ESCULTURA del XIX

 

Obra de Rude

1.- Escultura romántica

2.- Escultura realista

3.- Rodin

4.- Salir

 

Amor eterno. Rodin

 


1.- Escultura romántica


La escultura del período romántico sólo se puede
considerar romántica en cierto modo. Durante las primeras décadas perduran las formas estéticas y de superficie pulida del neoclasicismo. No hay un programa escultórico romántico como lo hubo para el neoclasicismo. Los escultores románticos poseen una formación teórica neoclásica. No es, por lo tanto, el mismo romanticismo que el literario o el musical.

Carece de calidad suficiente y sobre todo de una suficiente definición estética. El romanticismo fue un movimiento musical; dentro de la literatura se busca lo más musical, lo más lírico. De ahí que no haya una escultura y arquitectura romántica. Habrá que hablar de aspectos románticos de la escultura.

El romanticismo significa un hecho importante: cambia la concepción del artista. La idea de segregación del artista es romántica, por postura crítica ante la sociedad o por evasión de ella. El artista trata de definirse frente a la sociedad; el arte se convierte en medio de individuación.

El romántico es un artista que conoce la pintura, la poesía lírica, el teatro, pero al que la escultura le está vedada, porque es un arte caro. A los poderes públicos este artista no le interesa y desconfía de él; y el artista no está de acuerdo con los héroes e ideas de las autoridades públicas, que son las que podrían ayudarle. El pintor, músico o poeta, también siente este problema, pero el papel, ordinario o pautado, los pinceles, son relativamente baratos, mientras que el bronce o el mármol son caros. La creación para un mercado privado quedará como posibilidad. Pero la escultura es difícil para el arte privado en esta época: molesta en las pequeñas casas de la burguesía. Sin embargo, la poderosa personalidad de Delacroix terminará transmitiendo sus valores a los últimos reductos conservadores, y nace una escultura pictórica que tiende a ensalzar los fastos históricos, desde Rude a Carpeaux. Como fundamento de la nueva sensibilidad ha de considerarse la necesidad de captar el movimiento y de introducir a las masas en la acción. Desde el punto de vista formal la escultura romántica rehuye el modelado liso del neoclasicismo y propende a superficies ásperas y al gesto grandilocuente.

Francia

Francisco Rude (1784-1855) es el mejor representante del romanticismo escultórico. Obra manifiesto del romanticismo escultórico es el gigantesco relieve denominado La Marsellesa (o la Partida), en el arco de la Estrella de París. Es la representación plástica de la marcha de los voluntarios en 1792. Aunque inspirado en Grecia -patria de todas las libertades-, este relieve abandona la línea neoclásica, elevando el pabellón del más ardiente romanticismo. Ante la realidad de una patria amenazada, los guerreros olvidan los convencionales gestos neoclásicos y se aprestan a guerrear sobre la marcha.

España

La nómina de escultores españoles a los que podemos calificar como románticos es muy corta, pues la mayoría siguen siendo neoclásicos.

José Piquer (1806-1871) tiene una vida pintoresca, pergeñada de rasgos románticos, como su intento de suicidio. Su espléndida obra de San Jerónimo la hace en París. Es romántico no por una renovación estilística, sino por una ampliación del diálogo con el pasado.

Ponciano Ponzano (1813-1871) que ensancha con su eclecticismo los límites del diálogo con el pasado integrando nuevos estilos. Realiza el tema de España y la Constitución para el frontón del Palacio de las Cortes (Madrid). Se trata de una obra de índole oficial y con significación política: representar el amor de España por esa Constitución tantas veces ultrajada.

Jerónimo Suñol (1839-1902) es autor de la obra más típicamente romántica de España: Dante. La realiza en Italia, donde es bien acogida. Representa al poeta pensativo, en actitud sumamente sencilla; pero es de alabar la fuerza del pensamiento que se observa. Tiene recuerdos claros del cuatroccento italiano.

Arturo Mélida (1849-1924) es más superficialmente romántico, pues es un romántico rezagado. Si nos fijamos en las fechas, no es el único con respecto a Europa. Esto es frecuente en España. Ensancha el eclecticismo evocando la Edad Media. Realiza en la Catedral de Sevilla el Sepulcro de Colón, inspirado en sepulcros medievales.

