PINTURA ROMÁNICA

 

Pintura del ábside de San Clemente de Tahull (Lérida)


1
.- Precedentes y características

2.- Ubicación y técnicas

3.- Principales obras en España. Pintura mural

4.- Pintura sobre tabla

5.- Salir

Setiembre. San Isidoro de León

 


1.- Precedentes y características


La pintura románica es un capítulo original y breve, ya que la desaparición de los muros continuos, las bóvedas y ábsides lisos con la llegada del gótico pondrá fin a esta experiencia de pintura mural. Muchas de sus características son semejantes a las de la escultura.

Es una pintura monumental pues depende de la arquitectura en cuanto a su emplazamiento. Las manifestaciones conocidas pertenecen al siglo XII y se encuentran, salvo raras excepciones, en monumentos de relativo interés arquitectónico. La pintura conservada es mínima después de las sucesivas restauraciones y ampliaciones de los grandes monumentos románicos. Hoy nos hemos acostumbrado a la visión de unos muros románicos totalmente desnudos y el color de la piedra o ladrillo como único representante cromático. Pero en su época la situación era muy diferente. Se consideraba un edificio terminado cuando sus materiales eran cubiertos por enfoscados y luego pintados. No sólo nos referimos a que la escultura monumental estaba pintada, sino que la inmensa mayoría de sus muros eran cubiertos de pinturas. Si la comunidad donde se construía el templo tenía capacidad económica, se contrataba a talleres que creaban completos y, a veces, complejos programas iconográficos. En caso contrario, la decoración era más sumaria a la espera de que en años posteriores se pudieran emprender trabajos más ambiciosos. Algo que aún puede sorprender más es que también la superficies exteriores de los muros eran enfoscada y pintadas.

La pintura tiene una finalidad didáctica y aleccionadora, no tanto ornamental. La mayoría de los asistentes al culto no saben leer, por lo que el templo románico enseña mediante imágenes. La pintura debe transmitir los misterios de la fe y un contenido que ayudase en la dura vida feudal y que también animase con la esperanza en una redención y salvación eterna. Esto lo hará unas veces con un mensaje apocalíptico, terrorífico, desagradable, pero otras, con un mensaje bello y esperanzador.

Esta pintura es simbólica, antinatural. La desconexión de lo representado con cualquier modelo real es, tal vez, una herencia del arte bizantino pero también de la mentalidad  neoplatónica de san Agustín que impregna la Alta Edad Media.  Se basaba en la certeza de que el mundo natural, el visible, es sólo una imitación o copia tras la que se oculta la verdadera realidad de Dios. El arte no tiene por qué representar, por tanto, la naturaleza tal como se percibe por los sentidos; no tiene por qué copiar la naturaleza fielmente, pues todo lo sensible no es más que un engaño para nuestros ojos. Las verdades ocultas, el orden lógico, hay que buscarlo tras las apariencias físicas en las que se encuentran escondidas. La pintura románica no es una pintura objetiva, ya que carece de finalidad en sí misma. No está sometida a la imitación o simulación de un modelo, sea hombre, planta o animal.

Cuando la pintura es monumental  está subordinada a la arquitectura y sometida a un orden racional. En todo caso, la pintura en tabla sigue esquemas parecidos. Henry Focillón ha concretado esta subordinación en dos leyes:

* La ley de adaptación al marco o espacio arquitectónico real o simulado en el que se desarrolla una escena. Esta ley sostiene que la escena pictórica se adapta sin reparo alguno al propio espacio que la arquitectura le ha dejado para este fin, ya sea un ábside, un muro, el intradós de un arco, etc.
* La segunda norma que propone es el sometimiento a un esquema geométrico, de manera que las escenas quedan siempre encuadradas en marcos o esquemas que responden a formas geométricas sencillas.

Los temas proceden de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento, de los Evangelios apócrifos, introducidos y difundidos por Cluny, de las vidas de santos, o de libros como La Clave de San Melitón de Sardes, en el que se representa a los animales como alegorías de los vicios.

