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La abadíaLas abadías cistercienses
se establecieron en lugares desiertos, en el fondo de valles en los que
había alguna corriente de agua, entre bosques, marismas y brezales. Sus
fundadores cedían grandes extensiones de tierras incultas y despobladas,
cuyo cultivo permitía a los monjes vivir del trabajo manual, al que les
obligaban sus reglas.
La reforma de la orden benedictina
con la creación de los cistercienses no se limita al especto espiritual; también
influyó en su forma de construir. No hay dentro de las fuentes escritas
originales principios artísticos ni preceptos sobre las construcciones
monásticas; pero sí hay indicaciones de carácter negativo.
En la Carta de la Caridad, que
redacta Esteban Harding en 1119, fija la normativa de las casas de la orden: "No se
construirán nuestros cenobios en ciudades, villas o castillos, sino en lugares
remotos al paso del hombre [...]. Se instalarán en lo posible donde haya agua
para el molino y los huertos, de manera que no sea necesario a los monjes vagar
por defuera [...]. En los monasterios no habrá pinturas ni esculturas: simples
cruces e madera únicamente [...]. Las puertas de las iglesias estarán pintadas
de blanco [...] y no se levantarán torres de piedra para las campanas demasiado
altas".
El conjunto de construcciones y el
carácter austero de la arquitectónica cristalizó en un prototipo de
abadía uniforme, que se propagó
rápidamente por toda Europa. Su distribución es siempre idéntica, con el
propósito de que cualquier monje forastero se sienta como en su propia casa nada
más entrar, al reconocer la localización e todos y cada uno de los edificios que
integraban el complejo monástico.
El núcleo germinal del monasterio es
la iglesia. El aspecto exterior es de una gran austeridad y pobreza
decorativa. Presenta una planta con diferencias respecto a Cluny. En teoría, se
prefiere la cabecera plana, sin absidiolos ni girolas. Pero en la práctica, con
el crecimiento del número de pobladores de la comunidad de monjes, se amplía el
número de capillas en la cabecera para atender a las numerosas misas que se
realizan. Es una iglesia estrictamente monástica (se prohíbe la entrada a los
seglares). Utilizaron rejas para separar el templo en dos mitades: la parte
oriental para los monjes profesos y el área de los pies para los hermanos legos
o religiosos que no cantaban misa (conversos o donados), que se ocupaban del
servicio y de otras tareas, como la huerta y la granja.
El
claustro es lugar de paseo,
lectura y meditación. Abogan por capiteles de fórmulas lisas. En La apología del abad Guillermo, redactada por San Bernardo
en 1125 se protesta airadamente contra la exuberante decoración vegetal,
poblada de centauros y otras figuras monstruosas, que aparecen en las
construcciones románicas, que para el reformador, además de ser
ridículas, sólo sirven para distraer la piedad y apartar de la pobreza
evangélica: "Y encima, ni siquiera respetamos las imágenes de los
santos que pululan hasta por el pavimento que pisan nuestros pies. Más
de una vez se escupe en la boca de un ángel o se sacude el calzado sobre
el rostro de un santo. Si es que llegamos a no poder prescindir de
imágenes en el suelo, ¿por qué se ha de pintar con tanto esmero? Es
embellecer lo que en seguida se va a estropear. Es pintar lo que se va
a pisar... ¿De qué le sirve esto a los pobres, a los monjes y a los
hombres espirituales?...Pero en los capiteles de los claustros, donde
los hermanos hacen su lectura, ¿qué razón de ser tienen tantos
monstruos ridículos, tanta belleza deforme y tanta deformidad artística?
Esos monos inmundos, esos fieros leones, esos horribles centauros,
esas representaciones y carátulas con cuerpos de animal y caras de
hombre, esos tigres con pintas, esos soldados combatiendo, esos
cazadores con bocinas... Podrás también encontrar cuerpos humanos
colgados de una sola cabeza, y un solo tronco para varias cabezas. Aquí
un cuadrúpedo con cola de serpiente, allí un pez con cabeza de
cuadrúpedos, o una bestia con delanteros de caballo y sus cuartos
traseros de cabra montaraz.... Por todas partes aparecen tan grande y
prodigiosa variedad de los más diversos caprichos, que a los monjes más
les agrada leer en los mármoles que en los códices, y pasarse todo el
día admirando tanto detalle sin meditar en la ley de Dios".
Al claustro se abren las dependencias
monásticas. La sala capitular es una de
las más importantes ya que en ella se reunía la comunidad de monjes presididos
por al abad para leer los capítulos de la orden y para decidir cuestiones
importantes que afectasen a la comunidad. Al lado se
encontraba el armarium (tambíen armariolum),
un pequeño nicho excavado en el muro provisto de
baldas y puertas de madera en donde se custodiaban los libros que se utilizaban
durante la lectura en el claustro y también los libros litúrgicos. Otras salas
eran el locutorium, la gran sala de trabajos manuales, las letrinas, y
dos accesos: el pasillo abovedado que salía al huerto y la escalera que subía a
un dormitorio común.
El
refectorio o comedor, donde
se lee desde un púlpito a la comunidad durante la comida, tenía próximos la
cocina, el horno de pan, y el calefactorio. Esta última
es la única sala del monasterio provista de fuente
de calor, al margen de las cocinas y la enfermería. Allí acudían los monjes a
calentarse los días de mucho frío, a engrasar sus sandalias y a tonsurarse.
La cilla era una dependencia de servicio donde se guardan las
provisiones del monasterio; generalmente presenta dos pisos: el inferior solía
ser utilizado como bodega, el superior, para almacenar grano.
La
panda (cada lado el claustro)
próxima a la iglesia era la del mandatum
que recibe este nombre por celebrarse en ella el ritual del lavatorio de pies o
mandatum todos los sábados y el Jueves Santo. Es denominada también
«Galería de la Lectura» o «de la Colación», debido a que en ella se instalan los
monjes para leer pasajes de los Padres y especialmente las Collationes
antes del oficio nocturno de completas. Un banco, de madera o piedra, se situaba
a lo largo del muro de la iglesia para servir de descanso a los monjes.
Otras dependencias estaban dentro del recinto amurallado de la abadía:
enfermería, cementerio, bodegas, establos, cuadras, molino, fragua, talleres
artesanales, etc. en la entrada, junto a la portería, se levantaba la hospedería
para transeúntes y una capilla para el pueblo.
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