PINTURA RENACENTISTA

Diana y Acteón. Tiziano

1.- Características de la pintura

2.- Italia

3.- España

4- Salir

 

Venus ante el espejo. Tiziano

 

 

1.- Características de la pintura

En el XV la pintura retorna en Italia al camino de la evocación de lo antiguo, unido a un dominio de la ciencia de la perspectiva, que hace posible la representación de lo real en las dos dimensiones de una superficie plana.

Se continúa la tradición gótica italiana de la gran pintura mural al fresco, técnica que se cultiva con maestría. El amplio tratamiento del escenario arquitectónico pintado y del paisaje, simplificado generalmente en sus líneas y masas fundamentales, crea un ámbito perfecto para el armonioso desarrollo de la figura humana, desnuda o vestida, en reposo o en los más variados movimientos, observados con atención y reproducidos de modo perfecto.

El retablo desaparece y con él la subordinación del tema a un conjunto; cada cuadro es un mundo en sí, sin conexión con un ámbito exterior. En la pintura de caballete se sigue utilizando especialmente la tabla como soporte y la técnica del temple con los colores disuelto en agua con huevo o cola. Sólo en la segunda mitad del siglo, por influencia flamenca, se introduce el óleo, especialmente en Venecia.

La temática es predominantemente religiosa en los frescos de las iglesias y en las tablas de altares. Se cultivan también ciertos temas mitológicos o profanos. En ciertas ocasiones se pintan grandes composiciones mitológicas o alegóricas, e incluso episodios de la historia contemporánea.

 

 

 

Federico de Montefeltro. Pedro Berruguete

 


2 .- Italia

Siglo XV (Cuatrocento)

Bajo los Médicis, la ciudad de Florencia vive un momento supremo de actividad pictórica.

Fra Angélico (1387-1455) representa el enlace con el gótico. En su pintura todo es espiritual; nada pertenece al mundo terrestre. Buena parte de su vida artística la consagró a decorar el convento de San Marcos, en Florencia, en el que vivió y del que llegó a ser prior. El enorme encargo, que incluía frescos en las celdas de los frailes, numerosos claustros y el retablo para el altar mayor hizo que contara con colaboradores. El museo del Prado guarda una bello retablo italiano con el tema de la Anunciación.

Masaccio (1401-1428) muere al cumplir veintiséis años, pero vive lo suficiente para crear un arte lleno de novedad. Sus obras principales son los frescos de la Capilla Brancacci -Expulsión del paraíso-, en el interior de la iglesia de santa María del Carmen (Florencia). La escena del Tributo fue una soberana lección para los pintores de Florencia, incluido Miguel Ángel, que por espacio de cien años le tendrán por modelo. La ejecución de los frescos se prolongará hasta 1428, trabajos que compagina con otros encargos como el Políptico de Pisa o el fresco de la Trinidad en santa María Novella de Florencia. En él se aprecia el seguimiento de las normas que Brunelleschi había dado para lograr la perspectiva. Es una de las primeras obras de acuerdo con estas ideas.

La herencia de Masaccio es superada por Piero della Francesca (1420-1492), el gran enamorado de la luz. En 1442 inicia sus originales creaciones con el Políptico de la Misericordia y el Bautismo de Cristo. En sus obras aportará una iluminación especial, resaltando la volumetría de las figuras, insertadas correctamente en el espacio. En 1452 recibe el encargo de la decoración de la capilla del coro de la iglesia de San Francisco en Arezzo, donde pintará la Leyenda de la Vera Cruz, su obra maestra, realizada entre 1452 y 1466. Es un intento de contribuir con sus pinceles a la unión de las Iglesias de Oriente y Occidente, como quería el concilio de Ferrara. Ya son claras las características de su pintura: modelar al hombre, a los objetos y al paisaje mediante la fusión de luz y color; reducir la naturaleza a figuras geométricas; y usar la perspectiva con rigor matemático. En la década de los años 60 inicia una intensa relación con los duques de Urbino, Federico de Montefeltro y su esposa Battista Sforza, para quien realizará numerosas obras, como la Pala Brera, la Virgen de Senigallia o la Flagelación de Cristo, las tres obras más importantes del maestro en su madurez. Piero aportará un nuevo lenguaje presidido por la arquitectura. La influencia de la pintura flamenca, cuya técnica de veladuras al óleo copiará en su Virgen de Senigallia, se pone de manifiesto en esta época, donde las figuras continúan con su frialdad expresiva.