El origen de esta pintura parece ser doble. En primer lugar, la síntesis de la silueta mediante rayas y el aire hierático de las figuras tienen un ascendiente en el mosaico bizantino, en proceso de revitalización en el sur de Italia. En segundo lugar, las miniaturas de los códices mozárabes, con sus estilizaciones y pliegues paralelos y sus rasgos desorbitados, contribuyen a que los esquemas bizantinos pierdan su carácter de fría impasibilidad.

Una línea gruesa línea de color negro servía para contornear enérgicamente la silueta y separar cada superficie cromática. El color es puro, sin mezclas, o a lo sumo con dos tonalidades. Son colores intensos y brillantes: rojo, amarillo, naranja, azul.

Las figuras, en general, siguen los mismos convencionalismos que en la escultura. Carecen de profundidad. Se disponen en posturas paralelas a manera de relleno de un plano. Con frecuencia resaltan sobre un fondo monocromático o sobre franjas horizontales de diferentes colores. Al no mezclar los colores, no interviene la luz en el modelado de los colores, lo que contribuye a aumentar la geometrización de las figuras. En el rostro y en las manos se aplican impactos de color para dar cierta idea de volumen.

Las composiciones son yuxtapuestas, con preferencia por las figuras frontales y con la eliminación de cualquier forma que rompa el plano en profundidad.

Se suelen distinguir dos tendencias: una llamada francobizantina, caracterizada por fondos más claros y figuras más expresivas y otra llamada italobizantina, de fondos azules oscuros y de mayor rigidez en las figuras.

 

 

 

 

 

De un manuscrito románico

 

 

 


2 .- Ubicación y técnicas

El emplazamiento de las pinturas murales sigue una disposición jerárquica heredada de lo bizantino. El sistema iconográfico pictórico se desarrolla en el interior del templo, y sobre todo en la capilla mayor. En la bóveda semiesférica del ábside principal es frecuente representar a Cristo, el Hombre Dios (Pantocrátor), que ha estado, está y estará entre los hombres, rodeado de la mandorla y de los símbolos de los cuatro evangelistas (tetramorfos: hombre, San Mateo; león, San Marcos, buey, San Lucas, águila, San Juan). Este tema también puede aparecer en los antipendios o frontales. A veces preside la iglesia la figura de la Virgen. Debajo, formando una banda horizontal hay figuras de Apóstoles, Santos y Profetas. En un lugar preferente, la figura del santo al que está dedicada la Iglesia. Por la bóveda y los muros se reparten escenas diferentes, de forma rectangular, con temas del Apocalipsis, del Génesis, del Nuevo Testamento, tradiciones locales, etc.

La iconografía de Cristo en la cruz es semejante a la vista en la escultura. Se halla sujeto a la cruz con cuatro clavos, con los pies separados. Los brazos se disponen rígidos, ciñéndose al marco de la cruz, sin sentir peso físico. Con corona de rey, no de espinas, es la representación del Rey de Reyes. No sufre, no experimenta dolor; es un Cristo hermético, muerto o vivo. A veces va con una larga túnica, sujeta con un cíngulo, otras veces se cubre con un faldellín que va de la cintura a las rodillas.

Las imágenes de la Virgen derivan del tipo bizantino: aparece siempre como madre, con el Niño en sus brazos. Es una imagen sedente, trono de la divinidad (theotokos bizantina), en ocasiones la mano derecha de la Virgen lleva la manzana del Paraíso. El niño está bendiciendo, con un libro o con la bola del mundo en las manos. Ambas figuras aparecen rígidas, sin existir comunicación entre la madre y el hijo, ya que más que como madre se la representa como el trono que sostiene al Salvador. A mediados del XII acusará ya las notas del cambio al gótico, especialmente en el acercamiento físico al Hijo y en cierto movimiento lateral del niño. La devoción a la Virgen María aparece intensamente en el siglo XII. En España son los monasterios cistercienses y premostratenses los que más hacen por su veneración.

