PERIODO ASTURIANO

 

Cripta de santa Leocadia. Oviedo

1.- Introducción

2.- Arquitectura

3.- Escultura

4.- Pintura

5.- Orfebrería

6.- Salir

 

Capìtel de Santa María del Naranco


 


1.- Introducción

La población hispana aceptó sin grandes tensiones sociales la invasión árabe. Las capitulaciones que firmaron sólo les prohibían manifestar públicamente su liturgia y fabricar nuevos edificios de culto. No obstante, algunos aristócratas disintieron del nuevo régimen y se refugiaron en las montañas astures. Tras la victoria de Covadonga (722), surge en las montañas del norte, a donde no había llegado la romanización, un pequeño estado cristiano que se consideraba heredero legítimo del visigodo. Junto a la resistencia militar, se empiezan a levantar recios edificios.

Estas empresas artísticas, englobadas bajo el nombre de "arquitectura asturiana",después de que Jovellanos acuñase este término en 1788, presenta caracteres comunes. Tres reyes van a patrocinar los monumentos asturianos: Alfonso II el Casto (791-842), Ramiro I (842-850) y Alfonso III el Magno (866-910).
 

Cruz de los Ángeles 

 


2.- Arquitectura

La arquitectura asturiana, con edificios generalmente de pequeño tamaño, aunque derivada de la visigoda, por su falta de contacto con los grandes monumentos de ésta, pierde algunos de sus elementos más característicos, mientras que el deslumbrante poderío del no muy lejano reino franco facilita la influencia del arte Carolingio. A estas influencias hay que añadir tradiciones romanas y protohistóricas.

Características de la arquitectura: se emplea el arco de medio punto, con frecuencia peraltado; la bóveda es de medio cañón o peraltada sobre arcos perpiaños o fajones, contrarrestados por medio de estribos en el exterior; la planta es basilical; los materiales empleados son pobres: sillarejo y mampostería; el sillar se reserva para ciertas partes del edificio; utiliza columnas sogueadas; capiteles derivados del corintio (lengüeta) o poliédricos. La decoración (pintura al fresco, escultura, relieve) es abundante y adorna a todos los monumentos.

Alfonso II (793-842), ya en el IX, designa a Oviedo como capital del Reino, y quiere hacer de ella una capital política y monumental, que prolongue el esplendor de la corte gótica de Toledo. Para ello restaura la organización eclesiástica y palatina "de los godos, tal como había existido en Toledo". Hace construir cinco iglesias, varios palacios, y numerosos edificios públicos. Poco nos ha quedado de ello (San Tirso). En todas las obras se nota una unidad estilística, lo que tal vez indique la presencia de un artista organizador. En este estilo reviven técnicas constructivas empleadas por los romanos en la región asturiana, aunque con resultados totalmente nuevos.

En el centro de Oviedo, junto a la catedral, se levanta la Cámara Santa, edificio que consta de la cripta de Santa Leocadia y la capilla de San Miguel.

 San Julián de los Prados es el monumento mejor conservado de esta época, y uno de los más interesantes. Con 30 metros de largo y 25 de ancho, es la mayor iglesia prerrománica conservada en España. Presenta plan basilical, con tres naves separadas por pilares, arcos de medio punto, más uno de triunfo también de medio punto. Posee crucero y triple ábside rectangular. El tamaño, los elementos y la decoración pictórica, nos hablan de un cierto aire romano. La cubierta es de madera. Al exterior nos encontramos con dos porches y algunos pequeños contrafuertes. Pero lo que más llama la atención es el juego de volúmenes que las alturas diferentes de las naves establecen y la presencia sobre la capilla central por la parte exterior de una pequeña pieza cerrada, de la que se ignora su finalidad. Esta libertad y grandeza con las que se aprovechan los espacios va a ser una característica de la arquitectura asturiana.

El año  829, Teodomiro, obispo de Iria Flavia,  encuentra del sepulcro del apóstol Santiago en Compostela. Alfonso II manda construir una pequeña iglesia en el lugar. Más tarde, Alfonso III mandará construir otro templo en el mismo lugar. Sobre él se levantara a partir de 1075 la actual catedral de Santiago.

