Con respecto a la pintura y la escultura, el desarrollo arquitectónico renacentista se produce con retraso en Italia, fenómeno contrario al sucedido con el gótico, que inició su vida por la arquitectura. No se puede hablar de una arquitectura renacentista italiana hasta el siglo XV, pero conviene tener presente que dicho siglo es gótico para los demás países europeos. En este momento acuden los artistas a Roma como magnífico depósito de monumentos antiguos para formarse. Se miden y estudian cuidadosamente los edificios clásicos. Se contrastan los datos con los del libro de arquitectura de Vitrubio. Es una nota moderna que la arquitectura no obedezca ya sólo a principios religiosos. Ante todo, el edificio tiene que ser resultado de un cálculo matemático, y éste deriva no sólo del conocimiento científico, sino de un valor teórico basado en leyes de la armonía y del buen gusto. La proporción áurea se impone en muchas creaciones, como tributo a un bello efecto. Se busca la claridad en el esquema arquitectónico. Se propugnan paredes limpias y luminosas, como elemento puramente estético, pero también como resultado de la claridad divina. En muchos templos centrales, la cúpula viene a ser no sólo el símbolo de una geometría hermosa, sino de la majestad de Dios. Desaparece la concepción del espacio medieval, basada en una tensión longitudinal hacia el altar mayor. Por influencia de los tiempos clásicos tienden a predominar los planes centrales; pero aún en los longitudinales se trata de obtener una unidad espacial, con interiores anchos y desahogados. Se restablecen las soluciones abovedadas, usándose bóvedas de arista y medio cañón; pero son las cúpulas las que mejor dan la medida y capacidad de aquella arquitectura. Con todo, por razones prácticas y litúrgicas, aunque teóricamente se prefiere el plan central, se realizan gran cantidad de obras con planes basilicales. Abundan los arcos de medio punto, apoyados no en pilares sino en columnas. En las paredes se emplean pilastras. De todas formas es el muro y no la columna es el verdadero sustentáculo de los edificios. El orden predominante es el corintio. Al hablar del renacimiento
se lee con frecuencia que se trató de restaurar de nuevo la antigüedad
clásica. Es cierto, ese fue el lugar de inspiración, pero no sólo;
también se acude a los edificios
románicos y góticos de la Toscana. Por otra parte es evidente que
dando un vistazo a las obras
renacentistas no se reproducen los modelos totales de los clásicos. Los
elementos ciertamente los toman de allí,
pero la combinación, las nuevas necesidades, la forma de
utilizar algunos elementos, las ideas que las animan, hacen que sean
distintas. Una mera copia de lo
griego (por otra parte poco conocido) o romano no hubiera pasado de eso,
de copia, ni hubiese tenido
posiblemente el impacto que supuso el renacimiento. En esto radica la originalidad del renacimiento, entre otras
cosas.
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En este siglo se introducen los
principales cambios artísticos respecto al gótico al recuperar
modelos clásicos. El arquitecto renacentista se inspirará en las formas
geométricas básicas ya presentes en los edificios clásicos. El círculo y el
cuadrado, el cubo y la esfera, el cilindro, son las formas adecuadas por su
perfecta regularidad y racionalidad. La dinámica lineal y ascendente del gótico
se ve desplazado por la lógica claridad del clasicismo. Durante el siglo XV Florencia será la
ciudad más próspera de Italia. Los Médicis, grandes
banqueros y dueños de la ciudad, son también los mecenas de los artistas del momento. Cronológicamente la arquitectura
florentina comienza con Filippo Brunelleschi (1377-1446).
