ESCULTURA MANIERISTA

B.Ammanati. Leda y el cisne

1.- Italia

2.- España

3- Salir

 

Salero. B.Cellini

 


1.- Italia

No hay figura más típica del lenguaje virtuosista manierista que la figura serpentinata, que evoluciona a partir del contrapposto clásico, recuperado en el primer renacimiento. Serpentinata significa que la figura debe asemejarse a una S. La mejor forma que lo representa es la llama. Y esto aplicado no sólo al conjunto de la figura, sino también a sus partes.

Esta nueva forma compositiva ya se ve claramente en la Victoria de Miguel Angel, en la que el movimiento parece fluir a través de los miembros del cuerpo y no en direcciones encontradas. Es piramidal, flamígera y serpentinata. Nos da idea de una flexibilidad y elasticidad más allá de lo natural. Las torsiones no van acompañadas de esfuerzo y por tanto no sugieren energía. Los contrappostos que en ella encontramos no entrañan contraste entre funciones estáticas y dinámicas entre los miembros; las figuras salen así variadas y graciosas. Es notable y lógica la popularidad que en el XVI alcanza la figura del Discóbolo, la figura de la antigüedad que, con torsiones moderadas, más se asemejaba a esta nueva apreciación. Tiziano, por ejemplo, la usa para el nieto suplicante de su retrato del papa Paulo III, en su etapa más próxima al manierismo.

Al lado de M. Angel, los demás escultores del XVI son inferiores. En la segunda mitad del XVI predomina el manierismo, con diferentes aspectos: unos exageran las actitudes y colosalismo miguelangelesco (Bandinelli, Ammanati), otros tienden al virtuosismo (Cellini), y hay quien acentúa la corrección académica. Pero la fórmula manierista más socorrida es aquella que reduce la obra a un puro arabesco de líneas onduladas (Juan de Bolonia).

La mayoría de los artistas son florentinos o al menos para Florencia hacen sus obras más importantes.

Benvenuto Cellini (1500-1574) es uno de los escultores más conspicuos del renacimiento. Es fundamentalmente un gran orfebre, un extraordinario ornamentista. Tuvo serios problemas en Roma. Encarcelado en el castillo de San Angelo, se escapó y fue a Francia, invitado por Francisco a I, donde realizó el famoso salero  en oro y esmalte para el rey. Sus propias esculturas de bronce pueden considerarse como obras de orfebrería (Cósimo I Médicis). En el Perseo nos da una escultura con un sentido pictórico. En esta obra nos deja un ejemplo admirable de su virtuosismo técnico. No hay más que ver cómo chorrea la sangre por la parte seccionada de la cabeza. El pedestal constituye un precioso tratado de orfebrería, con bellas estatuas en los nichos. Perseo, al revés que los héroes de Miguel Ángel, se ocupa más de exhibir la hermosura de su cuerpo que de mostrar la grandeza épica de su acción.  Él mismo cuenta las dificultades que tuvo para fundir la cabeza de la Medusa.

Juan de Bolonia (1529-1608) sigue la secuela más auténtica e inspirada de la invención de Miguel Ángel. En el Rapto de las Sabinas nos da la figura serpentinada multiplicada por tres. La curva que va desde el pie derecho de la figura principal a la cabeza de la mujer, pasando por el cuerpo de aquella, se cruza, en un magnífico equilibrio, con una larga línea a modo de llama que parte del pie izquierdo del hombre agachado, pasa por su torso y su brazo alzado y termina en los brazos y la mano izquierda de la mujer. Pero esto es visto desde una posición.

Lo asombroso es que este sistema funciona plenamente en redondo, pues cuando caminamos en torno al grupo, sus elementos van disolviendo continuamente un patrón para fundirse en otro, pero siempre componen alguno.

Este toque se aprecia mejor en los pequeños bronces de Juan de Bolonia, hechos para ser contemplados de cerca y sin prisas. Están pensados para darles vuelta en la mano. Y esto tanto en las figuras masculinas como femeninas. Las figuras de Juan de Bolonia fueron muy imitadas, a veces con gran belleza, pero nunca con una complejidad tan perfecta. El Mercurio constituye la máxima expresión de la libertad artística en su obra. La composición es fluida. El brazo derecho, que en la vista frontal se dispara hacia el cielo desde la pierna que sostiene el peso del cuerpo, forma en la vista lateral una melodiosa curva con el brazo izquierdo, y se contrapone a otras dos curvas: de la cabeza al pie derecho y la que une el codo izquierdo con el pie izquierdo.

