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La protohistoria es el estadio en el que un pueblo no tiene historiografía propia pero está documentado por historiografía ajena; en el caso de España por las fuentes, primero fenicias, y después griegas. El mapa de la protohistoria de España es similar al de la Italia o la Galia protohistóricas: una sociedad agrupada en torno a unidades tribales que habitaban espacios geográficos concretos con economías basadas en la agricultura, la ganadería y el comercio, tanto entre las distintas tribus como con los mercaderes extranjeros. La Península Ibérica fue vista por fenicios, griegos y romanos como una unidad, y los habitantes de la España protohistórica, llamada por los griegos y púnicos Iberia y por los romanos Hispania, si bien no tenían conciencia de una unidad política más allá de la meramente geográfica, sí se sentían parte integrante de un destino común, exactamente igual que les ocurría a los galos, o igual que les ocurrió a los griegos. Este sentimiento no lo tuvieron los italianos, hasta que el pueblo romano llegó al poder. Por esta razón, ningún pueblo galo, hispano o griego tuvo jamás el dominio absoluto sobre el conjunto del territorio "nacional", algo que no ocurrió en Italia. El primer milenio en la península ibérica es bastante complejo debido
a las diversas culturas que en ella se dan durante esta época y con
posterioridad, hasta la llegada del mundo romano. Hay que añadir que,
junto a lo autóctono, recibimos la influencia de otras culturas. Estas
culturas, como la fenicia o la griega, se asientan en las costas del
Mediterráneo, mientras que la celta, de origen centroeuropeo, se sitúa
en el occidente y la meseta hispánica. Todo este conglomerado, acaba
influyendo en lo hoy se conoce como cultura ibérica.
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Alrededor del año 5000 o 4000 a.C., un grupo de hombres de
origen cananeo, de raza y lengua semítica, procedente del golfo Pérsico o
Arabia, se estableció en las costas septentrionales sirio-libanesas, de espesos
bosques de cedro. Con ellos podrán construir sus
naves y suministrar madera de alta calidad al Egipto faraónico. Según Herodoto los fenicios eran un pueblo
"botado al mar por su geografía". En el arte fenicio concurren elementos de muy diversas
procedencias: egipcios, griegos, mesopotámicos, egeos, sirios y micénicos, es
decir, fue un arte eminentemente ecléctico. La característica fundamental de
este arte fue fundir, asimilar y armonizar en todo original, corrientes
artísticas diferentes. Y en esto radica su
impotancia, en ser transmisores de otras culturas.
Las colonias púnicas, de
origen fenicio y cuyo centro político estaba en Cartago, continúan la obra
inicial de los fenicios. Hay que destacar la
necrópolis de Puig d’es Molins (Ibiza),
centro comercial importante de influencia fenicia, interesante por el gran conjunto de figuras de
barro cocido
encontradas.
Los fenicios siguieron con sus
éxitos en oriente hasta el 332 a.C., en que Alejandro Magno tomó Tiro; en
occidente, la cultura cartaginesa terminará en 146 a.C., cuando Roma saqueó
Cartago. |
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La expansión griega
tiene lugar durante los siglos VIII-VI a. C.
Las excavaciones arqueológicas
del sur peninsular confirman la presencia de
navegantes de Samos en las costas de Málaga, Cádiz y Huelva en la
segunda mitad del siglo VII a. C. Los restos hallados son cerámicas de
mesa y de transporte. Serían comerciantes
griegos que recalaban en factorías fenicias, en un tipo de intercambio comercial
pacífico, favorecido por el propio reino de Tartessos, gobernado por
Argantonio. Una vez fundadas las
colonias, en casi todos los casos se consideraban autónomas e
independientes de la metrópoli. Focea funda
Massalia (Marsella, -600), Teliné (Arlés, -500), Emporion (Ampurias,
-575), Rhode (Rosas, -500). La relación de los colonos griegos con los indígenas fue muy distinta según se tratara de una ocupación de tierras para su explotación o de una llegada con finalidad comercial. En las primeras los griegos no solían contar con el consentimiento de los indígenas y en la mayoría de las ocasiones los griegos debían expulsarlos por la fuerza. En las segundas, cuando se trataba de una instalación portuaria con finalidad comercial y sin pretensiones de extensión en el territorio, las relaciones con los indígenas solían ser pacíficas. Las ciudades de Massalia y Ampurias debieron continuar su actividad comercial y el reforzamiento tras la conquista de Focea por los persas en el 545. Esta expansión griega fue mal vista por las potencias rivales de entonces, Etruria y Cartago, que se aliaron para impedir esa expansión. En 540 a. C. se produjo la batalla naval de Alalia, en las proximidades de esta colonia focea en Córcega, cuya principal consecuencia fue la ruina naval de los colonos foceos de Alalia.
