ESCULTURA ROMANA

 

1.- La herencia griega y etrusca

2.- El retrato escultórico

3.- El relieve histórico

4.- Salir
 

 


1.- La herencia griega y etrusca

La cultura romana no puede substraerse al influjo griego, y lo helénico tiende a la abstracción e idealización. Ya a finales del siglo III a.C. se despoja a Siracusa de sus estatuas para decorar Roma. Tras la conquista de Corinto en el 146 a.C. comienza el gran saqueo de Grecia. Con las esculturas llegan también los escultores. Pero el saqueo no va a ser suficiente; los romanos exigen reproducciones de estatuas griegas, que se van a realizan con toda honradez. La escultura que conocen los romanos es fundamentalmente la del período helenístico.

Dos son las principales aportaciones etruscas a la escultura romana: el sarcófago, que crean para Roma  y para toda la cultura occidental, y el carácter realista que irá invadiendo la escultura etrusca, hasta llegar al retrato.

Por esto se dan dos tendencias paralelas en la escultura romana, una popular y realista y otra aristocrática e idealista, que se irán alterando cuando no conviviendo en suave armonía.
 

 

 

 

Foro romano

 

 


2.- El retrato escultórico

Es el género preferido del escultor romano. El carácter realista resalta los rasgos individuales, incluso sin omitir los defectos. Hunde sus raíces en los retratos funerarios etruscos, en la herencia del último helenismo, y en el sentido objetivo, realista y positivista del pueblo romano. Por otra parte, el deseo de trascender a la historia de modo real y no como una idea abstracta hace que el artista persiga en las cabezas que esculpe una fidelidad al modelo que traduce no sólo el parecido físico sino el sicológico. La afición que tenían los romanos a guardar las imágenes de sus antepasados (imagines maiorum) les lleva a sacar mascarillas en cera de los difuntos, de las que sacaban vaciados en yeso. Estas figuras se guardaban en los armarios de las casas. A imitación de las de cera se hicieron otras en mármol, que son las que conocemos. Estas prácticas favorecen el auge del retrato realista romano.

Durante la época republicana el interés se centra en la cabeza, sobre todo en la cara, prescindiendo del cuerpo; presentan un tipo de busto corto, triangular, donde no asoma el vestido. El pelo es corto, muy plano de talla, apenas sin peinar. Son estos retratos de un gran realismo, reproduciendo arrugas y expresiones severas. De esta época es el retrato de Julio César.

Durante la época imperial, en la época de los Augustos, Roma alcanza una grandeza que quiere ser divina; las clases ilustradas tienen su paradigma en Grecia, los retratos oficiales tienden a un mayor helenismo. Se evitan los defectos que puedan afear los rostros y surge cierta idealización que no impide recoger los rasgos faciales distintivos. Se llega incluso a la representación divinizada de los emperadores. Los retratos de Augusto testimonian el aspecto que debe tener un gobernante perfectísimo. La influencia que el retrato del emperador ejerce en el de los ciudadanos se pone ahora de manifiesto con Augusto. Los suyos, los de sus parientes, colaboradores y amigos, son los más bellos e importantes de la época y suelen responder a tipos bastante uniformes.

Augusto de Prima Porta está representado como general, de imperator con la mano extendida en actitud de arenga. Viste coraza, en la que se representa a un parto devolviendo los estandartes del derrotado Craso. Eros cabalgando sobre un delfín nos recuerda su descendencia de Venus. Va descalzo, símbolo de divinización. En esta estatua de Augusto, descendiente de dioses y pacificador del mundo, queda creado el tipo de retrato característico romano. En el Augusto de la Vía Labicana se representa al emperador como sacerdote (Pontifex Maximus). En ambas obras se nota la idealización griega en contraste con el fuerte realismo del retrato de Julio Cesar.

El poder cada vez más absoluto del emperador no tarda en desembocar en su divinización, como la del emperador Claudio, que se hace en vida, pero sobre todo después de muerto. La consecuencia es el nacimiento de un nuevo tipo de retrato. Se presenta al emperador semidesnudo y coronado de laurel, incluso con atributos divinos, como el águila de Júpiter en el retrato de Claudio.

En la época flavia (69-96 d.C.) aflora más la corriente de carácter popular. En contra del retrato idealista y afectado, académico y cortesano, se vuelve a la sinceridad del retrato de la época republicana. Una novedad de los retratos de esta época es el movimiento lateral de la cabeza, rompiendo el frontalismo anterior, consiguiendo dar una estudiada expresión natural y despreocupada. El tamaño del busto aumenta: comprende el busto, los hombros y los pectorales.

Durante la dinastía de los Antoninos, aunque los retratos de Trajano (98-117) ofrecen un aspecto naturalista, con Adriano (117-138) ofrecen ya un nuevo sentimiento idealista.  Se dan innovaciones: aparición de la barba, incisión de las pupilas y del iris y la prolongación del busto hasta más abajo de los pectorales, mostrando el arranque de los brazos. La acentuación del claroscuro aparece señalada en la talla profunda de los cabellos, que empiezan a encresparse. En esta época se desdeña el empleo de la pintura en las esculturas, con lo que el oficio de escultor supone emplearse a fondo. En el retrato de Cómodo (180-192) la heroización se realiza representándole con los atributos de Hércules.