Sandro Botticelli (1444-1510) abre las puertas del bajo Renacimiento. Debe su gloria no al fresco, sino a los cuadros de caballete sobre tabla al temple. Pintor de una sensibilidad exquisita, no le preocuparon las conquistas técnicas, dejándose arrastrar por la inspiración. Dibujante de líneas ondulantes, deliciosas, su arte es puro arabesco. Las obras realizadas en los últimos años de la década de 1470 -especialmente retratos como el de Giuliano de Médici de 1478-, aumentaron su prestigio. Por eso, en 1481, el Papa Sixto IV le llamó para pintar, junto a otros artistas importantes del momento,  unos frescos en las paredes de la de la Capilla Sixtina. El programa iconográfico debería presentar la supremacía del papado. Había que pintar las dos paredes largas del rectángulo de la capilla, una frente a otra, comparando las vidas de Moisés y Cristo. De vuelta en Florencia Botticelli realizará sus obras más importantes con las que verá aumentar su fama. Siente afición por las fábulas paganas. En el Nacimiento de la Primavera, pintado entre 1480 y 1482, retoma el tema clásico de las Tres Gracias, pero formando aquí un grupo de danza, eurrítmico, de bellísimas curvas, de sutiles transparencias, todo colocado en un bosque salpicado de tiernas florecillas. Hay un ritmo continuo de danza, muy típico por la forma de colocar los pies, sobre todo en las Tres Gracias. Los amores y Venus y Marte, cuadro pintado en 1483, es un canto al amor. Fue una pintura fue encargada posiblemente con ocasión de una boda de la familia Vespucci y formaría parte de un "espaldar" para adornar el dormitorio de los novios. Y si en el Nacimiento de la Primavera se barrunta el desnudo, lo vemos ya realizado en otra de sus creaciones importantes: El nacimiento de Venus, bello poema pintado hacia 1485 dedicado al cuerpo femenino, obra que es ritmo, melodía, poesía. La delicadeza de su dibujo y de los colores comunica una gracia refinada, proporcionando gran placer a los ojos y la inteligencia. El dibujo es la base de su obra y en esta época se considera lo más apropiado para cultivar la inteligencia. En el Museo del Prado se guardan tres tablas pintadas en 1483 (en total eran cuatro tablas; la cuarta se encuentra en una propiedad privada) que nos narran la historia de Nastagio degli Onesti, extraída del Decamerón de Boccaccio.
Es uno de los más inspirados pintores de la Virgen, como se ve en los tondos que realiza en estos años: la Madonna del Magnificat o la de la Granada.
A partir de 1490, Florencia se encuentra en tensión debido a las predicaciones de Savonarola contra las profanaciones y la corrupción del renacimiento, tratando de volver a la espiritualidad medieval. La hipersensibilidad de Botticelli no logra huir de esta sugestión, que por otra parte, alcanzó a otros artistas. Ciertos motivos familiares contribuyen asimismo a una crisis sicológica del artista. Se pierde la alegría y la tranquilidad, y su expresión se torna melancólica. Esto, que se ve reflejado en todas sus obras, es la expresión de la melancolía que invade la vida florentina, cuando a finales del XV, se tiene conciencia de la inferioridad política y militar frente a los nuevos estados nacionales que se están configurando. En 1495 pinta la espléndida Alegoría de la Calumnia. Contrasta en esta obra la serena belleza de los riquísimos pórticos ornados de estatuas y bajorrelieves, con el dramático significado de la alegoría.
Savonarola será ahorcado y quemado en la hoguera acusado de herejía y el fallecimiento del clérigo afectará mucho al ánimo del pintor, aumentando el ascetismo en sus trabajos como observamos en el Llanto sobre Cristo muerto o en la Natividad de 1500, la única obra firmada y fechada que se conserva.

La escuela de Padua tiene en Andrea Mantegna (1431-1506) su genial conductor. Ya en estos primeros momentos se aprecia la influencia en sus figuras del escultor Donatello, dando la impresión de ser estatuas de bronce o piedra por lo que a esta primera época se la conoce como el "estilo pétreo". También se interesa por la perspectiva. Va a Veneciadonde se relaciona con los Bellini; se casa con una hija de Jacopo y hermana de Giovanni. Al volver a Padua realiza una de sus mejores obras: el políptico de san Zenón. El afán por lo escultórico se pone de manifiesto en el san Sebastián de Viena, pintado también en estos años, donde se interesa por los fondos arquitectónicos inspirados en el mundo clásico.

Con 29 años Andrea se instala en Mantua y permanece como pintor de corte de la familia Gonzaga hasta su muerte, realizando allí sus obras más importantes. Los frescos que realiza en el Palacio Ducal de Mantua recubren completamente una espaciosa sala, conocida como la "camara picta" o Cámara de los Esposos.

