ARTE CISTERCIENSE

 

Monasterio de Rueda de Ebro (Zaragoza)  

1.- Introducción

2.- La abadía

3.- Principales construcciones

4.- Salir

 

San Bernardo

 


1.- Introducción

Un nuevo ideal monástico se difundió por la Europa cristiana a principios del siglo XII. Roberto, monje cluniacense de Molesmes, quiere restablecer la primitiva regla de san Benito y se retira en 1098 a Cîtaux, donde funda una abadía que dará nombre a los benedictinos reformados: el Cister.

El principal propagador fue el alma ardiente de San Bernardo. El auge de la Orden cisterciense fue rapidísimo y extraordinario; en los últimos años del siglo XII contaba con 530 monasterios masculinos sujetos a la misma disciplina: pobreza absoluta, alejamiento de la vida mundana, vuelta al trabajo manual, renuncia a los diezmos y a los señoríos territoriales. Surgen así los benedictinos bernardos o monjes blancos, así llamados por el color de sus hábitos, frente a los monjes negros, los benedictinos de Cluny.

La arquitectura cisterciense se superpuso entre el románico y el gótico. Es evidente que el cisterciense es un arte con personalidad propia que nace como contestación a la ostentación cluniacense y, por tanto, al románico. Es una respuesta llevada con rigor a todos los órdenes de la vida del monje. Pero es una respuesta monacal, es decir, que no sale del ámbito monástico. El estilo cisterciense es obra de y para “espirituales” y “perfectos”, o sea, monjes.

El gótico, en cambio, es un arte eminentemente urbano que nacerá para las catedrales de las nuevas sedes episcopales creadas por el aumento de la población, de la burguesía, por el desarrollo del comercio y por el flujo de finanzas. Es otra espiritualidad la que anima las grandes construcciones góticas, que responderán a las necesidades de una nueva sociedad. El gótico hereda del Císter el arco apuntado y la valoración de la luz.

 

 

 

Claustro de san Pedro de Cardeña (Burgos)

 

Sala capitular de Veruela

 

 


2.- La abadía

Las abadías cistercienses se establecieron en lugares desiertos, en el fondo de valles en los que había alguna corriente de agua, entre bosques, marismas y brezales. Sus fundadores cedían grandes extensiones de tierras incultas y despobladas, cuyo cultivo permitía a los monjes vivir del trabajo manual, al que les obligaban sus reglas.

La reforma de la orden benedictina con la creación de los cistercienses no se limita al especto espiritual; también influyó en su forma de construir. No hay dentro de las fuentes escritas originales principios artísticos ni preceptos sobre las construcciones monásticas; pero sí hay indicaciones de carácter negativo.

En la Carta de la Caridad, que redacta Esteban Harding en 1119, fija la normativa de las casas de la orden: "No se construirán nuestros cenobios en ciudades, villas o castillos, sino en lugares remotos al paso del hombre [...]. Se instalarán en lo posible donde haya agua para el molino y los huertos, de manera que no sea necesario a los monjes vagar por defuera [...]. En los monasterios no habrá pinturas ni esculturas: simples cruces e madera únicamente [...]. Las puertas de las iglesias estarán pintadas de blanco [...] y no se levantarán torres de piedra para las campanas demasiado altas".

El conjunto de construcciones y el carácter austero de la arquitectónica cristalizó en un prototipo de abadía uniforme, que se propagó rápidamente por toda Europa.  Su distribución es siempre idéntica, con el propósito de que cualquier monje forastero se sienta como en su propia casa nada más entrar, al reconocer la localización e todos y cada uno de los edificios que integraban el complejo monástico.

El núcleo germinal del monasterio es la iglesia. El aspecto exterior es de una gran austeridad y pobreza decorativa. Presenta una planta con diferencias respecto a Cluny. En teoría, se prefiere la cabecera plana, sin absidiolos ni girolas. Pero en la práctica, con el crecimiento del número de pobladores de la comunidad de monjes, se amplía el número de capillas en la cabecera para atender a las numerosas misas que se realizan. Es una iglesia estrictamente monástica (se prohíbe la entrada a los seglares). Utilizaron rejas para separar el templo en dos mitades: la parte oriental para los monjes profesos y el área de los pies para los hermanos legos o religiosos que no cantaban misa (conversos o donados), que se ocupaban del servicio y de otras tareas, como la huerta y la granja.

El claustro es lugar de paseo, lectura y meditación. Abogan por capiteles de fórmulas lisas. En La apología del abad Guillermo, redactada por San Bernardo en 1125 se protesta airadamente contra la exuberante decoración vegetal, poblada de centauros y otras figuras monstruosas, que aparecen en las construcciones románicas, que para el reformador, además de ser ridículas, sólo sirven para distraer la piedad y apartar de la pobreza evangélica: "Y encima, ni siquiera respetamos las imágenes de los santos que pululan hasta por el pavimento que pisan nuestros pies. Más de una vez se escupe en la boca de un ángel o se sacude el calzado sobre el rostro de un santo. Si es que llegamos   a no poder prescindir de imágenes en el suelo, ¿por qué se ha de pintar con tanto esmero? Es embellecer lo que en   seguida se va a estropear. Es pintar lo que se va a pisar... ¿De qué le sirve esto a los pobres, a los monjes y a los   hombres espirituales?...Pero en los capiteles de los claustros, donde los hermanos hacen su lectura, ¿qué razón de ser  tienen tantos monstruos ridículos, tanta belleza deforme y tanta deformidad artística? Esos monos inmundos, esos fieros   leones, esos horribles centauros, esas representaciones y carátulas con cuerpos de animal y caras de hombre, esos tigres   con pintas, esos soldados combatiendo, esos cazadores con bocinas... Podrás también encontrar cuerpos humanos colgados de una sola cabeza, y un solo tronco para varias cabezas. Aquí un cuadrúpedo con cola de serpiente, allí un pez con cabeza de cuadrúpedos, o una bestia con delanteros de caballo y sus cuartos traseros de cabra montaraz.... Por todas partes aparecen tan grande y prodigiosa variedad de los más diversos caprichos, que a los monjes más les agrada leer en los mármoles que en los códices, y pasarse todo el día admirando tanto detalle sin meditar en la ley de Dios".