A partir del año 540
a.C. Massalia será la ciudad beneficiada por la afluencia de foceos y
de griegos de otras ciudades y ampliará su actividad comercial por mar
y por el interior continental.
Precisamente, entre el 600 y el 450 a.C. se da la máxima intensidad de contacto con lo ibérico. De este momento son los bronces del arquero, el centauro o el sátiro. Los hallazgos de obras son frecuentes y obedecen a temas
y formas totalmente griegas, como el magnífico Esculapio de Ampurias (Gerona) o
la cabeza de Afrodita del Museo Arqueológico de Barcelona. Son importantes
también las cerámicas, que señalan una evidente importación de piezas originales
y la penetración de la cultura griega en la Península. Todo ello influirá
también en la formación del arte ibérico. |
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Tartessos fue el nombre por el que los griegos conocían
a la primera civilización de Occidente. Fue heredera de la cultura
megalítica andaluza. Se desarrolló en el triángulo formado
por las actuales ciudades de Huelva, Sevilla y San Fernando. Tuvo por eje el
río Tartessos, que los romanos llamaron luego Baetis y los
árabes Guadalquivir. Sin embargo, nada es seguro, y varios
autores tratan de situar el río Tartessos en las bocas del
Odiel y el Tinto (ría de Huelva), en el Mar Menor, en las
bocas del Guadiana o en el mismo Tajo. Los tartesios
desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de los
pueblos vecinos, y tuvo influencias culturales de egipcios y
fenicios.
Este reino de fabulosas riquezas existió según fuentes griegas y romanas en el sur de la Península Ibérica, hasta la mitad del primer milenio a.C. La existencia de la cultura tartesia se ha confirmado arqueológicamente por medio de hallazgos de numerosos objetos y de los famosos "tesoros" como el de Carambolo o el de La Aliseda. Una cuestión aún por resolver es si tenía también una ciudad principal como centro económico y cultural, teoría. La extensión geográfica de la cultura tartesia (Bronce Final evolucionado) abarcó principalmente las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. El rey Argantonio es un personaje ya casi histórico y se conoce sobre todo por su longevidad (segunda mitad del siglo VII a.C. hasta primera mitad del siglo VI a.C.). Algunos investigadores piensan que las fuentes antiguas puedan referirse a varios personajes distintos. Bajo su reinado empezó una próspera relación comercial con los focenses. Pero esta época fue de corta duración, y, al parecer, el apoyo de los tartesios a los griegos condujo a su caída. Alrededor del 500 a.C. acaban las noticias de Tartessos. Probablemente sucumbió a causa del expansionismo de Cartago. Herederos de la tradición tartesia fueron los turdetanos. Los romanos, que más tarde vencieron a los cartagineses e invadieron la Península Ibérica, llamaron Turdetania a la región ocupada por aquellos pueblos. El periodo de mayor
esplendor de esta cultura estaría en torno al siglo VII a.C. Su desarrollo hay que ponerlo en
relación, como también ocurría con la cultura baleárica, con la cultura del
bronce de Los Millares (Almería); a lo que habría que añadir, la influencia
fenicia a partir del siglo X a.C. en contactos esporádicos que más tarde se
convertirán en relaciones comerciales regulares. |
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A partir del primer milenio, penetran en la Península, procedentes del centro de Europa sucesivas oleadas celtas, de origen indoeuropeo, que introducen la cultura del hierro de Hallstat. A partir del siglo VI y V a.C., una nueva entrada hace su presencia más notable. No fueron numerosos los que llegaron, pero su cultura era muy superior a la que en la Península se daba en pueblos que se podrían llamar autóctonos. Esta presencia celta, que abarca hasta el mediodía y se funde con formas mediterráneas, formará el arte celtibérico, cuyo final se puede situar con la destrucción de Numancia en el 133 a.C. Se pueden hacer tres grupos geográfico-culturales de características bien definidas:
Se conoce un buen número de ciudades en las provincias de Ávila, Salamanca, Zamora y Burgos. Se levantan sobre cerros naturales defendibles, reforzados por recintos amurallados de hasta tres recintos a veces. La más importante de estas ciudades o castros es la excavada en Las Cogotas (Ávila). Este área cultural tiene pocas manifestaciones artísticas conocidas. La escultura está representada por los verracos, cuadrúpedos con forma de toro o de cerdo-jabalí, y que se suponen tienen un carácter protector (Toros de Guisando, en la provincia de Ávila). Se conserva un buen número de ejemplares. Están trabajados por lo general en piedra dura como el granito. El embellecimiento de las armas y objetos de adorno (fíbulas, placas de cintos, vainas de puñales, empuñaduras, etc.) muestra un sentido decorativo y técnico interesante. Son temas lineales, geométricos, tales como entorchados, círculos, sogueados, espirales, rombos, etc. Hay un cierto rechazo a la figura humana. Dentro de este tipo de decoración se distingue la de Hallstat y la de La Tène. En el siglo IV a. C. aparece el esmalte aplicado a brazaletes, fíbulas y torques . La romanización llegó tarde a estas regiones, no obstante haber sido
ocupadas, por los menos parcialmente, desde mediados del siglo II a.C.