Un ansia de monumentalidad le lleva a emplear severas arquitecturas clásicas, para que las figuras tengan el marco dimensional que precisan (Dormición de la Virgen). Dibujante maravilloso, su pintura se distingue por la energía escultórica con que construye las figuras, de suerte que las superficies parecen cinceladas más que pintadas. Acude a un procedimiento de perspectiva que pronto hará fortuna en la escuela de Venecia: el punto de vista bajo, lo que ocasiona la proyección de las figuras sobre las bóvedas y el cielo. Crea maravillosos escorzos. El color es generalmente seco, desamparado; pero es colorista cuando vemos el cielo. Su voluntad de escorzo culmina en el Cristo muerto: un buen dibujo es el más sólido fundamento de los valores táctiles. Casi no se requiere color para comprender este cuadro.

La escuela veneciana abre nuevos horizontes. La sensibilidad es muy diferente a la florentina. Lo anecdótico tiene amplio desarrollo en esta pintura. Luz y color son desde el principio características pictóricas de la escuela. La dinastía de los Bellini asegura el triunfo de la escuela veneciana.

Gentile Bellini (1429-1507) es el cronista de la vida veneciana, con grandes escenarios arquitectónicos, típicamente venecianos, por donde desfilan o miran lo que sucede en las calles innumerables personajes. Es el primero en pintar al óleo sobre tela. Es comisionado por la Escuela de san Juan evangelista de Venecia para intervenir, junto con otros pintores, en la realización del ciclo sobre Los milagros de la reliquia de la Cruz, que había llegado a la escuela en 1369. Realiza estos dos grandes óleos: El milagro de la Cruz en el puente san Lorenzo y Procesión en la plaza de san Marcos, en los que nos presenta bellos aspectos multicolores de los edificios y personajes de la ciudad de los canales.

Giovanni Bellini (1429-1516) es el pintor de las Vírgenes graves, bellísimas de color, que nos presenta como asomadas a una ventana o entronizadas (Virgen de san Zacarías). Es también un buen retratista, tal vez su faceta más conocida. Con el transcurso de los años, la pintura de Giovanni se hace más íntima y moderada, pero mantiene idénticas riqueza expresiva y gestualidad de los personajes. Bellini insiste en el poder de la luz. (Alegoría del cristiano). Un bello ejemplo del dramatismo se encuentra en la Piedad que realiza hacia 1508, donde la iluminación empleada tiene un papel fundamental. En sus últimos años Giovanni Bellini realizó uno de sus trabajos más delicados y atractivos -Muchacha peinándose-, tal vez una alegoría, una escena mitológica o un retrato. Imágenes de este tipo influirán en Tiziano.

Siglo XVI (Cinquecento)

Florencia sigue siendo en el XVI la capital del arte, pero sus máximas figuras se trasladan a Roma o viajan a otras ciudades. La corte pontificia constituye el mecenazgo de una época nueva. Resueltos los problemas técnicos, la pintura italiana busca fundamentalmente el contenido. Se rinde culto a la belleza. Se propugna el interés en unas pocas figuras monumentales, desapareciendo el detalle, lo anecdótico. El arte de componer consiste en la ordenación de unas pocas masas dentro de esquemas geométricos sencillos. Se busca el cuerpo humano, el desnudo, como en el clasicismo griego. Es la gran época del desnudo femenino.

Leonardo da Vinci (1452-1519) compone con Miguel Ángel y Rafael la gran tríada del cinquecento. Por su pasión por las más diversas formas del saber es el gran arquetipo de los hombres renacentistas. Sus manuscritos y dibujos nos hablan de su cultura clásica y de su afán de experimentar. Sus contadas obras de arte muestran a un hombre excepcional igualmente dotado para la creación estética que para la ciencia. En cuanto a la luz, reemplaza la rigurosa línea de los cuatrocentistas florentinos por el suave tránsito de la superficie iluminada a la superficie en sombra (claroscuro: lenta fusión del blanco y del negro). Esto se aprecia bien en el boceto de san Jerónimo.