Al claustro se abren las dependencias monásticas. La sala capitular es una de las más importantes ya que en ella se reunía la comunidad de monjes presididos por al abad para leer los capítulos de la orden y para decidir cuestiones importantes que afectasen a la comunidad. Al lado se encontraba el armarium (tambíen armariolum), un pequeño nicho excavado en el muro provisto de baldas y puertas de madera en donde se custodiaban los libros que se utilizaban durante la lectura en el claustro y también los libros litúrgicos. Otras salas eran el locutorium, la gran sala de trabajos manuales, las letrinas, y dos accesos: el pasillo abovedado que salía al huerto y la escalera que subía a un dormitorio común.

El refectorio o comedor, donde se lee desde un púlpito a la comunidad durante la comida, tenía próximos la cocina, el horno de pan, y el calefactorio. Esta última es la única sala del monasterio provista de fuente de calor, al margen de las cocinas y la enfermería. Allí acudían los monjes a calentarse los días de mucho frío, a engrasar sus sandalias y a tonsurarse.

La cilla era  una dependencia de servicio donde se guardan las provisiones del monasterio; generalmente presenta dos pisos: el inferior solía ser utilizado como bodega, el superior, para almacenar grano.

La panda (cada lado el claustro) próxima a la iglesia era la del mandatum que recibe este nombre por celebrarse en ella el ritual del lavatorio de pies o mandatum todos los sábados y el Jueves Santo. Es denominada también «Galería de la Lectura» o «de la Colación», debido a que en ella se instalan los monjes para leer pasajes de los Padres y especialmente las Collationes antes del oficio nocturno de completas. Un banco, de madera o piedra, se situaba a lo largo del muro de la iglesia para servir de descanso a los monjes.

Otras dependencias estaban dentro del recinto amurallado de la abadía: enfermería, cementerio, bodegas, establos, cuadras, molino, fragua, talleres artesanales, etc. en la entrada, junto a la portería, se levantaba la hospedería para transeúntes y una capilla para el pueblo. 

 

 

 

Capitel cisterciense de Las Huelgas (Burgos)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 


3.- Principales construcciones

En las constituciones y reglas cistercienses se prohíbe el empleo de ciertas disposiciones arquitectónicas, como las torres, pero nada se prescribe sobre lo que debería seguirse. Las torres se sustituyen por espadañas. Pregonan que la altura de los templos constituye un insulto a Dios y una prueba de orgullo (totalmente antigoticista). La reducción de la altura implica la supresión del elemento intermedio entre las arquerías y las ventanas: el triforio o tribuna. El ahorro parece haber sido la norma fundamental de esta arquitectura. De ahí la sencillez de las estructuras y la parvedad del ornato, reducido a la más pura geometría. El edificio típicamente cisterciense está totalmente despojado de decoración, no sólo monumental y arquitectónica, sino postiza o adherida, como pudiera ser la pintura o las vidrieras. Las iglesias tienen una impresionante soledad.

De la decisión de no hacer obra de artística surgió una nueva tradición arquitectónica, que produjo una relativa uniformidad en las construcciones, aunque no existe un tipo único de iglesia cisterciense, sí varios y aun ejemplares esporádicos, conformes todos al espíritu de austeridad impuesto por San Bernardo.

Usan el arco de medio punto y también el apuntado. La nave central se cubre con bóveda de cañón que va variando según los estilos artísticos: de medio punto, de cañón apuntadas, bóvedas de crucería ligeramente ojivales con nervaduras y ventanas laterales. Acabarán usando las góticas.  Junto a la nave central, dos naves laterales de menor altura sirven como contrafuertes de la bóveda de la nave central.

Los pilares son cruciformes con pilastras circulares embebidas que se prolongan, una hasta el arco fajón de la bóveda de la nave central, otras dos en los arcos formeros y la cuarta en la nave lateral. Las ramas de ojiva descargan en apoyos preparados, pero o bien son simples ménsulas o columnas que a veces no llegan al suelo. Las pilastras circulares de la nave central, frecuentemente, se interrumpen antes de llegar al suelo en una ménsula.

El aumento incesante de monjes obligó a prolongar los brazos del crucero, con objeto de abrir más capillas. El paso inmediato, en esta marcha de progresivos ensanches, fue agrandar la cabecera y construir un deambulatorio, al que se abrirán capillas radiales.

La planta de la abadía de Fontenay nos ofrece el tipo más cumplido del estilo, con sus ábsides cuadrados y rectangulares y la ausencia total de curvas. Pero también se usa el ábside semicircular, de origen benedictino, al que se añaden capillas, de planta cuadrada o semicircular.

España posee una copiosa cantidad de edificios cistercienses. Se adoptan los dos tipos de cabecera (ábsides rectangulares y semicirculares). El monasterio de mayor relieve es el de Poblet (Tarragona), construido durante el siglo XII. Otros monasterios son los de Santas Creus (Tarragona), Moreruela (Zamora), Las Huelgas (Burgos), Sacramenia (Segovia), Santa María de Huerta (Soria), La Santa Espina (Valladolid), Armenteira (Pontevedra), Meira (Lugo), Osera (Orense), Valdediós (Asturias), etc.
 

 

 

Cubierta de nervios cisterciense

 

 

 

Santa Clara, de Molina de Aragón (Guadalajara)