En el breve reinado de Ramiro I (842-850), el arte asturiano alcanza su perfección. En la ladera del monte Naranco levanta un complejo residencial, dotado de palacio y oratorio, donde poder ausentarse largas temporadas sin descuidar los asuntos oficiales de la cercana corte ovetense. De esta época se han conservado los tres monumentos tal vez más hermosos del prerrománico español.

Santa María del Naranco se proyecta como residencia real, con salas de baños, salas para los soldados, salón de recepciones y miradores en el piso superior. Ya en el mismo siglo IX pasa a ser Iglesia. El piso superior es de una altura notable, cubierto con bóveda de cañón. Esta es la novedad más importante del edificio: un ensayo técnico que tardará todavía dos siglos más en usarse en Europa. La bóveda está reforzada por arcos fajones o perpiaños, que descansan en columnas por el interior, y coinciden con contrafuertes al exterior.

San Miguel de Lillo se levanta a poca distancia del palacio y era el oratorio, una capilla áulica con tribuna a los pies para uso del monarca. En el siglo XIII se cayó la parte delantera, por lo que lo que nos queda es la fachada. La fachada que presenta es tal vez la primera fachada monumental de la arquitectura española. Las celosías son importantes desde el punto de vista decorativo.

Se cree que estas dos obras serían del mismo autor, mientras que Santa Cristina de Lena sería obra de un imitador. Es, desde luego, más rústica que las anteriores obras.

El reinado de Alfonso III (866-910), que ya penetra en el siglo X, marca el fin de la monarquía y del arte asturiano. El reino había adquirido una extensión notable (se había llegado al Duero), y se intenta una política de repoblación de los territorios ocupados, lo que provoca una fuerte corriente inmigratoria de mozárabes. San Salvador de Valdediós es notable por su influjo mozárabe, perceptible en la forma de herradura de ciertos arcos decorativos. Detalle importante es la existencia de un pórtico lateral cubierto con arcos perpiaños que se apoyan en columnas. Tales pórticos serán de uso corriente en el románico. Presenta también tres ábsides rectangulares, lo mismo que el eremitorio sobre el altar.

El único resto de arquitectura civil que queda de esta época es la fuente conocida como Foncalada.
 

 

 

 

San Pedro de Nora (Asturias)

 

 

 

 

 

 

Santa María del Naranco (Oviedo). Detalle del mirador.

 


3.- Escultura

En el siglo VIII apenas si hay escultura: no hay restos atribuidos a esa época. Cuando reaparece en el IX, va a ser tan distinta del visigodo, que podemos pensar que se han roto las tradiciones con el visigodo.
En el IX se dan en el asturiano unos componentes distintos con respecto a la escultura visigoda. Hay un barbarismo muy fuerte. Los árabes cortan los focos culturales del país (Toledo); Galicia y Asturias quedan aisladas. Por eso, cuando se reanuda la escultura se echa mano de lo que hay: lo popular, lo mínimo, el arte que hace cualquiera. El arte oficial se nutre de este arte mínimo. Se da así un germanismo mayor que en el período visigodo.
Pero a la vez hay un renacimiento como consecuencia de querer hacer revivir en la corte asturiana un orden social, político, artístico, como el que se conoció en la época visigoda. Además, si en el VIII no hay escultura y en el IX sí, ya es bastante renacimiento. Aparecen en la escultura los elementos bárbaros (de origen celta) y renacentistas fundidos, pero no mezclados. El renacimiento actúa como idea, inspiración, motivo, y el bárbaro como punto de vista.

Los capiteles de esta época son de dos tipos: unos de tradición romana: los llamados de lengüeta, y provienen de un corintio degenerado. Otros tienen forma de tronco de pirámide invertido, evocación de los bizantinos. En estos últimos la decoración bizantina original consistía en unas hojas de laurel en las aristas. Ahora la hoja de laurel queda inmotivada, cosa que no resiste lo popular, y lo reinterpreta como una soga.

Los clípeos parece que tienen un origen romano. Aparecen en las basílicas del arte tardorromano, bien en pintura o con incrustaciones de mármol, en el mismo lugar que en el asturiano. En Santa María del Naranco se aplica lo mismo, pero en escultura, en relieve, cumpliendo las mismas funciones que la pintura o mosaico. Pero todo ello aparece tratado con una óptica bárbara.