La Anunciación es de su época de formación. Nos muestra un perfecto dibujo, el logro de una perspectiva clara, la composición triangular de la Virgen. En la Virgen de las Rocas se muestra como gran maestro de la composición y de las luces. Las figuras se componen en un esquema triangular sobre un fondo neblinoso y romántico de las rocas. La luz es elemento capital, penetra por las hendiduras del fondo, resalta suavemente los rostros. Somete al dibujo a un efecto de difuminado por medio de contrastes suaves de sombras y luces, que prestan volumen y aire enigmático a las figuras al mismo tiempo. En los rostros la suave sonrisa introduce la misma impresión poco precisa, susceptible de interpretaciones diversas. El interés por la composición lo observamos también claramente en la escena triangular de Santa Ana con la Virgen y el Niño, donde sigue apareciendo la peculiar sonrisa leonardesca.
Pero donde se manifiesta más claramente su arte de componer es en la cena de la capilla de Santa María de las Gracias de Milán, gran fresco reducido a ruinas por el escaso cuidado en conservarlo y por las sustancias químicas que el artista introdujo en sus pigmentos. Logra una fusión plena de figuras y ambiente. Se compone con arreglo a una rigurosa perspectiva geométrica, continuando la arquitectura del refectorio en la fingida arquitectura de la pintura. El momento elegido no es el tradicional de la institución de la Eucaristía, sino aquel en que Jesús anuncia que uno de los presentes le traicionará.

En 1506 pinta la Gioconda, supuesto retrato de Mona Lisa. Ríos de tinta se han escrito de ella. Lo mejor que se puede decir es que es indefinible. Animada de la típica expresión leonardesca, relativamente erguida, al gusto cuatrocentista, está dotada de una dignidad propia del nuevo siglo, y tanto la posición de sus brazos como la colocación del cuerpo y el estar representada de media figura, son novedades en el arte del retrato. En febrero del 2012 ha aparecido en el Museo del Prado una copia muy bien trabajada.

Rafael de Sanzio (1483-1520) nos ha legado una copiosa producción. Fiel a lo real, su pintura apunta a una finalidad idealizadora. Es dibujante irreprochable y colorista de pigmentos claros y sonoros. Sus formas llenas y macizas describen bellísimas curvas;M sus figuras son elegantes y los paisajes idílicos. 

De sus primeros años de trabajo tenemos Los desposorios de la Virgen, donde nos ofrece una vasta perspectiva de amplios horizontes que recuerda a su maestro Perugino, en cuyo taller se forma. De este mismo período florentino es la época de las Madonnas, de coloración suave y transparente. La Virgen se sitúa ante un fondo oscuro, o delante un paisaje en el que aparecen otros personajes, como como san José, el Niño o san Juan, en composición piramidal (Virgen del jilguero u otras). Estas pinturas de Vírgenes son uno de sus más legítimos títulos de gloria. Se funden en un equilibrio perfecto el sentido pagano renacentista de la belleza humana y la devoción cristiana. Las tensiones anatómicas, el esfuerzo físico, que preludia claramente el manierismo y que debe atribuirse a la influencia de Miguel Ángel se aprecia aprecia en el Entierro de la colección Borghese.

Cuando tiene 25 años va a Roma. Sus Vírgenes crecen en robustez, componiendo monumentales cuadros de altar, como la Madonna de San Sixto, de simplicidad de composición y grandiosidad típicamente cinquecentista. Entre sus retratos conviene recordar el del Cardenal, individualizado, fundiéndose más la figura con la atmósfera y perdiéndose la línea del contorno, o el del papa León X, un juego del color rojo.

En Roma se convierte en espléndido decorador al fresco. En 1508 Bramante llama a Rafael para pintar cuatro salas del Vaticano por orden del papa Julio II; al morir este, León X, su secesor, siguió con la labor. Aquí  pinta uno de los conjuntos más bellos de la pintura renacentista. En ellas el arte de componer alcanza plena madurez, haciendo gala de una fantasía rara vez igualada. Cada vez es más sensible la influencia del dinamismo y de la grandiosidad miguelangelesca. Los frescos de la Disputa del Sacramento y La Escuela de Atenas son, tal vez, los más conocidos.

Fuera del Vaticano decoró con pinturas mitológicas la residencia romana del banquero Agustín Chigi, llamada villa Farnesina. El tema central es el Triunfo de Galatea, donde retrató el pintor a su amante, Margarita Luti, "la Fornarina".

La Transfiguración es el último cuadro realizado por Rafael y puede considerarse como el testamento espiritual del artista. La obra, según la biografía escrita por el célebre artista y biógrafo del siglo XVI Giorgio Vasari, es "la más celebrada, la más bella y la más divina".

Miguel Ángel (1475-1564) es sobre todo un escultor y en consecuencia conserva la energía del dibujo y el deseo de movimiento y fuerza que inspira a su obra plástica. Aporta un nuevo colorido al usar colores contrastantes que más tarde utilizarán los manieristas. Pinta volúmenes netos, bien definidos, con escorzos violentos, elimina el paisaje. Levanta montañas de músculos, sin supeditarse a la realidad, creando un gigantismo sobrehumano, inspirado en el Laoconte.

La primera obra conocida es la Sagrada Familia, un tondo admirable, pintado al temple. La belleza varonil está claramente expresada con formas nobles. Los desnudos del fondo vuelven a repetirse en el cartón de La batalla de Cáscina, que debía servir para decorar al fresco una de las paredes del Palacio Público de Florencia.