Las figuras de Juan de Bolonia fueron muy imitadas, a veces con gran belleza, pero nunca con una complejidad tan perfecta.

 

 

 

 

 

Retrato de Paulo III y sus sobrinos.Tiziano

 

 

 

 

 

 

 

Ganímides. B. Cellini

 


2 .- España

¿Hay manierismo en la escultura española?

El parámetro para ver si el manierismo se da en España será ver si hay equilibrio entre forma y contenido. El desequilibrio vendría dado por la inclinación hacia la forma sobre el contendido. Este desequilibrio se vería en un alejamiento del naturalismo para caer, sin sentido peyorativo, en una estética más subjetiva, tanto en el tratamiento mimético de la realidad como en la distorsión de las formas. Esto nos llevaría a una sentido antifuncional de la obra de arte, hacia un desinterés por los fines extraartísticos de la obra de arte: informativo, pedagógico, devocional, dentro del manierismo. La falta de funcionalidad y la impropiedad son los máximos obstáculos para el desarrollo en España del manierismo figurativo.

El arte español del XVI es fundamentalmente arte religioso, con una finalidad religiosa (devocional, votiva, catequética, moralizante). En este sentido la tradición medieval se mantiene en España durante este siglo y se mantendrá en el siguiente. Los primeros escultores hispanos (Zarza, Forment) no captan con profundidad el renacimiento que se está dando en Italia, aunque hayan pasado por allí.

Las siguientes generaciones, por razones puramente cronológicas o biográficas, pudieron entrar en contacto con los comienzos del manierismo histórico y decidirse por aceptarlo o rechazarlo; es el caso de Pedro Machuca, Bartolomé Ordóñez, Diego de Siloé, pero, ¿era la clientela (dejando al lado una minoría que buscaba un clásico a la romana) proclive a estas nuevas formas o preferían las opciones rezagadas en que se movía la mayoría? Es difícil contestar a esta pregunta.

El caso de Alonso Berruguete (1490-1561) es más complejo. Es el escultor más famoso en Castilla en el XVI. Nace en Paredes de Nava (Palencia), hijo del pintor Pedro Berruguete. Está en Roma y Florencia desde 1505 y aquí permanece en contacto directo con Miguel Ángel. En 1517 se encuentra ya en Valladolid. Trae de Italia un concepto del quehacer artístico en consonancia con el ideal del cinquecento. Es el primer artista hispano que sustituye los viejos cánones humanos medievales por los vitruvianos clásicos de 10 rostros; el primero en inclinarse por una técnica pictórica al fresco con sentido antiguo.  Es el primer tallista español en preocuparse por dotar a sus figuras de un volumen en redondo, con frontales que no agotan la contemplación de la obra sino que deben completarse lateralmente, creando así un movimiento giratorio a través de un intrincado esquema de miembros retorcidos elegantemente, recurso propio de la escultura manierista. En esta misma línea está la falta de estabilidad de las figuras y la belleza de algunas de sus obras (San Sebastián, Eva) en Valladolid y Toledo respectivamente. Tres son los componentes artísticos de sus obras: Donatello, con su talla profunda y menuda, sus modelos alargados, sus dulces formas femeninas; Miguel Ángel, con su apasionamiento y la sugestión de un volumen ásperamente tridimensional; y el Laoconte, verdadero modelo común de los artistas del XVI; a lo que hay que añadir un sustrato gótico.

Da a sus figuras un sentido angustioso; se retuercen como ascuas, buscando formas angulosas, posturas inestables, lo que le obliga a buscar sustentáculos. Tal angulosidad es en rigor de origen gótico. Mueve con energía la acción hacia delante por medio de brazos y piernas, lo que invita a la contemplación lateral, enriqueciendo los puntos de vista. Rompe con la simetría frontalista, y para ello utiliza un recurso bastante socorrido: colocar una pierna sobre un escabel o apoyo. Estruja los músculos, que se distienden como si fueran de metal. Detesta las formas llenas y macizas; prefiere el nervio. Alarga las proporciones y estiliza las formas. Trabaja deprisa, como si tuviese miedo de que se le marchase la idea; corrige luego con pintura el desliz.
Su obra más renombrada es el retablo mayor de San Benito de Valladolid, una obra inmensa, rematada con los temas de la Asunción de la Virgen y el Calvario. Las figuras pequeñas son las que se han hecho más populares: San Cristóbal, el Sacrificio de Abrahám, inspirado en el Laoconte y Donatello, y sobre todo San Sebastián. Figura esta última llena de una sensibilidad que atrae por la original composición de sus líneas y por la inestabilidad de la postura, ya que el Santo está meramente superpuesto al árbol, adaptándose a la forma quebrada de éste. Es un bello ejemplo de movimiento sugerido. Sin duda está inspirada en los Esclavos de Miguel Ángel. Ciertas obras van a provocar críticas ásperas por parte de algunos contemporáneos. Porque su San Sebastián no es en absoluto una obra religiosa, sino una pura obra de arte. El tema fue en manos de Berruguete un auténtico pretexto.