 

 

 

 

 

Barye. Teseo y el minotauro

 

 

 

 

 

 

 

 

Monumento de Cabet, Jean Baptiste Paul a Rude

 

 

Ponciano Ponzano. Busto de Martínez de la Rosa

 

 


2.- Escultura realista

Francia

Francia presenta el grupo más considerable de escultores de este momento. Carpeaux (1827-1875) rompe por completo con el clasicismo y resucita el arte gracioso francés del rococó. Trata de representar el movimiento en su aspecto más fugaz, superando a Bernini, con el que guarda contacto. En su popular obra de La Danza observa cada detalle de los rostros y los cuerpos. Constituye un torrente de alegría, captado con sorprendente celeridad. La rapidez del movimiento barroco ha sido superada.

España

En España el realismo se significa principalmente por la estatuaria honorífica. Las ciudades españolas se colman de estatuas conmemorativas, de las que solo una pequeña parte tiene interés artístico. Son artistas que viven cuando ya en Europa se ha iniciado la renovación de la escultura con Rodin. Toman de éste el modelado de la luz, pero en el fondo sólo es un disfraz, pues el arte sigue siendo el mismo. El historicismo, lo anecdótico y literario caracterizan a esta escultura española.

Este es el caso de Agustín Querol (1860-1909). En el Monumento a Quevedo (Madrid), aunque quiere imitar a Rodin, la vaguedad de su factura carece de la energía del gran maestro.

El barroquismo parece reencarnarse en la escultura de Ricardo Bellver (1845-1924). En el Ángel caído acentúa el patetismo, en una obra que reúne todos los caracteres del barroquismo helenístico. Esta estatua es uno de los mayores aciertos del XIX en España.

Aunque muerto a mediados del presente siglo, Mariano Benlliure (1862-1947) es, por la formación y el significado de su producción, el último gran maestro del realismo decimonónico. Mostró gran afición a los toros y modela toda la variadísima gama de suertes taurinas. Concibe los grupos son suma gracia, logrando captar, con rapidez fotográfica, los fugaces momentos del animal en sus acometidas (El Coleo, Encierro de toros). Destaca por su minucioso detallismo, que no llega a ser cansino gracias a la gran expresividad de los rasgos. Va a poblar España y América de monumentos públicos y funerarios. En Madrid destaca el monumento al general Martínez Campos.

Cataluña a finales de siglo tiene ya un peso específico en el arte. El auge económico de la alta burguesía catalana se traduce en una renovación cultural. Hay un deseo de segregarse del centralismo oficial y de Madrid por causas económicas. De ahí que el separatismo se vea favorecido y se pretenda una escultura más europea. Podemos integrar como ejemplo a José Llimona (1864-1934), con el que entramos ya en España en otro tipo de escultura más auténtica. Nada más convincente que su obra titulada Desconsuelo. Pocos mármoles tan bellos como éste. Recoge la herencia de Rodin. Es un escultor de la luz. Tiene un modelado suave, difuminado, que da a la superficie un ambiente lumínico. Conserva trozos casi sin desbastar porque va a potenciar el carácter lumínico que tiene el cuerpo. Maneja la luz como los impresionistas, pero con un carácter expresivo (simbolismo). El título de la escultura se desprende de la esencia misma de lo visual. No es una alegoría del desconsuelo, es el desconsuelo mismo. La belleza del desnudo es la base de este humanismo idealista. Llimona lo trata con gran delicadeza, sirviéndose del recurso expresivo: la ocultación del rostro.
 

 

 

 

La negritud. Carpeaux

 

 


3.- Rodin


El impresionismo es un movimiento fundamentalmente pictórico, pero ejerce en las décadas finales de siglo una influencia profunda en música (Debussy), literatura (simbolistas y parnasianistas) y escultura. No parece en principio la plástica escultórica procedimiento idóneo para traducir las vibraciones atmosféricas; no obstante algunos maestros saben introducir juegos luminosos mediante una renovación de las técnicas.

Augusto Rodin (1840-1917) es una de las más grandes figuras de la historia de la escultura y desborda los límites del realismo y del impresionismo. Con su sólida escultura rompe el fuerte baluarte del academicismo y todos los cánones académicos. Mientras los críticos le defienden y conquista encargos oficiales, el público se burla de sus creaciones más originales. Sus estudios con Carpeaux le enseñan a plasmar el movimiento; pero son dos viajes los que conforman su estilo.  En 1871 va a Bélgica, para decorar la Bolsa de Bruselas, y allí descubre el barroco flamenco, la vida que fluye en Rubens y los bodegoneros. En 1875 viaja a Italia, donde se encuentra con la grandeza de Miguel Ángel.

