Los ideales del pueblo griego brillan en la escultura; sus creaciones señalan una de las cimas de toda la historia del arte. Evoluciona de forma clara, lenta, pero perceptible a lo largo de los siglos. Si la simetría y la frontalidad son elementos importantes en la escultura arcaica, romperán ambas reglas con el tiempo y dotarán a las figuras de una movilidad y expresividad admirables. Los escultores plasman en la figura humana sus concepciones de belleza física y equilibrio espiritual. La belleza lleva a una anatomía armoniosa, que idealiza el cuerpo humano. La expresión, como exteriorización de los sentimientos, acompañará a estos cuerpos. Hay una fusión entre la vertiente espiritual del hombre y su fachada física. El movimiento es otro objetivo de la escultura. En los ángulos de los frontones los artistas aprenden a doblar la figura o a relacionar dinámicamente los grupos.
La escultura griega es fundamentalmente humanista y figurativa. Humanista, porque la temática de la escultura griega (tanto en bulto redondo como en relieve) la podríamos clasificar así: dioses y diosas (antropomorfizados), bien aislados, bien formando grupos; atletas vencedores de los juegos diversos que había en Grecia; escenas mitológicas; leyendas de los héroes de la antigüedad griega; monumentos conmemorativos; y ya en el período helenístico, temas de lo más diverso. Se abandona prácticamente la escultura animalística que se había dado en Persia, Egipto. Por otra parte, lo que podríamos llamar arte decorativo -cerámica, relieves de toda clase, figurillas de metal o terracota- se reduce a un papel secundario.
La mayoría de las esculturas son de piedra y especialmente de mármol. Desgraciadamente, se han perdido los colores de esta escultura griega (en bulto redondo o en relieve). No sólo las vestiduras, los cabellos, los ojos y labios estaban pintados, sino que algunos detalles, como bordados o diversos accesorios del traje, no se indicaban más que por la pintura. Las carnes recibían un tratamiento especial a base de ceras claras. Esta viva policromía hacía a la obra plástica más alegre e inteligible. El bronce era el material favorito para realizar estatuas exentas. Pero las obras que han sobrevivido están hoy fuertemente oxidados, aunque los antiguos impedían su formación mediante limpiezas frecuentes. El color propio de los bronces era el del metal brillante. En los ojos incrustaban una pasta de vidrio; los labios se recubrían de una hoja de cobre rojo; los dientes con frecuencia eran representados por una plaquita de plata cincelada. Todos estos efectos (postizos), que han desaparecido, intentaban conferir a la estatua una especie de policromía de tendencia realista. La técnica más preciada era la criselefantina (oro y marfil), reservada a la divinidad. EL principal problema de la escultura griega es la falta de obras originales. Quedan pocos mármoles de los siglos V y IV, si se exceptúan los relieves monumentales: frontones, metopas y frisos. Ante la carencia de originales, la escultura griega es conocida por copias de mármol de época romana, cuando los Césares y los miembros de la aristocracia imperial mandaban reproducirlas para adornar sus palacios, villas, temas, etc.
Unas veces la operación consistía en disminuir con el martillo el bloque de mármol hasta lograr un volumen aproximado al de la estatua deseada, basándose en la medida prefijada en el bloque. Otras veces usaban modelos o plantillas incisas a cincel en el bloque de mármol. En el bulto redondo la elaboración se desplegaba al mismo tiempo en todos los lados, cortando capas sucesivas de mármol, con el fin de mantener constantemente la proporción del boceto. Con el escalpelo y el cincel terminaban la escultura. En el helenístico aparece el reticulado, que permite la determinación mecánica de las proporciones de la estatua. La obra se realiza por zonas, pudiendo aparecer partes ya terminadas junto a otras sólo esbozadas. La técnica para fundir los bronces era en, la época clásica, la de la cera perdida. Primero se hacía un soporte con un modelado ya aproximado de la escultura que se deseaba realizar. Sobre él iba la cera, donde ya se acababa el modelado, la talla y las incisiones. La cera se recubría de una mezcla de ladrillo, yeso y agua, para formar una pasta porosa. Se echaba el bronce fundido, que ocupaba la capa de cera. Se remataba la obra ya con el cincel. En el período helenístico la técnica experimenta una variación. Las esculturas en bronce se hacían por piezas separadas, que después eran soldadas con clavos. Se acababa la obra con el buril, con el que se ocultaban las soldaduras de las partes.