Entre 1508 y 1512, sin apenas haber practicado la pintura y sin dominar bien la técnica del fresco, realiza, por encargo del papa Julio II el techo de la Capilla Sixtina del Vaticano. Para organizar el espacio finge una arquitectura (cuadratura) de arcos, pilastras y medallones. El tema es el Dios del Antiguo Testamento, que crea el mundo y castiga al hombre por renegar del Señor; lo expresa a través de determinadas escenas del Génesis.

En la parte central de la bóveda se hallan representadas nueve de estas historias divididas en grupos de tres:

* las que se refieren al origen del universo (creación de la luz, creación del sol, tierra y plantas, separación de las aguas de la tierra).

*las referentes el hombre (creación de Adán, creación de Eva, escena del pecado y expulsión del paraíso)

* las que se refieren al mal y sus consecuencia (sacrificio de Noé, el diluvio universal, la borrachera de Noé). Estos tres frescos muestran la caída de la humanidad y su renacer con Noé, elegido por Dios como único hombre destinado a salvarse para repoblar la tierra, tras la decisión del Creador de destruir todo ser viviente a causa de la maldad humana.

En la escena de la Creación de Adán infunde a la forma de éste la reacción mixta de un cuerpo que despierta con desgana al acto de separar su espíritu de su Creador. Adán no parece gozoso por su nacimiento a una existencia terrenal; la lánguida actitud del brazo y del torso revelan un melancólico estado, y el rostro tiene una inefable expresión de anhelo.

Separando las escenas del Génesis pinta unos jóvenes desnudos (ignudi ), profetas y sibilas, sentados en las más forzadas posiciones, pero ocupan el espacio con energía.

En las ocho enjutas del techo coloca a los que se han interpretado como los  antepasados de Cristo.

En las cuatro pechinas pinta cuatro temas de la salvación milagrosa del pueblo de Israel. En los lunetos sitúa una serie de reyes del Israel, los incluidos en la genealogía de Cristo.

En 1533 recibe el encargo de pintar al fresco el testero de la Capilla Sixtina. Hace el tema del Juicio Final. Las casi cuatrocientas figuras se distribuyen así: más de media pared, arriba, está ocupada por el mundo celeste, con Cristo Juez en el centro junto a la Virgen, y a los lados, santos, patriarcas, apóstoles, que forman una primera corona. Más allá otra con los mártires, santos, vírgenes y otros bienaventurados. A los pies de Cristo dos mártires en posiciones dominantes, San Lorenzo y san Bartolomé. Arriba, en los dos lunetos, ángeles con los símbolos de la pasión. La faja inferior presenta a los que, ya juzgados, suben al cielo, hacia la izquierda, o son arrastrados al infierno, hacia la derecha. El centro está ocupado por los ángeles trompeteros que despiertan a los muertos de sus tumbas. En la zona inferior a la izquierda, la resurrección de los muertos; a la derecha, el traslado de los condenados en la barca de Caronte ante el juez infernal, Minos. En el centro está la caverna, no universalmente reconocida como la puerta del infierno. Aquí irrumpe de manera incontenible la terribilitá del maestro. Cristo levanta el brazo para descargar implacable el peso de la justicia. Su figura tiene más aspecto de Júpiter vengador que de Dios misericordioso. La misma Virgen parece acobardada ante su ira. Los mártires blanden sus instrumentos de martirio como pidiendo justicia y clemencia. La pintura inspira respeto y temor, y está pensada, no para consolar a quien la vea con la promesa de la justicia y misericordia postreras, sino para que se pare a meditar acerca de la suficiencia y profundidad de su fe.

En 1565, el papa Pio IV encargó a Daniele da Volterra que tapara los desnudos de los personajes, tal como se sugería desde el Concilio de Trento. Entre 1980 y 1994 se ha llevado a cabo la labor de restauración de las pinturas de la capilla.

Escuela veneciana

La influencia de Venecia en el arte de la pintura es capital. En el XV se habían puesto las bases de una escuela caracterizada por el culto al color, prevaleciendo sobre el dibujo. Ahora, un grupo de pintores va a descubrir nuevas posibilidades para la pintura que se explotarán en el barroco.

Tiziano (1477-1576) apenas abandonó su Venecia natal. Grande es su aportación al tema mitológico. En Amor sagrado y profano nos muestra los dos conceptos de la figura de Venus (aunque nos parezca contradictorio): la desnuda encarna la belleza universal y eterna (en sentido de Platón) y la vestida nos acerca al ideal humano de la belleza y placeres terrenales.

