La arquitectura asturiana, con edificios generalmente de pequeño tamaño, aunque derivada de la visigoda, por su falta de contacto con los grandes monumentos de ésta, pierde algunos de sus elementos más característicos, mientras que el deslumbrante poderío del no muy lejano reino franco facilita la influencia del arte Carolingio. A estas influencias hay que añadir tradiciones romanas y protohistóricas. Características de la arquitectura: se emplea el arco de medio punto, con frecuencia peraltado; la bóveda es de medio cañón o peraltada sobre arcos perpiaños o fajones, contrarrestados por medio de estribos en el exterior; la planta es basilical; los materiales empleados son pobres: sillarejo y mampostería; el sillar se reserva para ciertas partes del edificio; utiliza columnas sogueadas; capiteles derivados del corintio (lengüeta) o poliédricos. La decoración (pintura al fresco, escultura, relieve) es abundante y adorna a todos los monumentos. Alfonso II (793-842), ya en el IX, designa a Oviedo
como capital del Reino, y quiere hacer de ella una capital política y
monumental, que prolongue el esplendor de la corte gótica de Toledo. Para ello
restaura la organización eclesiástica y palatina "de los godos, tal como
había existido en Toledo". Hace
construir cinco iglesias, varios palacios, y numerosos edificios públicos. Poco
nos ha quedado de ello (San Tirso). En todas las obras se nota una unidad estilística, lo
que tal vez indique la presencia de un artista organizador. En este estilo
reviven técnicas constructivas empleadas por los romanos en la región asturiana,
aunque con resultados totalmente nuevos. San Julián de los Prados es el monumento mejor conservado de esta época, y uno de los más interesantes. Con 30 metros de largo y 25 de ancho, es la mayor iglesia prerrománica conservada en España. Presenta plan basilical, con tres naves separadas por pilares, arcos de medio punto, más uno de triunfo también de medio punto. Posee crucero y triple ábside rectangular. El tamaño, los elementos y la decoración pictórica, nos hablan de un cierto aire romano. La cubierta es de madera. Al exterior nos encontramos con dos porches y algunos pequeños contrafuertes. Pero lo que más llama la atención es el juego de volúmenes que las alturas diferentes de las naves establecen y la presencia sobre la capilla central por la parte exterior de una pequeña pieza cerrada, de la que se ignora su finalidad. Esta libertad y grandeza con las que se aprovechan los espacios va a ser una característica de la arquitectura asturiana. El año 829, Teodomiro, obispo de Iria Flavia,
encuentra del sepulcro del apóstol Santiago en Compostela. Alfonso II manda
construir una
pequeña
iglesia en el lugar. Más tarde, Alfonso III mandará construir otro
templo en el mismo lugar. Sobre él se levantara a partir de 1075 la actual
catedral de Santiago. Santa María del Naranco se proyecta como residencia real, con salas de baños, salas para los soldados, salón de recepciones y miradores en el piso superior. Ya en el mismo siglo IX pasa a ser Iglesia. El piso superior es de una altura notable, cubierto con bóveda de cañón. Esta es la novedad más importante del edificio: un ensayo técnico que tardará todavía dos siglos más en usarse en Europa. La bóveda está reforzada por arcos fajones o perpiaños, que descansan en columnas por el interior, y coinciden con contrafuertes al exterior. San Miguel de Lillo se levanta a poca distancia del palacio y era el oratorio, una capilla áulica con tribuna a los pies para uso del monarca. En el siglo XIII se cayó la parte delantera, por lo que lo que nos queda es la fachada. La fachada que presenta es tal vez la primera fachada monumental de la arquitectura española. Las celosías son importantes desde el punto de vista decorativo. Se cree que estas dos obras serían del mismo autor, mientras que Santa Cristina de Lena sería obra de un imitador. Es, desde luego, más rústica que las anteriores obras. El reinado de Alfonso III (866-910), que ya penetra en el siglo X, marca el fin de la monarquía y del arte asturiano. El reino había adquirido una extensión notable (se había llegado al Duero), y se intenta una política de repoblación de los territorios ocupados, lo que provoca una fuerte corriente inmigratoria de mozárabes. San Salvador de Valdediós es notable por su influjo mozárabe, perceptible en la forma de herradura de ciertos arcos decorativos. Detalle importante es la existencia de un pórtico lateral cubierto con arcos perpiaños que se apoyan en columnas. Tales pórticos serán de uso corriente en el románico. Presenta también tres ábsides rectangulares, lo mismo que el eremitorio sobre el altar. El único resto de