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Los kuros representan atletas desnudos (Cleobis y Bitón y otros). La desnudez en el arte griego antiguo está reservada para las esculturas conmemorativas en honor de los atletas victoriosos en los juegos olímpicos griegos. Presentan rasgos de arcaísmo: labios cerrados, larga cabellera dispuesta radialmente y terminando en rizos sobre la frente, pelo ordenado en superficies geométricas. Presentan la llamada sonrisa arcaica. La expresión hierática, los brazos pegados al cuerpo, las extremidades inferiores, aun cuando se disponen en plan de marcha, con las plantas adheridas al suelo, son rasgos que se irán alterando poco a poco, pero con rapidez, separando los brazos y levantando la planta del pie. Observan la ley de frontalidad, con un punto de visión principal (el frontal), y otro dorsal, de visión secundaria. Las visiones laterales tienen su gracia por el compás abierto de las piernas y la flexión del brazo. Presentan también una ley de simetría. Las regiones del cuerpo humano están aisladas: pectorales, separación de tórax y abdomen, pelvis, rodillas, aparecen delimitados con rigidez. Pero a medida que avanza el tiempo, la rigidez empieza a suavizarse (Kuros Anavisos, Apolo Strangford y otros). Estas mismas características se presentan en otras figuras (Jinete Rampin, el Moscóforo, etc.). Las korai nos muestran la misma búsqueda y evolución. Aparecen vestidas, envueltas en una larga y ceñida túnica, encima de la cual hay un ancho manto o un corto chal. Estas telas forman infinidad de pliegues, dispuestos en paralelo, en zigzag o en abanico. Suelen tener una mano libre y la otra apoyada en la cadera. En el rostro prende la misma sonrisa que en los kuroi, y el pelo cae en largas trenzas dispuestas en zigzag. La Hera de Samos (Louvre) presenta los pliegues de túnica y manto netamente diferenciados mediante apretadas incisiones. Es el tipo más perfecto de adaptación de la figura humana a la forma de árbol o de columna. La escultura monumental aparece ya en este período arcaico. En las metopas se colocan relieves con figuras, en número que no supera a las tres, que se adaptan a la forma cuadrada del espacio. Aparecen unos héroes que acaban con monstruos a los que vencen, implantando así la justicia. Los frontones se ocupan con escenas escultóricas de bulto completo, adaptándose a la forma triangular del tímpano; así se cumple la ley de adaptación al marco. Los temas son de luchas o adoración. |
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Valores similares se consiguen con los trabajos en bronce. De este momento es el primer grupo estatuario público o conmemorativo que conocemos, Los Tiranicidas. Se conserva una copia en mármol. La factura es todavía arcaica, pero la toma de posesión del espacio, el movimiento y la ausencia de frontalismo, nos indican la proximidad del período clásico. El Auriga de Delfos formaría parte de un conjunto integrado por una cuadriga y el propio auriga. Como propio del arcaísmo tiene el cabello plano y los pliegues del jitón caen rígidos, como acanaladuras de la columna dórica. El naturalismo de la cabeza armoniza con el esquematismo del vestido. La vivacidad del rostro fue acentuada con la adición de ojos de cristal. Los relieves del Trono Ludovisi, aun cuando conservan algunos rasgos arcaicos, nos introducen ya en principios que distinguen a la escultura clásica; el cuerpo se dobla y las piernas se cruzan, las formas anatómicas adquieren una ondulación flexible, los vestidos se transparentan acusándose claramente el desnudo. En el centro se ve el nacimiento de Venus de las aguas del mar, de donde sale ayudada por dos servidoras. |
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Mirón es un broncista. En las reproducciones romanas en mármol del Discóbolo vemos la captación del movimiento en el momento de máximo desequilibrio del cuerpo; es un instante fugaz, en el que el atleta se dispone a iniciar el giro para soltar el disco, con el cuerpo contraído y apoyado con fuerza en el pie derecho. Presenta un movimiento en potencia, sugerido. Apartándose del ideal de atleta con los dos pies apoyados en el suelo, concibe al héroe con el pie izquierdo apoyado en sus dedos. Su contemplación desvió la atención del arcaísmo del cabello y de la expresión (el rostro permanece inalterable, sin acompañar sicológicamente la acción), o de los músculos planos y de la colocación sin profundidad de brazos y piernas. La ley de frontalidad está presente, pues la obra se trata como un relieve, con carácter plano, distribuyendo sus miembros con arreglo a la máxima claridad que requiere la ley de frontalidad. Atenea, copia en mármol de un original en bronce. Fidias es el artista en quien culminan los esfuerzos de la escultura griega por la conquista de la belleza ideal. Sus personajes son los verdaderos prototipos que sólo raras veces, y de manera imperfecta, se reflejan en los mortales. Encarna lo que podríamos llamar el ideal de belleza clásica.