En 1419 recibe el encargo de hacer el Hospital de
los Inocentes, obra completamente proyectada por él. Es un notable
ejemplo de la arquitectura del primer renacimiento italiano. Leo Battista Alberti
(1404-1472) es arquitecto y teórico de la arquitectura; escribe hacia 1450
el primer tratado arquitectónico del renacimiento: De re edificatoria. En él
se contiene el primer programa completo de la
iglesia del renacimiento. En la arquitectura civil, aparece
en Florencia una nuevo tipo de palacio, deseado por las ricas
familias florentinas. Cronológicamente (1444), el palacio conocido como
Médici-Riccardi, es el primero de este tipo
y el mejor ejemplo de la arquitectura civil del Renacimiento. Fue encargado por Cosme de
Médicis (El Viejo) a Michelozzo. Su aspecto debía responder al creciente poder
de esta familia de banqueros que gobernará la ciudad. Poco más tarde, en 1446, el rico banquero
florentino
Lucca Pitti encargará su palacio, que debería superar al de su
familia rival, a Bruenelleschi. Antonio Amadeo trabaja en la Cartuja de Pavía. En la fachada predomina la estructura gótica, pero el ornamento pertenece por entero al renacimiento. La decoración, sobre todo la del claustro, se hace con barro cocido. Los motivos son muy renacentistas: acantos, medallones, infantes, grutesco, etc. La arquitectura lombarda se extiende por otras partes, y dará modelos a la arquitectura europea, y, sobre todo, a la plateresca española del XVI.
El centro de la vida política y del arte se encuentra ahora en Roma, la ciudad que debe a los Papas el esplendor y la riqueza. Julio II, León X y Sixto V son los grandes mecenas de los artistas. Florencia ha perdido ya su primacía, al paso que Venecia, que mantuvo su poder político y económico, tuvo un papel destacado en el mundo del arte, sobre todo en pintura. Dos momentos se pueden distinguir
en el mundo artístico en este siglo. Donato Bramante (1444-1514)
pertenece cronológicamente al siglo XV sobre todo, pero en
el aspecto artístico debe considerarse del XVI, pues en tal siglo se fechan sus
principales obras. Hacia 1500 aparece en
Roma, donde le va a dominar la simplicidad arquitectónica de Alberti.
De su arquitectura desaparece totalmente la decoración, pues debe ser orden,
medida, proporción, masa. Concibe la
arquitectura como un puro contraste de vacíos y llenos. Nadie ha creado
vacíos tan solemnes como los suyos. Es un maestro de la composición
arquitectónica y por primera vez se la
plantea como problema de composición y no como problema de construcción.
En el templo de San Pietro in
Montorio, de Roma, sufragado por los Reyes Católicos,
recoge el plan circular de los templos romanos, pero coronándolo con una
cúpula, la continua obsesión de los
arquitectos renacentistas. La pureza de volúmenes vale por un manifiesto
de la arquitectura del XVI. Rafael de Sanzio, Antonio de Sangallo, Baltasare Peruzzi, van asumiendo la continuación de la obra. La planta cambia de cruz griega a cruz latina y viceversa hasta que en 1546 la suerte del edificio queda en manos de Miguel Ángel. Miguel Ángel (1465-1564) fue
escultor, pintor, arquitecto y poeta, no por versatilidad de genio,
sino por convicción de que todas las artes se reducen a una "forma"
ideal. En San Pedro del Vaticano se atiene al
plan trazado por Bramante, pero simplificándole y dándole una mayor delicadeza.
Si Bramante soñaba en una cúpula ancha y redonda, semejante a las bizantinas, para Miguel Ángel el modelo perfecto de
cúpula es
el de la catedral de Florencia. Para colocarla tiene que reforzar los pilares
levantados por Bramante. |
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Las constantes y profundas relaciones con Italia durante la Baja Edad Media hicieron fácil la llegada del renacimiento a España. Favorecen su implantación el envío de materiales labrados en Italia; la presencia de artistas italianos en España y la formación que adquieren en Italia arquitectos españoles. Establecer cortes cronológicos en la historia del arte resulta siempre una operación más o menos convencional. Podríamos encuadrarlo entre 1480 y 1580. En 1480 da comienzo San Juan de los Reyes de Toledo y el Palacio del Infantado; y hacia ese mismo año irrumpen en Castilla, aclimatadas por los pinceles de Pedro Berruguete, las nociones fundamentales del renacimiento cuatrocentista italiano. De no menor significación son los acontecimientos con que se cierra el capítulo: la terminación de El Escorial (hacia 1583) y la venida del Greco a España (hacia 1577), desarrollos cimeros del manierismo. Entre estas fechas España recorre el tramo más brillante de su historia: unión de Castilla y Aragón, Carlos V, incorporación de Portugal y sus colonias a los dominios de Felipe II. La espectacular expansión política y militar de ese tiempo tiene un paralelo espléndido en el campo de la cultura, y concretamente en el de las artes, sobre todo en Castilla y Andalucía; Cataluña, sumida en la decadencia económica, pierde su posición descollante de la época gótica y apenas contará ahora como foco de arte.