Obra de su juventud es La Bacanal, donde convierte un tema mitológico en un cuadro social. Siguiendo el modelo de Giorgione pinta la Venus de los Uffizi, un desnudo precioso. Se da forma con el color mismo, de ahí la morbidez de los cuerpos y la granulación vibrante de los pigmentos. Algo semejante se puede decir de Dánae recibiendo la lluvia de oro.

En sus obras religiosas se distingue por un sentimiento religioso profundo. Hace cuadros de enorme monumentalidad, como La presentación de la Virgen en el templo, donde acentúa este efecto con potentes arquitecturas, sirviéndose de la perspectiva de punto de vista bajo o perspectiva de rana, tan veneciana. Un clasicismo colosal se observa en la Asunción de la Virgen, para el altar mayor de la iglesia de santa María Gloriosa dei Frari, en Venenci.

En el campo del retrato se muestra lleno de responsabilidad. Presenta una galería muy diversa de tipos, sentimientos e indumentaria. Acaso sea una dama veneciana, pero muy embellecida e idealizada, el retrato de Flora. A Carlos V le retrata varias veces. Cuando lo hace ecuestre, en la batalla de Mülberg, en la que los protestantes fueron derrotados a orillas del Elba, nos ofrece una obra de sinceridad, que no precisa reconocer el modelo de Marco Aurelio. Vuelve a pintar al emperador de pie y de cuerpo entero. Tiziano es quien impone este tipo de retrato, acompañado de un gran mastín. Después lo pintará sentado. Los años transcurridos entre uno y otro retrato no son muchos, pero el monarca aparece en el segundo avejentado, cargado de preocupaciones. También realiza otros retratos: Isabel de Valois, Felipe II, etc. En el retrato de Paulo III y sus sobrinos, dominado por el rojo, se revelan los sentimientos de los tres personajes: el afán de poder del Pontífice, el servilismo de Octavio y la contención de Alejandro.

Ya nonagenario pinta Tiziano su Autorretrato, obra de extraordinaria calidad. En esta obra final vemos como su pintura ha cambiado. La paleta evoluciona hacia una factura cada vez más pastosa, más gruesa, en la que la mancha parece deshacer la forma. El color ha perdido empuje, y es la luz la que va a formar el cuadro. Esto lo vemos claramente en obras religiosas de este momento, como La Piedad de Venecia o  la Coronación de Espinas de Munich.

Tintoretto (1518-1594) (Jacopo Robusti, apodado Tintoretto por el oficio de tintorero de su padre). Desaparece en la pintura renacentista veneciana el reposo que distingue al Tiziano y al mismo Veronés. No obstante ser un excelente colorista, siente admiración por Miguel Ángel, por lo colosal, el movimiento, las perspectivas. Su movimiento es raudo. Dibuja maravillosos escorzos y es el gran perspectivista de la escuela. Estudia ávidamente el problema de la luz y la sombra. La profundidad obtenida mediante la alternancia de zonas de diferente intensidad lumínica anticipa algunos valores del barroco. (Escenas de la vida de san Marcos o de Susana en el baño).
El Lavatorio, del Museo del Prado, además de revelarnos el gusto por el movimiento de la composición, constituye un jalón en la conquista de la perspectiva aérea que realizará Velázquez. El efecto de dilatación espacial se acentúa por la disposición en abanico de zonas iluminadas y zonas en penumbra.
Tema curioso que trata en el campo mitológico son los amores de Venus con Marte. Interesante anticipo de la Fragua de Vulcano de Velázquez.

Paolo Veronés (1528-1588) es el cantor de las glorias de Venecia. Cuando pinta cuadros religiosos no hace sino representar teatralmente episodios antiguos con personajes de la época, bajo una arquitectura de caracteres palladianos, de escenarios grandiosos, de amplias columnatas y blancas fachadas de mármol, permitiendo la entrada de lo anecdótico. Estas escenas secundarias entretienen y alegran, pero no contribuyen a concentrarse en el tema principal. Suelen contener sus cuadros numerosos personajes que en actitudes elegantes visten lujosas vestiduras. Falta a su pintura religiosa religiosidad, sentimiento, emoción. Obras muy representativas de su estilo son Las Bodas de Caná y Jesús comiendo en casa de Leví. Difícilmente se encuentra en ellos algo religioso; son orgías, donde el vino, los manjares y la música embriagan a los ricos comensales. 