arquitectura civil que queda de esta época es la fuente conocida como
Foncalada. |
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En el siglo VIII apenas si hay escultura: no hay restos
atribuidos a esa época. Cuando reaparece en el IX, va a ser tan distinta del
visigodo, que podemos pensar que se han roto las tradiciones con el visigodo. Los clípeos parece que tienen un origen romano. Aparecen en las basílicas del arte tardorromano, bien en pintura o con incrustaciones de mármol, en el mismo lugar que en el asturiano. En Santa María del Naranco se aplica lo mismo, pero en escultura, en relieve, cumpliendo las mismas funciones que la pintura o mosaico. Pero todo ello aparece tratado con una óptica bárbara. La jamba de Lillo presenta la figuración
en un lugar privilegiado. Hay una ruptura total con la iconografía visigoda;
proviene de los dípticos consulares bizantinos. ¿Qué sentido tiene este tema en
un lugar tan importante? Claramente político. La imagen del díptico es para los
asturianos un reflejo del poder y del aparato ceremonial de los bizantinos. El
hecho de copiar una obra bizantina da a los reyes asturianos una imagen de poder
y de autoridad. El díptico es el del Cónsul Areobindus
en la parte superior se encuentra el cónsul entre dos funcionarios, dando la
señal con la mappa para que comiencen los juegos; en la parte inferior se
representan juegos de circo. En cuanto a la técnica, desaparece la talla a bisel y se la sustituye por otra con el contorno en redondo, lo que permite suponer incluso un cambio de utillaje. Otro tema decorativo atrae la atención: las celosías que adornan todas las ventanas. Los dibujos de las celosías se complican a medida que el tiempo pasa. |
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La decoración pictórica representa otro aspecto
importante de la ornamentación asturiana. En la actualidad apenas si quedan
rastros sobre los muros, pero se han podido reconstruir dibujos completos
gracias a la grabación previa que hacían del dibujo antes de dar los colores
al fresco. Así sabemos que estos edificios estaban enteramente decorados. Los
temas son siempre los mismos: vasos con guirnaldas y flores, cortinas, temas
arquitectónicos, círculos entrelazados, grecas, etc. Todo ello en línea con una
tradición áulica de tipo romano, que tanto Carlomagno como los reyes asturianos
tratan de resucitar en la medida de sus posibilidades, como expresión de la
majestad real que esperan dar a sus creaciones arquitectónicas. Por esto, estas
pinturas son como un último y melancólico adiós al mundo antiguo dentro de un
mundo totalmente diferente. En San Salvador de
Valdedíós quedan pocos restos de la pintura que decoraba el interior del
edificio, pero es suficiente para darnos cuenta de lo que tendría que haber sido
aquel edificio cuando se encontraba en todo su esplendor.
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Las piezas de metales preciosos son de gran
interés y muestran un esplendoroso desarrollo. Es una manifestación artística
que goza de la preferencia de los pueblos bárbaros. Los asturianos van a seguir
la corriente franco-carolingia en lugar de la visigoda, como se podría esperar
y dada la perfección a que había llegado la orfebrería visigoda. La Cruz
de los Ángeles es de madera recubierta de oro y adornada con labor de
filigrana, piedras engastadas y camafeos clásicos. La Cruz de la Victoria
es más suntuosa que la anterior. Está decorada con numerosas piedras preciosas
y placas de esmalte. Tipológicamente pertenecen al grupo de cruces sin Cristo e,
ideológicamente, responden a una significación común a otras obras
europeas de reforzamiento del poder político apoyado en lo espiritual,
que aquí se matiza por la reconquista frente a los musulmanes. |
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