En 1864 hiere la hipocresía de los dictadores del academicismo con su desafiante Hombre de la nariz rota. La fealdad intencionada, promovida por la miseria, era el guante de guerra que lanzaba al rostro de los académicos. En La Edad de Bronce nos da una expresión tan viva, que sus enemigos le acusan de utilizar el vaciado de un cuerpo humano real. Se desencadena una terrible persecución contra sus obras. El escultor puede probar la honradez de su método, pero nunca pudo olvidar semejante vileza.

Algunas características se van a repetir en sus obras: la captación del movimiento, en una variadísima gama; interés por la luz. La escultura ha de ser estudiada siempre en función de la luz que ha de recibir en su emplazamiento. De Miguel Ángel aprende la belleza de lo inacabado. Practica deliberadamente este método, dejando inconclusas ciertas partes de la escultura, de suerte que parece que asistimos a su nacimiento. Contra estas superficies rugosas tropieza la luz. Se comporta así con la luz como el impresionista. Pero esto no es obstáculo para que en sus esculturas se encarnen los grandes dramas humanos. Y lo hace con tal intensidad, que sus figuras se erigen en símbolos. Va a prescindir incluso de las partes anatómicas inútiles que hubieran restado significado y fuerza a sus figuras simbólicas, evocadoras. Formas simbólicas como La Catedral, reducida a dos manos en posición orante, La Mano de Dios, en la que de una etérea nube de mármol brota un cuerpo humano, o el Pensamiento. Lo mismo podemos decir del Hombre que anda, al que suprime la cabeza para mejor expresar el movimiento.

En 1880 el gobierno francés le encarga las puertas del futuro museo de Arte Decorativas; se las conoce como las puertas del Infierno. En El Pensador quiere representar a Dante. Con su absorbente mirada piensa por toda la humanidad. Es una obra en la que la influencia miguelangelesca se manifiesta clara.

El Beso es uno de los pocos grupos que disfrutó de aceptación popular. Supone a un tiempo la apoteosis de la belleza y el movimiento, con la multiplicación de los planos y la suave ondulación de la superficie. Más que entretenerse en pormenores descriptivos o precipitarse en la inmoralidad, ensalza la atracción irresistible de dos seres.

En 1884 la ciudad de Calais le encarga un monumento para conmemorar el quinto aniversario de la liberación de los ingleses. Se apoya en un relato de la capitulación de la ciudad. El monarca inglés, que rendía la plaza, pidió la entrega de la ciudad sin condiciones, pero prometió clemencia si seis de los principales ciudadanos se le entregaban para disponer libremente de sus vidas. Se los someterá a la máxima humillación, pues deben presentarse con la cabeza descubierta, descalzos, sin camisa, con cuerdas al cuello y las llaves de la ciudad en la mano. El más rico de aquellos burgueses, acompañado de otros ricos burgueses, cumplió lo prometido. Con estas figuras compone el grupo de Los ciudadanos de Calais, de gran expresionismo. Personas decididas a cumplir su misión, no impide que el ánimo se manifieste diversamente en cada figura. Todo un conjunto de sicologías se pone ante nuestros ojos. Rodin dispone el grupo sin pedestal, al nivel del piso, para que el espectador se introduzca, sin apreciarlo, en la tragedia.

Numerosos retratos salen de sus manos. Pero en todos rechaza la belleza externa. Modelaba el alma y sacaba las verdades a flor de piel, provocando el estupor de sus retratados. Cuando le encargan el monumento a Balzac va a Turena, donde había vivido éste, para conocer mejor al personaje. Allí obtiene una completa información de su persona. Lee en Lamartine que "Balzac tenía unos cabellos que caían como crines; sus ojos despedían llamas, y tenía el busto de un carretero turenés". Esta descripción es asimilada por Rodin. La estatua es rechazada. La hace totalmente con técnica impresionista, abriendo profundas oquedades en la materia, técnica muy similar a la usada por Goya en la pintura.

 

 

 

Retrato de Rodin en 1904

 

 

 

 

Juan Bautista. Rodin

 

 

 

 

El pensador. Rodin