 

 

 

Filippo Lippi. Virgen con el Niño

 

 

 

Autorretrato de Botticelli en la Adoración de los Magos

 

 

 

 

Cúpula pintada por Andrea Mantegna

 

 

Piedad de Bellini

 

 

 

 

 

 

 

Autorretrato de Leonardo da Vinci

 

 

 

San Jerónimo. Leonardo da Vinci

 

Autorretrato de Rafael

 

El Cardenal. Rafael

Virgen de la silla. Rafael

 

Miguel Ángel

 

Miguel Ángel.Tondo Doni

 

 

Miguel Ángel. Martirio de San Pedro

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Autorretrato de Tiziano

 

 

 

 

 

 

Amor profano y sacro. Detalle. Tiziano

 

 

 

 

 


3.- España

 La época de Carlos I y de Felipe II resulta decepcionante y a la vez paradójica dentro de la historia de la pintura española. Se da el apogeo de la potencia y prestigio españoles en el mundo; la escultura policromada en madera constituye un logro excepcional, a la vez popular y docto con Berruguete y Juan de Juni, al servicio de un ardor religioso. Pero para la pintura es un período de transformación laborioso.

Los dos últimos tercios del XVI forman un intervalo gris entre las dos grandes floraciones del prerrenacimiento y el Siglo de Oro. Tras un afortunado inicio en el XVI, al ahogo se deja sentir a partir de 1525, y aunque el reinado de Felipe II sea más rico en obras y promesas, no va a surgir más que un solo pintor de primer orden: El Greco, y ya con formas claramente manieristas. Pero es extranjero y permanece ignorado por el rey. Por eso la introducción del Renacimiento en pintura es lenta, pues además estaba muy arraigada la tendencia flamenca y al arte gótico en general.


El renacimiento en España tiene entre otras estas características:


* se impone gracias a las pinturas que llegan de Italia, los grabados, o los pintores flamencos que habían adoptado el Renacimiento; también por los pintores españoles que viajan a Italia, colaborando con diferentes maestros italianos. De Italia apenas vinieron pintores, y desde luego no buenos;
* predomina el sentimiento acendradamente católico;
* nuestra pintura tiene por objeto fundamental el mover a devoción;
* la preocupación por las bellas formas siempre ocupa un segundo plano;
* así se entiende la escasa importancia de la mitología (la desgracia es que la pintura religiosa nada gana con este sacrificio);
* la técnica que se emplea principalmente es el óleo sobre tabla (en el último tercio del XVI hubo necesidad de acudir al lienzo);
* el fresco apenas se desarrolla.

Primera mitad del XVI

     Valencia

Las relaciones directas con Italia determinan en esta región la creación de un foco leonardesco de notoria importancia. Yáñez de Almedina (activo 1505-1536)asimila bien el estilo de Leonardo; consigue el claroscuro aterciopelado. En Santa Catalina es patente la forma difuminada y sonriente del rostro. El rico colorido de la Santa nos indica el influjo veneciano que también sufre. Su dibujo acusa una firmeza admirable y las figuras destacan por su monumentalidad.

Al comenzar el segundo tercio, Vicente Juan Masip, más conocido como Juan de Juanes (1523-1579) refleja, junto a la influencia de Rafael la de los manieristas. Crea unos modelos iconográficos que alcanzan gran nombradía. La Cena es una de sus composiciones más famosas. Sigue de cerca a la de Leonardo, pero escoge el momento de la consagración del pan. Se percibe la dulzura de las formas y el abuso de medias tintas que caracterizan el estilo de Juanes. Relacionado con este tema está la del Cristo Eucarístico. Crea así tipos de los más afortunados para la devoción popular. Su bizantinismo (incluso con fondo dorado) acentúa el carácter de imagen "de devoción", que ha alentado tantas reproducciones posteriores. Las tablas de la historia de San Esteban, que actualmente están en el Museo del Prado proceden del retablo de la iglesia que el santo tenía dedicada en Valencia.

     Andalucía

Sevilla se convierte en gran mercado de pinturas desde el que proporciona imágenes piadosas a las Indias Occidentales; es la etapa obligada de los pintores que prueban fortuna al otro lado del Océano.

Alejo Fernández (+1545) es de origen probablemente alemán. Obra hermosa y elegante es la Virgen de los Navegantes, que prolonga la iconografía medieval. Viene a ser una Virgen de la Misericordia, que custodia bajo su manto a los marinos, bien retratados. El vestido de brocado es indicio de supervivencia goticista. La "marina" de la parte inferior hay que estimarla en razón a la rareza del tema en España. Es el momento en que los Reyes Católicos fundan la Casa de Contratación (1503) y aseguran a los sevillanos el monopolio de las flotas de Indias. Nada simboliza mejor el desarrollo, la ampliación prodigiosa del mundo hispánico que este cuadro en este período de la historia.

