El arte prehelénico es uno de lo componentes que influirán decisivamente en la conformación del arte griego, de ahí el nombre de prehelénico. Desde el tercer milenio, los pueblos en torno al mar Egeo se convierten en vanguardia de la civilización del metal. Entre los numerosos núcleos, los más importantes se desarrollan en torno a la isla de Creta y, dentro de la península griega, en Micenas.
Lo más primoroso que nos ha dejado el arte cretense lo encontramos en la pintura. Realizada al fresco, con ella se cubren grandes espacios murales en los palacios. Es una pintura fundamentalmente decorativa. Se siguen algunas normas comunes: frontalidad, color distinto en hombres (rojo) y en mujeres (más pálido), escaso interés por la anatomía, figuras que parecen no tener armazón óseo, etc. Es un arte fundamentalmente de perfiles, de ritmos ondulantes. No hay proporción ni perspectiva, sacrificando todo al estilo. Los colores son ideales, y no guardan relación con la naturaleza, pero destacan por su gran viveza. Nos ofrecen así un arte delicado, donde triunfa la más bella estilización. Los temas están sacados de la vida vegetal y animal y de la animada vida de la corte, en la que no faltan acrobacias sobre el toro y juegos de atletas. Los frescos más famosos se han encontrado en Knosos: El copero, La parisiense, El príncipe del lirio, Fresco de los delfines, Las damas de azul. En Thera (Akrotiri) se han encuentran unos frescos graciosos. Dentro de la cerámica encontramos también excelentes muestras pictóricas.
Creta crea las formas de los vasos, los temas y el estilo de la
decoración, que son imitados en otras partes del mundo egeo. El primer
tipo clásico de cerámica cretense es el Camarés o de "cáscara de huevo",
así denominado por la delgadez de sus paredes. Posiblemente era cerámica
no de uso doméstico. Las formas responden a la
finalidad de las vasijas, y se decoran con temas abstractos, geométricos y
vegetales estilizados. Este tipo de vasos será reemplazado más tarde por
vasijas de tonalidades negruzcas, ocres o rojizas que tienen como temas
preferidos la flora y fauna marinas y flores de largos tallos que tienden
a ocuparlo todo. |
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Entre 1400 y 1200 a.C. el influjo político pasa a las ciudades del continente: Micenas y Tirinto. Esta nueva civilización de la edad del Bronce recibirá el nombre de micénica gracias al desenterramiento de Micenas por parte de Schliemann y por ser ésta el mayor núcleo poblado y de mayor empuje de esta cultura (coincidiendo así con la idea de Homero de que Micenas era la más poderosa por ser su rey, Agamenón, el general en jefe de la tropas griegas en la batalla de Troya). La civilización de Micenas, esencialmente
guerrera, muestra una estética muy diferente de la cretense. Se manifiesta en el
campo arquitectónico por la concepción de ciudades fortificadas, rodeadas de
poderosas murallas y puertas construidas con técnica ciclópea (a base de enormes
sillares). Son ciudades colocadas en lugares escarpados, dominando la llanura o
vigilando algún lugar de paso. Encontramos puertas megalíticas, como la de
Los
Leones, en Micenas, con el tema minoico de la columna de fuste invertido, a la
que adoran dos leones afrontados, sobre un monolítico dintel; grandiosas tumbas
(el tholos llamado Tesoro de Atreo), construidas con un corredor o dromos de
sillares regularmente dispuestos y trabajados, excavado en la colina, que lleva
a una cámara circular. Esta está cubierta con una falsa bóveda, conseguida
mediante hiladas concéntricas de sillares que van reduciendo el espacio. Es
falsa bóveda ya que sus presiones son verticales y no oblicuas. Comunica con una
sala cuadrada más pequeña y sepulcral. Una de las imágenes más conocidas del arte micénico es esta máscara funeraria de Agamenón. Durante un tiempo se pensó que perteneció al rey micénico Agamenón, que fue el líder de los griegos durante la guerra de Troya, según la leyenda homérica. Lo único que está claro es que se trata de una máscara funeraria y que se encontró en una de las tumbas reales del período micénico, en el siglo XVI a.C. Además de un cierto gusto por el oro, revela la inmensa dignidad de la imagen micénica del ser humano. La cerámica minoica, que aparece ya hacia 1600 a.C., se
enriquecerá con las formas de Creta y de las islas del mar Egeo. La decoración
que usa es fundamentalmente minoica, pero organizada de forma clara y racional.
Uno de los ejemplares más interesantes de comienzos del siglo XII es el
vaso de los guerreros, aparecido
en una casa de Micenas. |
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