La jamba de Lillo presenta la figuración en un lugar privilegiado. Hay una ruptura total con la iconografía visigoda; proviene de los dípticos consulares bizantinos. ¿Qué sentido tiene este tema en un lugar tan importante? Claramente político. La imagen del díptico es para los asturianos un reflejo del poder y del aparato ceremonial de los bizantinos. El hecho de copiar una obra bizantina da a los reyes asturianos una imagen de poder y de autoridad. El díptico es el del Cónsul Areobindus en la parte superior se encuentra el cónsul entre dos funcionarios, dando la señal con la mappa para que comiencen los juegos; en la parte inferior se representan juegos de circo.

La función ornamental de la escultura asturiana con respecto a la visigoda se muestra también en el lugar de colocación de la escultura dentro del edificio. Ahora se ubican siguiendo los ritmos de la arquitectura; en parte debido a su forma de construcción.
Desaparece la idea de programa iconográfico del visigodo. Cuando hay figuración (basa de Lillo), no tiene organización iconográfica: los tetramorfos y santos están bajo arcos, con un carácter decorativo. Si hubiesen tenido una función doctrinal se les habría dado más relieve.

En cuanto a la técnica, desaparece la talla a bisel y se la sustituye por otra con el contorno en redondo, lo que permite suponer incluso un cambio de utillaje.

Otro tema decorativo atrae la atención: las celosías que adornan todas las ventanas. Los dibujos de las celosías se complican a medida que el tiempo pasa.

 

 

San Salvador de Priesca (Asturias)

 

San Salvador de Valdediós (Asturias)

 


4.- Pintura

La decoración pictórica representa otro aspecto importante de la ornamentación asturiana. En la actualidad apenas si quedan rastros sobre los muros, pero se han podido reconstruir dibujos completos gracias a la grabación previa que hacían del dibujo antes de dar los colores al fresco. Así sabemos que estos edificios estaban enteramente decorados. Los temas son siempre los mismos: vasos con guirnaldas y flores, cortinas, temas arquitectónicos, círculos entrelazados, grecas, etc. Todo ello en línea con una tradición áulica de tipo romano, que tanto Carlomagno como los reyes asturianos tratan de resucitar en la medida de sus posibilidades, como expresión de la majestad real que esperan dar a sus creaciones arquitectónicas. Por esto, estas pinturas son como un último y melancólico adiós al mundo antiguo dentro de un mundo totalmente diferente.

San Julián de los Prados tiene las mejores pinturas prerrománicas. Hoy están bastante perdidas. Los temas de edículos, pabellones, columnatas, ciudades ideales, cortinas entreabiertas, etc. cubrían todo el edificio. Queda en pie el enigma de estas representaciones arquitectónicas, repetidas nada menos que treinta y ocho veces. Schlunk dice que representan las treinta y ocho iglesias en que se celebraron los concilios visigodos. Camón Aznar cree que es la representación del cielo (desde el bizantino, la representación del cielo se hace evocando la corte imperial). Sí que tendrían en su momento un simbolismo entre real y religioso, pero nos es desconocido.

En San Salvador de Valdedíós quedan pocos restos de la pintura que decoraba el interior del edificio, pero es suficiente para darnos cuenta de lo que tendría que haber sido aquel edificio cuando se encontraba en todo su esplendor.
 

 

 

 

San Miguel de Lillo (Oviedo). Detalles decorativos.

 

 

 

 


5.- Orfebrería

Las piezas de metales preciosos son de gran interés y muestran un esplendoroso desarrollo. Es una manifestación artística que goza de la preferencia de los pueblos bárbaros. Los asturianos van a seguir la corriente franco-carolingia en lugar de la visigoda, como se podría esperar y dada la perfección a que había llegado la orfebrería visigoda. La Cruz de los Ángeles es de madera recubierta de oro y adornada con labor de filigrana, piedras engastadas y camafeos clásicos. La Cruz de la Victoria es más suntuosa que la anterior. Está decorada con numerosas piedras preciosas y placas de esmalte. Tipológicamente pertenecen al grupo de cruces sin Cristo e, ideológicamente, responden a una significación común a otras obras europeas de reforzamiento del poder político apoyado en lo espiritual, que aquí se matiza por la reconquista frente a los musulmanes.
 

Cruz de la Victoria