Ha sido el intérprete de la majestad de los dioses. Jamás se ha manifestado
mejor el concepto que los griegos tenían de la divinidad como en la estatua
criselefantina de
Zeus en Olimpia, terminada hacia el 448 y que
constituyó su gloria. Nos presenta al dios sentado en su trono, henchido de
majestad y grandeza. La decoración del Partenón se hace directamente por él o bajo su dirección. En el frontón oriental representa el nacimiento de Atenea (a la que está dedicado el templo), al que asisten, formando un grupo, las Parcas; otro conjunto está formado por Deméter, Perséfone e Iris. De este conjunto no se conservan las estatuas de Palas Atenea y Zeus, que irían en la parte central. En las Parcas se observa el naturalismo de las actitudes. Las figuras se envuelven en múltiples pliegues que revelan perfectamente la anatomía interior. Las noventa y dos metopas representan los combates que hubo de librar el rey de Atenas, Teseo, con gigantes, amazonas y centauros para apartarlos de la ciudad. Aquí son más apreciables los cambios compositivos, con ritmos oblicuos y valoración de vacíos, que los valores iconográficos. El relieve (altorrelieve) plástico es muy voluminoso, de suerte que en la práctica son esculturas de casi bulto redondo que tocan el plano del fondo. El friso de la
Procesión
de las Panateneas se encuentra en la
parte alta de la galería exterior. De un metro de altura, rodea por completo al
templo. Representa la procesión de las Panateneas Mayores, que cada cuatro años se
dirigían a la Acrópolis para revestir la estatua de Atenea del peplo que
cuatro muchachas de la aristocracia urbana habían bordado para la diosa. También
se representan, intercaladas, las Panateneas Menores, que tenían lugar cada año
el 28 de julio, y en las que la ciudad subía a la Acrópolis en procesión para
celebrar la hecatombe de ganado que se ofrecía a Atenea, distribuyendo luego la
carne entre los asistentes, que la consumían en un alegre banquete. Es el
tema de la procesión del mundo oriental, pero con diferencias, pues rompe con la serie
continua. Aquí hay naturalismo, variedad de ritmos, actitudes y expresiones,
sentimiento de la dignidad humana y representación directa y asequible de los
dioses. El pensamiento religioso y cívico envuelve el desfile. El relieve acusa
un modelado plástico insuperable, con pliegues llenos de elegancia e
inteligencia. Policleto renueva el tipo de kuros y escribe el Canon, que no se conserva, sobre las proporciones de la figura humana. Los griegos dedican atención al problema de las proporciones, ya que su cultura era eminentemente antropocéntrica. Funda las proporciones en el principio de que las partes están en relación con el todo. El dedo, la cabeza, el pie, mantienen una precisa relación con el todo corporal. Las proporciones buscadas parece que están contenidas en el Doríforo (portador de la lanza), prototipo del cuerpo varonil perfecto, de elegancia austera, sin afeminamiento, pero también de formas hercúleas. Representa a un joven en marcha acompasada, con movimientos armónicos. En el pensamiento de Policleto, el dedo, y mejor aún, la cabeza (desde el mentón hasta el arranque del pelo), es la unidad de medida. Aproximadamente la estatua total debe tener la altura de siete cabezas. El cuerpo humano se divide en regiones bien delimitadas, casi cuadradas. El rostro tiende a lo esférico, dividiéndolo en tres partes iguales que corresponden a la frente, nariz, y a la distancia desde ésta al mentón. Vemos un estudio suavemente armonizado del movimiento, atemperado, de forma que unas actitudes se contrarrestan con otras, manteniendo un ponderado equilibrio. Es el contraposto o contrabalanceo. Este cambio supone la réplica al principio de frontalidad, lo que determina la desaparición del principio de simetría.