La pintura sobre tabla se aplica a diversos objetos litúrgicos. Pero sobre todo produce bellísimos frontales o antipendios pintados, de los que se derivarán los retablos góticos. Las escenas de los frontales repiten las de la pintura mural: el pantocrátor dentro de mandorla y los apóstoles en filas superpuestas; la Virgen e, incluso, algunos están dedicados a santos. Los pintores de tabla no son nómadas y viajeros como los de los murales; tienen una actividad sedentaria realizada en el scriptorium monacal, codo a codo con los miniaturistas. España tiene la mayor y más rica colección de frontales del arte románico

La miniatura adquiere gran auge en esta época. Sorprende el gran tamaño de los ejemplares debido al gran formato del pergamino y a la necesidad de la lectura a distancia. Es un arte monumental y suntuoso; la decoración se hacía a página llena. Junto a estos grandes libros también los hay de lectura manual, libros de biblioteca. La producción del libro ha ido en aumento y los scriptoria de los cenobios no dan abasto. La orden cluniacense imponía la lectura obligatoria de un libro al año, existiendo en los monasterios una biblioteca circulante. El formato se reduce para facilitar la lectura individual. Los ejemplares mas frecuentes son Biblias, Pasionarios, Evangeliarios, Salterios, Vidas de Santos. Breviarios, Misales, Libros de Coro, Libros de Horas y las Hagiografías resumidas (historia de la vida de los Santos). También se siguen copiando e ilustrando libros de gran tamaño e incluso "Los Comentarios al Apocalipsis de San Juan" de Beato de Liébana (los famosos beatos que tanta importancia tuvieron en el periodo mozárabe)

La pintura mural se realizaba principalmente al fresco, es decir, a base de pigmentos coloreados diluidos en agua de cal aplicados sobre la superficie mural. Esta debía ser preparada previamente con una capa de enlucido para alisarla (yeso, estuco...). Había que pintar cuando el enlucido estaba todavía húmedo para que la pintura penetrara lo más posible. El conjunto adquiría al secarse gran dureza y resistencia. A veces se acompañaba con retoques de pintura al temple.

En la pintura en tabla se utiliza el temple sobre una buena preparación previa de la tabla.
 

 

 

 

 

Figura del Beato de San Andrés de Arroyo (Palencia)

 


3.- Principales obras en España. Pintura mural

La mayoría de las pinturas conservadas en España están en Cataluña, primera región en adherirse al románico. Muchas pinturas se han perdido, algunas están todavía en su lugar de origen, pero otras han sido trasladadas al Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona. Domina en Cataluña la tendencia italobizantina. A los artistas se les suele llamar por el nombre de su obra más significativa.

En la iglesia prerrománica de San Quirce de Pedret, además de unas interesantes pinturas mozárabes, se encuentran unas buenas pinturas de finales del XI o de comienzos del XII atribuidas al Maestro de Pedret.

La máxima cota se encuentra en las pinturas de San Clemente y santa María de Tahull. En Santa María abundan las figuras expresivas, como la Virgen rodeada por los Magos del ábside, o el enfrentamiento de David y Goliat en el muro.

El románico culmina en san Clemente, también en Tahull, y más en concreto en el rostro del Cristo Majestad. En esta obra maestra del arte medieval se ha conseguido una de las más fuertes estilizaciones de la figura humana. Actualmente los frescos han sido arrancados del lugar y se encuentran en el Museo Nacional de Arte de Cataluña trasladados a lienzo.

Después de Tahull, todo es epílogo o decadencia de estilo. Las pinturas que se continúan haciendo durante el siglo XIII, aunque en arquitectura y en escultura se esté ya en el período gótico. En Castilla se heredan de la miniatura mozárabe la expresividad y los matices naturalistas. Aquí se rehuye la repetición de fórmulas, a diferencia de Cataluña. No hay la grandeza de Tahull, pero sí una capacidad narrativa mayor, incluso aparecen breves toques de paisaje.

