrick Mande, siglo XVI).

   El Jardín de las Delicias es un engañoso jardín de los falsos placeres terrenales, una consecuencia del pecado original. Cada detalle de este “mundo al revés” nos lo advierte en el panel central: es el paradisíaco ensueño es el reino de lo no durable.

Representación del Paraíso con la escena de la presentación que Dios hace de Eva a Adán como mujer. Es el origen del pecado de la lujuria, tema de la tabla central. Según la mentalidad medieval, recogida por el Bosco, la culpa de Eva fue la causa de los males y muerte de la Humanidad.
En la parte superior están representadas la Fuente de la Vida, el Árbol del Bien y del Mal (con la serpiente) y el Árbol de la Vida (un drago canario).
Los animales, algunos de ellos en lucha, anuncian las futuras guerras de nuestro mundo. Se ha querido ver en ellos un significado simbólico, procedente de los bestiarios medievales. En algunos casos tal vez haya simplemente una intencionalidad burlona y desenfadada, como en el conejito, alusión al sexo femenino, situado junto a Eva.
Pinta una figura de Dios muy joven, convención muy frecuente en la literatura holandesa del siglo XV donde el matrimonio entre Adán y Eva es realizado por un Dios juvenil.
Como es habitual en El Bosco, el Paraíso no existe enteramente libre de al menos una prefiguración del diablo, que aparece como un foso en el primer plano, del que están emergiendo una gran variedad de criaturas
El Bosco expone en el panel derecho el castigo de los pecados y faltas de la sociedad bajomedieval, fustigadas por los predicadores de la época (lujuria, avaricia, soberbia, afición al juego, sensualidad de la música, malas costumbres de los clérigos...). Se así cierra el ciclo, y se castiga a aquellos que se dejaron seducir por los goces placenteros que les ofrecía el Jardín de las Delicias terrenales. 
El conjunto se ordena en varios niveles. La parte superior aparece dominada por el infierno de incendios y fuego. En la zona media destaca la figura del hombre-árbol y patinadores desnudos sobre una fina capa de hielo que se quiebra, con lo que van a parar a las aguas heladas donde se debate ya algún condenado. El contraste entre el frío y el calor es uno de los suplicios que según la tradición se sufría en el infierno. En la zona inferior se encuentra el infierno musical, donde los instrumentos musicales (laúd, arpa, órgano de manivela, flauta... de dimensiones descomunales), se transforman en torturadores de los condenados.