El
Diadoumenos (el
que se aplica una banda) representa a un atleta vencedor colocándose la cinta de
los campeones olímpicos. Carece de la dureza de planos del Doríforo y está más graciosamente movido, pero responde al mismo ideal de
belleza. |
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La guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) supone el hundimiento político de Atenas. Hay una serie de cambios sociales y políticos, unidos a una transformación del sentimiento religioso. El creciente escepticismo de los griegos para con sus dioses determina una transformación artística de éstos. Pierden la serenidad que hasta entonces habían tenido; aparecen como meros hombres, sin dignidad divina, realizando acciones humanas. En las plazas públicas se ven estatuas de dioses y héroes que se exhiben como objetos de curiosidad, sin recibir culto. La escultura va a evolucionar hacia lo subjetivo, individual y emocional, acentuando el naturalismo y utilizando un lenguaje menos concentrado, menos unitario, menos sobrio, exento de convencionalismos. Se produce una emancipación casi total de la escultura con respecto a la arquitectura. Praxiteles representa la gracia en sus obras; los temas son agradables, llenos de encanto, tratados con suavidad. Las modela en mármol o bronce, suavizando las líneas con curvas delicadamente bellas. Evita toda recta y toda áspera rugosidad en el cuerpo humano. Sus figuras varoniles, como Sátiro en reposo o Apolo sauróctono, tienen un cierto sabor femenino. En este última obra arquea abiertamente el cuerpo, en una larga curva (curva praxiteliana: curvatura de la cadera y apoyo compensador en el lado contrario), desde el ápice de uno de los brazos extendido hasta la planta del pie. El estilo es delicado, con efecto sutil de claroscuro. La obra más importante de Praxiteles es la de Hermes con Dionisos, la única obra original del autor, o copia romana muy próxima al original. Representa a Hermes que sostiene en su brazo, ahora mutilado, una racimo de uvas, que el niño Dionisos quiere coger. La superficie aparece tan delicadamente ondulada que sugiere la sensación de blandura. Esta notable exquisitez se consigue gracias a un pulido moderado, que consigue una delicada matización de luz y sombra. Nobleza y ponderación se observan en la Venus de Cnido, su obra maestra datada en el 360 a.C. Es la primera vez que un escultor se atreve a representar en plena desnudez a una divinidad femenina. La aparición del desnudo femenino se opera tras largos años de experiencia en el masculino. El desnudo está aquí justificado por el hecho de que la diosa sale del baño. Scopas representa otro gran estilo, tan opuesto como igualmente nuevo. La pasión reemplaza al equilibrio, para mostrar una rica gama de estados del alma con atormentada intensidad. En el frontón de Tegea representa el drama de Meleagro, en cuyo rostro se ve la expresión trágica anunciadora de su próxima muerte. Origina fuerte influencia en la iconografía de los héroes de trágico destino: ojos hundidos y cejas fruncidas, boca entreabierta, tensión en los rasgos, fervor interior. El peinado se dispone en mechones abultados, muy claroscuristas. Este ideal de representaciones trágicas aparece claramente expresado en la Ménade poseída por el furor dionisíaco. La tendencia sensualista del escultor se observa al abrir provocativamente el vestido por un lado solamente. Lisipo, educado en el trabajo del bronce, sólo conocemos réplicas
suyas en mármol. Revisa el canon de Policleto y utiliza un canon más estilizado (1:8
frente a 1:7). El modelado de sus figuras es activo y se extiende en torno, dominando el
espacio con aparente inmovilidad, y forzando al espectador a rodear la estatua:
Apoxiomenos.