El día 1 de enero de 1539 el cardenal Tavera le encomienda la mitad de la sillería alta de la Catedral; la otra mitad estaba reservada para Felipe Vigarny. ERan 35 sitiales en nogal con personajes del Antiguo Testamento en el respaldo. Aquí es donde al desnudo, pues es escultura no policromada, se puede apreciar toda la genialidad de Berruguete (Eva). Al morir Vigarny en 1542,el Cabildo toledano le encomienda el remate de la silla episcopal, que Berruguete termina en 1547 con el grupo de la Transfiguración, en bulto completo y tallada en alabastro. Se coloca el tema en una arquitectura abierta, colaborando en el efecto transfigurador la luz que viene de la fachada. Por todo ello tiene el valor de adelantarse al barroco.

Figuras como san Sebastián o Eva provocaron críticas ásperas por parte de algunos contemporáneos. Incluso alguno de nuestros mejores estudiosos de Berruguete, como Martín González, ha insistido, aunque marginalmente, sobre el esteticismo y el desinterés por el sentido del decoro: "sus interpretaciones rozaban la posibilidad de la objeción por parte de las autoridades eclesiásticas. Porque su San Sebastián no es en absoluto una obra religiosa, sino una pura obra de arte. El tema fue en manos de Berruguete un auténtico pretexto...".

Hacia 1533 aparece en León Juan de Juni (h.1507-1577), encontrando en España un ambiente muy propicio para el desarrollo de su arte. Posee unas cualidades diferentes de Berruguete. Su gubia es lenta y meticulosa, pero los resultados son grandiosos por su dimensión trágica y por su brillante y encendida policromía. El arte de Juni es fuertemente apasionado. Utiliza los más atrevidos escorzos. La misma fuerza que sacude las formas impregna el espíritu. Los rostros claman angustiosos; pero con la misma vehemencia se expresan las manos y los vestidos.  En la iglesia de Santa María de Benavente trabaja en figuras del retablo mayor. En una capilla lateral de dicha iglesia, la de Los Benavente, trabaja en el bellísimo retablo mayor manierista en el que se narra la vida de la Virgen María en cinco bajorrelieves, presididos por una magnífica talla de la Inmaculada Concepción. La aportación de Juni se extiende también al campo del retablo. Contrata el de la parroquia de Santa María de la Antigua, en Valladolid. El manierismo arquitectónico vibra en su ensamblaje, hasta el punto de que los santos pugnan por no morir de asfixia, aplastados los los intercolumnios.

Se afinca en Valladolid, y aquí contrata el Entierro de Cristo. Está ordenado clásicamente y con rigurosa simetría. Forma un conjunto sobrecogedor, donde abundan las expresiones patéticas y los gestos de terror. Sin embargo, un calmado clasicismo se aprecia en el grupo de San Juan y la Virgen. La policromía constituye un verdadero muestrario de técnicas, luciendo brillantemente y realzando el valor de la plástica. El estilo de Juni va perdiendo las agudas asperezas de la primera época, para ofrecernos formas más dulces y composiciones suavemente onduladas, aunque sin perder el dramatismo. Este cambio se nota en la Piedad de la Catedral de Segovia.
La cuidadísima técnica y el gesto acongojante se puede observar en el busto-relicario de Santa Ana, en el Museo Nac. de Escultura (Valladolid).

Juan de Juni pertenecía a la cofradía de la Quinta Angustia, y en torno a 1567 labra la conmovedora Dolorosa, que se convertirá en prototipo de las vírgenes procesionales castellanas del barroco.

Desde mediados de siglo se puede hablar en España de un seudomanierismo como generalización paulatina. Con todo, la finalidad religiosa de las obras impide el desarrollo formal del manierismo. No hay que olvidar que el arte español del XVI es, en gran medida, arte de parroquias y monasterios de pequeños centros urbanos provinciales e incluso rurales, cuyos clientes estaban ajenos a una problemática de las formas pero estaban interesados en la vitalidad y vigor religiosos y devocionales de sus imágenes.
 

 

 

 

 

 

 

San Juan Bautista. Toledo. Berruguete

 

 


 

 

 

 

 

 

 

Juan de Juni. Ecce Homo