La introducción del renacimiento en arquitectura va unida al mecenazgo de la familia Mendoza, que también contribuyó a la difusión del estilo de los Reyes Católicos. Todavía no se habían labrado las maravillosas fachadas de San Pablo y San Gregorio, que ya hemos visto en el gótico, cuando se alza, de manera brusca, en Valladolid también, en 1491, y por obra de Lorenzo Vázquez, el primer ejemplo hispano del nuevo estilo, la fachada del colegio Santa Cruz, fundación del cardenal Mendoza. Se responde en esta obra al trasplante directo de modelos italianos. El plateresco se distingue por su desbordante riqueza decorativa. Dentro de las escuelas del Quattrocento italiano, no se toma como modelo a la toscana, la más avanzada de todas, sino la más afín al talante decorativo, la lombardo-veneciana. No sobresalen en España las tipologías o estructuras, sino la avasalladora ornamentación: grutesco, candelabros, festones, seres fantásticos o bichas, como suele denominarse a las figuras monstruosas, en suma, todo un caprichoso repertorio se emplea con profusión, desbordando el monumento y colocándolo tanto en el interior como en el exterior. Algún elemento, como la columna abalaustrada, adquiere tan temprana y rápida difusión que llega a convertirse en uno de los temas característicos del plateresco. Elemento decorativo que se emplea también con particular insistencia es el medallón con busto o cabeza, especialmente en enjutas, basamentos, entablamentos y entrepaños. Las columnas se suelen cubrir de ornamentación naturalista que trepa como hiedra. En una primera etapa, que abarca hasta la muerte de Fernando el Católico (1516), se mantienen muchas de las constantes hispano-flamencas y mudéjares que caracterizaron el último gótico, mezclándose en estilos híbridos con las primeras manifestaciones, preferentemente ornamentales, italianas. Salamanca constituye el foco más valioso del plateresco, tanto por la abundancia de monumentos como por su alta calidad estructural y de adorno. Resaltan las construcciones por el tono dorado de la piedra, que se deja tallar fácilmente debido a su blandura. Lo plateresco aparece ya en la casa de las Conchas, de construcción gótica. Es una mezcla sin par de goticismo naturalista, mudéjar y renacimiento. Ya plenamente desarrollado aparece el estilo en la fachada de la Universidad, gótica en todo lo demás. La decoración aparece recuadrada y dispuesta en tres pisos, haciéndose la talla más abultada y claroscurista hacia arriba, pues la vista también la ve disminuida. Es una fachada de tipo tapiz escultórico, una fachada estandarte. Los mismos artistas desconocidos, tal vez franceses, trabajan en las Escuelas Menores de la misma ciudad. Juan de Álava (1537) nos ofrece en la iglesia de San Esteban un modelo de templo que fue de uso entre franciscanos y dominicos, ya utilizado en la época de los Reyes Católicos. Se compone de un vasto rectángulo, con una sola nave, muy desahogada; a los lados hay capillas entre contrafuertes, comunicándose entre sí por puertas abiertas entre ellos. El altar mayor se dispone sobre una alta escalinata, el amplísimo coro está a los pies del templo, a modo de gran tribuna, sin estorbar el acceso del público. La fachada constituye otro ejemplar de retablo de piedra. Una vez constituido el plateresco, domina todo el reinado de Carlos V (1516-1556). El gran emperador, que aspiraba a un imperio ecuménico necesitaba también un lenguaje artístico universal para unificarlo. Pero no es fácil comprender lo plateresco si se prescinde del gótico de los Reyes Católicos, ya que el mismo prurito ornamental impulsó a ambos. La sustitución de un estilo por otro se realizó sin trabas, aunque lentamente. Síntoma de esta situación es el hecho sin precedentes de que Diego de Riaño, hacia 1530, presentara a la catedral de Sevilla para ciertas obras que se pensaba realizar tres proyectos en estilo diferente: gótico, plateresco y "purista" o grecorromano. La floración plateresca fue espléndida, con infinidad de escuelas, incontables modelos y tipos de arquitectura. La arquitectura civil tiene tanta importancia como la religiosa. Esto hace poco menos que inútil un intento de ordenación sucinta. Sin embargo, dentro de esta fase protorrenacentista, se producen aportes ocasionales, bien de clasicismo, bien de manierismo. Es el caso de Pedro Machuca (h.1495-1550), que ha estado largos años en Italia, y realiza el palacio de Carlos V (Granada).