Se potencian tres puntos de vista: el frontal, el de costado y el de tres
cuartos. Entre sus esculturas más célebre está
Hércules Farnesio. |
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Durante tres siglos se asiste a una nueva civilización en la que se conjugan elementos griegos y orientales. El sentido ideal clásico deja paso a un creciente naturalismo, individualismo y hasta realismo, basados cada vez más en la experiencia de los sentidos y no en el intelecto. Hay un afán de conquistar el espacio, de conseguir ritmos variados, y de alcanzar expresiones patéticas y trágicas. Se humanizan los temas mitológicos. Se tiende a acentuar más el modelado; se busca lo pintoresco e inusitado en las representaciones, lo cotidiano, la teatralidad. Las grandes creaciones del arte helenístico pertenecen al campo de la escultura. La escultura de este momento se estudia por escuelas. Las escuelas continentales griegas continúan trabajando. El Torso Belvedere se convierte en un canon de musculatura hercúlea. El cuerpo humano deja de ser una arquitectura ideal para concretarse en la evidencia de una carne hirviente. Fue muy admirado por Miguel Ángel. En El niño de la espina tenemos a un adolescente extrayéndose una espina del pie. En bronce destaca el pugilista de las termas. Es difícil clasificar a la Venus de Milo, pues no se sabe precisar bien si pertenece al siglo IV o a la época helenística. Se conserva, sin brazos, en el Louvre. Aunque incompleta, no es una obra mutilada. Ha llegado en estado de ruina perfecta y no angustian sus brazos seccionados. Se han dado diversas interpretaciones acerca de la disposición que debieron tener esos brazos ausentes. Pero la obra es tan hermosa en su estado actual que no merece la pena imaginarla de otra forma. La serenidad y armonía de las proporciones, con un rostro lleno de belleza, una incurvatura que da a la figura gracia admirable, nos presentan un deliberado contraste entre la plasticidad del desnudo y la prolijidad pictórica del vestido, bajo el que se advierte el movimiento de las piernas, una avanzada y otra en retroceso. La serie de Afroditas helenísticas es numerosa, tanto en su fórmula de pie como en cuclillas. Estas últimas gustaron mucho tanto en ambientes helenísticos como romanos. El ritmo de su posición es el fruto del movimiento giratorio de la cabeza y de una parte del cuerpo. La posición de Afrodita tapándose púdicamente también forma parte de algunas de las representaciones de una diosa que preserva su intimidad. A la escuela de la isla de Rodas pertenece La Victoria de Samotracia. De grandiosidad y elegancia impresionantes, avanza en la proa de la nave con las alas extendidas, dejándonos ver, tras sus admirables vestiduras impulsadas por el viento, uno de los cuerpos más hermosos creados por la escultura griega. Es el máximo exponente del barroquismo helenístico. El grupo del Toro Farnesio fue realizado por los escultores Apolonios y Tauriscos. Representa al castigo infligido a Dirce, cuyo cuerpo es atado a un toro para que la arrastre, condenada por Zeto y Anfión, hijos de Antíope. Es una gigantesca composición piramidal. El movimiento y la composición están bien estudiados. Agesandro, Polidoro y Atenedoro hicieron en el siglo I a. C. el grupo del Laoconte, uno de los dramas más espeluznantes de la mitología griega. Cuando fue hallado este grupo, en 1506, faltaban los brazos derechos del sacerdote y el del hijo menor. Un escultor renacentista los reconstruyó dirigiéndolos hacia el cielo, pero parece ser que se doblaban apoyándose en la nuca. Narra la muerte del sacerdote troyano por las serpientes enviadas por el ofendido Apolo. Es un tema de dolor profundamente trágico: une el dolor físico y el espiritual. Los personajes se nos muestran en actitudes angustiosas para desasirse de las serpientes. Gracias a ello, también nos dejan ver sus poderosas musculaturas en máxima tensión y un efecto de claroscuro en los cuerpos desconocido hasta entonces. La forma abierta, la composición diagonal, la ausencia de simetría, la hiperbolización del drama, nos llevan a elementos barrocos. Va a ejercer enorme influencia en Miguel Ángel y otros escultores. A la escuela de Pérgamo pertenece la serie de los gálatas. Los habitantes de esta ciudad habían rechazado una incursión celtica de gálatas en el 228 a.C. y el rey Atalo I decidió conmemorar esta victoria con seis esculturas que se mostrarían en la plaza pública. Todas las escenas son de lucha: uno se halla moribundo, otro, viéndose perdido, mata a su mujer (uxoricida), etc. Los bárbaros vencidos son tratados con gran dignidad para exaltar el triunfo local.
Bajo el reinado de Eumenes se levanta el
Altar consagrado a Zeus y
Atenea. Fue iniciado en el 180 a.C. En grandes relieves, que
adornan el gran podio del altar, se desarrolla la derrota de los gigantes,
hijos de la Tierra, por los dioses del
Olimpo. El tema es profundamente dramático y el escultor lo interpreta
intensificando la expresión del esfuerzo corporal y del dolor en los rostros.
La escuela de Alejandría busca en su escultura
temas cotidianos y alegóricos. Representó a tipos populares en
terracota, piedra o bronce. En mármol se conserva la
alegoría del río Nilo,
representado por un anciano recostado, con el cuerno de la abundancia en
sus manos. |
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