En San Baudelio de Berlanga actúan varios artistas. Presenta dos zonas superpuestas diferentes en temas y estilo. La parte superior es religiosa; está dedicada a la vida pública de Cristo: milagros y escenas de la Pasión. En la zona baja hay siluetas de animales, algunos exóticos y arbitrarios. El artista seguramente no había visto en su vida un dromedario y menos aún un elefante con una torre a la espalda. Debió tomar los temas de marfiles musulmanes o de miniaturas mozárabes. Por el contrario, escenas como la carrera de los perros tras la liebre, el ballestero apuntando a un ciervo, o el jinete que pasea un halcón, llegan al gran estilo a fuerza de justeza y concisión.

Santa Cruz de Maderuelo nos ilustra en el "horror vacui", ese afán por rellenar todo el espacio posible. El Pantocrátor se encuentra en la bóveda; en el muro de entrada hay escenas del Génesis: Creación de Adán y Eva y la escena del pecado original. Que el artista concede más atención a esta zona lo sugiere la desaparición de las bandas horizontales del fondo, presente en el resto del paramento y sustituidas por un fondo monocromo blanco que resalta el esquematismo tanto de los desnudos de Adán y Eva como del paisaje.

El románico castellano culmina en el panteón de San Isidoro de León, con nueve bóvedas cubiertas de pintura. En el centro figura el Pantocrátor rodeado del Tetramorfos. La representación de éste sigue modelos de la miniatura mozárabe, ya que los cuatro evangelistas poseen cuerpo humano, pero cabeza animal. De las demás escenas sobresale la del anuncio del Ángel a los pastores del nacimiento de Jesús. Destaca un cierto sentimiento de separación en las figuras frente al adosamiento de la mayoría de las composiciones románicas. El artista que hace estas escenas está dotado de un fino sentido de observación. Se percibe, comparándola con Tahull, las diferencias de las dos escuelas: frente a los formulismos pirenaicos la espontánea creación de tipos castellanos, frente al adosamiento de la figura al espacio arquitectónico la independencia de los personajes y de sus movimientos, frente a la austeridad decorativa de la tradición italobizantina con su geometría de bandas el naturalismo del paisaje leonés. Aquí se supera definitivamente el simbolismo monótono de la tradición bizantina.
Es curioso el calendario con escenas de la vida ordinaria y las faenas domésticas que se encuentra en el intradós de uno de los arcos. 

Las pinturas de la iglesia segoviana de los Santos Justo y Pastor, de origen franco-bizantino, forman un conjunto de gran envergadura pues abarcan todo el presbiterio.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Crucifixión. Pintura mural románcia

 

4.- Pintura sobre tabla

Sólo un reducido número de ricas catedrales y abadías podían permitirse, por razones de economía, los altares de orfebrería. El resto solían reproducir las composiciones en madera. Esta pintura románica no mural estaba formada por frontales o antipendios, baldaquinos, pequeños retablos pintados. Excepción hecha del primer grupo, poco nos ha quedado de lo demás. Es pintura al temple sobre tabla aparejada con yeso. Las obras más numerosas se desarrollan en Cataluña. Las características estilísticas y los temas coinciden por lo general con las de la pintura mural. La estructura suele ser de tres calles; con tres a cinco compartimentos. Ocupa la calle central el Pantocrátor y, más tarde, la Virgen y Santos. Episodios de la vida de estos se colocan a los lados. España tiene la mejor colección de frontales del arte románico. Destacan los talleres de Urgell, Ripoll y el de Vich, de influencia francesa,  durante la segunda mitad del XII, La tradición continuó durante el siglo siguiente: frontal de Aviá con escenas de la vida de la Virgen.

Si el altar es exento, se puede adornar con un baldaquino, especie de templete sobre cuatro columnas que sostienen una cúpula o dosel plano. El interior del dosel o de la cúpula se adornaba con pinturas. Si el altar estaba arrimado a la pared, se le cubría con una tabla pintada horizontal, colocada a modo de tejadillo.

También se han conservado otros objetos litúrgicos o de carácter religioso con pintura, como la arqueta de los apóstoles del monasterio de Carrizo (León).
 

 

 

 

Frontal de Durro