De Marco Aurelio (161-180) se conserva una estatua ecuestre (tipo de estatua de prerrogativa imperial), la más antigua conocida, conservada hoy en la plaza romana del Capitolio. Servirá de modelo al llegar el Renacimiento. Caballo y jinete están fundidos en bronce, en dos piezas separadas, pero formando el mismo conjunto plástico. Un efecto propagandístico justifica su presencia en la calle. La estatua está para exhibirse y para solicitar la mirada del espectador viendo a Marco Aurelio desfilar victorioso por las calles de Roma.

Con la dinastía de los Severos (193-235) se inicia el resquebrajamiento político romano, lo que se acredita también en el arte. El arte de los siglos III y IV no debe contemplarse desde la perspectiva helenística para concluir en su supuesta decadencia. La nueva expresión artística es manifestación del cambio verificado en la sociedad romana, que ya no es sólo la de Roma, sino también la de las provincias. Frente a lo helenístico se va a dar un lenguaje simbólico e irracional.

Los retratos nos muestran los ojos agrandados, el ceño fruncido, la cabeza inclinada, el cabello y la barba cortos. Se acentúa la talla a trépano en los cabellos. El retrato de Caracalla nos le muestra con la mirada acerada y despectiva hacia un lado.

Paulatinamente se va simplificando el modelado. Los rasgos se esquematizan. Se manifiestan rasgos de simplicidad e hieratismo que definirán a la estatuaria bizantina, como se ve ya en el retrato de Constantino (siglo IV). Tiene el colosalismo propio de la época. El cabello se apelmaza, como una peluca; la barba se hace rala o desaparece y los ojos se desorbitan.

 

 

 

 

Patricio romano con imágenes de sus antepasados. Conocido como "Togado Barberini".

 

 

 

 

Relieve del arco de Tito

 

 

 

 

 

Águila romana

 


3.- El relieve histórico


En el relieve el romano alcanza una trascendencia y personalidad definitiva en la escultura. Al término de la República se generaliza un tipo de relieve de origen helenístico en el que se recurre a efectos pictóricos y de profundidad. Los temas, generalmente históricos, se desarrollan de forma narrativa y continua, representando campañas militares, hechos conmemorativos y ceremonias religiosas. Este tipo de relieve tiene un significado histórico. Se esculpen en piedra las hazañas de los cónsules y emperadores para que el pueblo las admire.

La obra capital del relieve histórico-pictórico es el Ara Pacis Augusta, pequeña construcción abierta por el techo, para encerrar un altar. Permite abundante decoración en sus paredes. Aquí se representa la procesión de la familia imperial para hacer una ofrenda por la paz creada por el emperador. El influjo griego se percibe en la concepción del monumento, pero los escultores son fundamentalmente romanos por la composición demasiado monótona y los efectos de perspectiva, conseguidos por tallas de diferentes planos. Entre los magistrados, sacerdotes, senadores, y miembros de la familia imperial, se puede reconocer a Augusto, Livia y Tiberio. Los personajes purificados llevan una corona de laurel. La escultura se dispone en varios planos; para ello se utiliza el alto, el medio y el bajo relieve. Para introducir variedad unas figuras andan y otras están quietas. Las cabezas se hallan en todas las posiciones: de frente, perfil, espaldas, etc.

En el Arco de Tito los relieves ocupan las paredes interiores y muestran el característico sentido ilusionista de la época flavia. Se talla en tres planos, indicando la lejanía mediante la degradación progresiva del relieve. Nos narra el desfile del emperador, coronado por la Victoria, en su cuadriga guiada por Roma, después de la destrucción de Jerusalén, y el traslado del botín del candelabro de oro de los siete brazos, la mesa de oro y las trompetas del templo judío.

El arco de triunfo de Constantino en Roma, a pesar de su magnitud, muestra ya claras evidencias de la decadencia en que se encuentra la escultura romana en el siglo IV.

De gran singularidad resulta la integración de relieves en una columna. Esta, como símbolo de soporte y esencia de la arquitectura, se venía utilizando como monumento aislado, pero hasta Trajano no se utiliza como soporte de una narrativa. En la Columna de Trajano se desenvuelve a lo largo de una cinta, que se enrolla en sentido helicoidal, con una serie de relieves que relatan las batallas del emperador contra los dacios. En serie seguida, sin solución de continuidad, se suceden los diferentes episodios; el alcance narrativo es inmenso. Son relieves con un interés preferentemente histórico. La columna de Marco Aurelio está inspirada en la de Trajano.

Otra de las aportaciones de Roma a la escultura se realiza a través de los relieves de los sarcófagos. Hasta el siglo I, la costumbre era incinerar a los muertos, pero a partir de ese momento, el triunfo del estoicismo lleva a preferir la inhumación, con lo que se hace necesario labrar sarcófagos. De planta rectangular, están adosados al muro, por lo que sólo presentan decoración en tres de sus lados. Estos frentes de los sarcófagos suponen un amplio campo para la decoración escultórica. Al principio se coloca únicamente un medallón con el retrato del difunto, para más adelante extenderse la composición continua, con temas míticos relacionados con la ultratumba. La mayoría de las escenas suelen pertenecer a los ciclos de Baco, Proserpina, Hércules, Orestes, etc. por la relación de sus trabajos en la vida terrena con la vida de ultratumba. También se presentan temas de batallas y cacerías, en las que la muerte es meramente aludida. A veces la decoración es más sencilla, de forma geométrica; es frecuente la acanalada de doble curva. Por la semejanza de estos temas con un instrumento utilizado por los atletas se denomina a este tipo sarcófago de estrigiles.
 

 

 

 

 

Columna de Trajano. Detalle.

 

 

 

 

 

Marco Aurelio