Diego de Siloé (1495-1563) es la gran figura del foco burgalés, el más fino ornamentista de grutescos, en los que demostró un gusto y una elegancia aprendidos en Italia. Así lo podemos ver en la Escalera Dorada de la Catedral de Burgos. En 1528 le encomiendan la prosecución de las obras de la catedral de Granada, de la que ya estaban echados los cimientos según los planes de Enrique Egas. Siloé tiene que plegarse a lo construido y esto le exige dar altura gótica al edificio. Sin embargo, cuida no desproporcionar los miembros. La solución que encuentra tiene acierto pleno. Coloca un tipo de soporte, que consiste en un núcleo cuadrado con columnas adosadas en sus frentes, un trozo de entablamento y sobre él un pilar, acaso dejándose inspirar por el soporte alto de la mezquita de Córdoba. Con Rodrigo Gil de Ontañón (h.1500-1577) culmina el plateresco salmantino. Era oriundo de Trasmiera (Cantabria), tierra de grandes arquitectos. Simplifica las líneas arquitectónicas y hace más robusta la ornamentación. En 1539 da los planos del Palacio de Monterrey de Salamanca. La más grandiosa obra de Rodrigo Gil es la Universidad de Alcalá. Se ha llegado ya a la fase purista, de forma que el adorno retrocede y se aplica a una tarea simplemente subrayante de las líneas arquitectónicas. Menos adorno, por tanto, pero más marcado. Los hospitales de esta época han de considerarse más como edificios religiosos que civiles. La asistencia a los enfermos, además de estimarse como la mayor obra de misericordia, comportaba tanto la cura del cuerpo como del alma. Enrique Egas (1455-h.1534) parece ser el autor del Hospital de Santa Cruz (Toledo). Aquí aparece consagrado un tipo de hospital que tendrá larga sucesión en España y América. Consta de cuatro naves para enfermos, dispuestas en forma de cruz griega. En el punto de inserción de las naves se arbitra una especie de capilla abierta, con su linterna. Se alza el altar mayor sobre unos peldaños, con objeto de que los enfermos puedan contemplar al sacerdote desde sus lechos. La cruz griega se inscribe en un cuadrado, así nacen cuatro patios dotados de fuentes monumentales en el centro. Al mismo modelo pertenecen los hospitales de Granada, Sevilla y Santiago de Compostela. En 1561 arde la plaza Mayor de Valladolid, que es reconstruida inmediatamente por Francisco de Salamanca, a instancias de Felipe II. Surge de esta manera la primera gran plaza monumental española, modelo para la de Madrid del XVII y sonoro aldabonazo en la historia del urbanismo español.
Juan Bautista de Toledo, formado en Italia
en contacto
con Miguel Ángel, viene a España llamado por Felipe II para trabajar en los
palacios reales. Planifica el edificio que debería ser
panteón real, palacio y monasterio. Antes de levantar la basílica, hace el
panteón debajo del altar. |
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