Tal vez una infiltración de elementos ibéricos del valle medio del Ebro hacia el siglo IV o III a.C. se juntó con el celtismo de la provincia de Soria y tierras cercanas, con lo que se dio una cultura mixta. Son los mismos autores antiguos los que dan nombre a este pueblo como celtíberos. La cultura celtibérica se conoce principalmente por los hallazgos de las excavaciones de Numancia, destruida el 133 a.C. tras un prolongado sitio por parte de los romanos. De la ciudad indígena quedan solo restos escasos y profundos, que yacen bajo el actual nivel de época romana. Pero puede asegurarse que la ciudad romana, en líneas generales, y que es la visible para el visitante hoy, siguió en planta y trazado a la anterior sobre la que se extiende. Lo que mejor nos da idea del ambiente cultural de los héroes numantinos es la cerámica conocida como numantina, de color más rico que la ibérica.
Viven en recintos amurallados en la cima de montículos que
se llaman castros, como
los de Baroña en Porto do Son (La Coruña),
Coaña (Asturias),
Briteiros (Portugal).
En la zona galaico-portuguesa, si son de grandes dimensiones se llaman
citanias, como el de Santa Tecla
(Pontevedra). Tienen en el interior de las murallas casas
ovaladas, rectangulares o circulares. Estas casas presentan una parte baja de
piedra, para ser continuadas con barro; se las cubre con ramas de brezo. Los elementos decorativos celtas hechos en piedra toman motivos del trabajo
realizado en alambre de oro retorcido, o de los temas decorativos a base de
elementos geométricos circulares realizados con el compás (trisqueles).
Una de las obras más interesantes de este trasunto de temas decorativos del
metal a la piedra se encuentra en la cisterna de Briteiros (Portugal), en la
llamada "pedra fermosa".
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La cultura ibérica es la más importante entre las protohistóricas de la
Península. Está situada en la vertiente mediterránea y la alta Andalucía; pero tiene
ramificaciones hacia la meseta central y el sureste de Francia.
Si en la zona costera de Levante y Andalucía la mayor influencia se debe a las culturas mediterráneas; en la zona interior, el influjo mayor es de la cultura celta. Así se forma una cultura Celtibérica.
Por las excavaciones sabemos que los poblados ibéricos tenían casas de planta rectangular, con paredes de mampostería y adobe y cubriciones de paja, alineadas en calles estrechas e irregulares. Este material frágil y las sucesivas reconstrucciones de las ciudades hace que nuestro conocimiento de la arquitectura sea débil. Había grandes y ricas ciudades si nos atenemos a las referencias literarias: Mastia (Cartagena ibérica), Onuba (Huelva), Nábrissa (Nebrija), Arunda (Ronda), etc.; pero de ellas no tenemos datos. Las necrópolis más ricas y suntuosas se han descubierto en el sur de la Península. La más importante es la de la antigua ciudad de Tútugi, cerca del pueblo de la Galera (Granada). Las tumbas más grandes son auténticos túmulos en cuyo centro se encuentra una cámara rectangular a la que se llegaba mediante un dromos o pasillo que, una vez celebrado el sepelio, era cerrado. También debió ser importante la necrópolis de Tugia, actual Toya (cerca de Peal del Becerro, Jaén), que ha conservado un ejemplo de cámara funeraria hipogea de tipo monumental. La arquitectura ibérica debía estar en un momento muy primitivo durante las guerras con Anibal, a finales del siglo III a.C. El arte griego, que se rastrea en obras de escultura o cerámica, no trasciende a la arquitectura. No se puede hablar de formas canónicas o de estilos, aunque a veces la decoración nos pueda parecer que se remonta a Grecia o Roma. Escultura Los iberos son los pueblos que estaban en esa zona y que crean una cultura: es una forma de reacción de estos pueblos del litoral mediterráneo ante los estímulos exteriores, sobre todo de Oriente, púnicos y griegos. Esta asimilación se produce sobre todo en escultura. Y se da sobre todo en la parte sur y sureste de la Península. Se pueden distinguir tres momentos en la escultura ibérica:
Cerámica Con la introducción del torno rápido de alfarero por los fenicios en el siglo
VIII a.C. se produce un cambio en la fabricación de la cerámica en el mundo
indígena, lo que permite el desarrollo de una de las manifestaciones más
características de la cultura ibérica. La peculiares formas y decoraciones de la
cerámica ibérica fueron el origen de problemas de datación y clasificación desde
el momento de su descubrimiento.
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