Una fase ya más avanzada y arraigada en el manierismo significa la obra de Pedro de Campaña, (1503-1580) pintor flamenco de nación, que difunde el rafaelismo en Sevilla. Hay en él un vértigo dramático, un afán de movimiento, una tendencia a los contrastes de luz y una capacidad para la orquestación de vastos conjuntos. Son interesantes los Descendimientos, como el que tiene en la catedral de Sevilla. De Rafael aprende a organizar esos vastos conjuntos, engarzando sabiamente las figuras. Esta pintura muestra una correspondencia de elementos y un acentuado eje de simetría. Novedad es la bifocalidad de tensiones: Cristo y la Virgen. Un incisivo claroscuro, precoz para la época, permite avivar el dramatismo.

     Castilla

Juan de Borgoña (c.1470-1534)trabaja fundamentalmente en Toledo. Es posible que se formara en Italia. Figura entre los grandes fresquistas hispanos. Su obra más considerable son las pinturas murales de la Sala Capitular de la Catedral de Toledo. Contiene escenas de la vida de la Virgen y de Cristo, con paisajes de dilatada perspectiva o dentro de arquitecturas góticas o renacientes. La elegancia de los paños, el sabio conocimiento de la sombra y del ambiente espacial nos revelan a un gran pintor, un tanto rezagado, pues son caracteres de la pintura cuatrocentista. A usanza italiana llena de bellos desnudos la parte correspondiente al Infierno en la escena del Juicio Final. Pinta los retratos de prelados toledanos. Pero si esta pintura seduce a los toledanos, no provoca ningún trastorno y sus sucesores, honrados artesanos, siguen impregnados de la tradición gótica que se mantendrá hasta mediados del XVI.
 

Segunda mitad del XVI


En este momento la pintura manierista corre a cargo de Luis de Morales (1520-1586) o El Greco. Llama la atención que Felipe II desdeñara, sin embargo, a estos pintores, los más espiritualistas de la época (los estudiamos en el manierismo).
 

Pintores de la Corte


Dentro de este grupo hay dos sectores: los que trabajan en la decoración de El Escorial, entre los que predominan los de nacionalidad italiana, de tendencia manierista, y los retratistas de la Corte. Felipe II tuvo la idea de proyectar una noble decoración pictórica para El Escorial. Sin embargo, le fallaron los mejores pintores del momento, cuyo concurso solicitó, y él mismo no acertó a comprender el mérito de los que tenía a su alcance.

Juan Fernández Navarrete, el Mudo
(1526-1579) obtuvo el beneplácito del rey. Trae a España la influencia veneciana, captada directamente de Tiziano. Su pintura resplandece con tonos brillantes, propios de la escuela de Venecia (Bautismo de Cristo), pero también hay en su pintura detalles de naturalismo y de tenebrismo, que son tanto más de estimar por cuanto aún no ha iniciado Caravaggio su obra. Sus cuadros más famosos, El Entierro de San Lorenzo, El martirio de Santiago, se guardan en El Escorial. En el Entierro de San Lorenzo se condensa un fuerte giro de la pintura en el último tercio del XVI. Trata la escena del martirio con la dignidad, la sobriedad, la crueldad tranquila de los primitivos castellanos, pero con un estilo más amplio: el gesto de agonía de Santiago degollado enlaza con obras de Gallego. El empleo de la luz de sótano, de procedencia alta, el violento corte de las figuras en los lados, y el desenfadado realismo de los tipos, se ofrecen como valiente anticipo de la pintura de Caravaggio. Fue una lástima la muerte de este pintor, que dejaba la decoración escurialense a medio hacer. Lástima también que su pintura no influyera más en sus contemporáneos, dejando sin consecuencias esta valiente reacción de la pintura nacional. El Escorial había sido el dominio del pintor castellano: "Si hubiese vivido, no hubiésemos visto tantos italianos", escribe el historiador del convento Fray José de Sigüenza.

El retrato cortesano

Un aspecto interesante de este período es el retrato cortesano. Frente a la enfática y vanidosa pintura decorativa, el retrato significa un generoso tributo a la noble realidad.

Alonso Sánchez Coello (+1588) recibe en los Países Bajos lecciones de Antonio Moro. Puede ver en España las colecciones reales, sobre todo la pintura de Tiziano. Sabe aliar en sus obras la precisión y fineza del detalle con un respetuoso distanciamiento que le permite una captación veraz de la sicología del modelo. Atiende más al individuo que a la ropa que viste. El elegante retrato del Príncipe Don Carlos nos hace simpático al desdichado hijo de Felipe II. Bien porque no se hubiesen manifestado lo suficiente en el príncipe, o por falta de sinceridad en el pintor, no se advierte rasgo alguno de desequilibrio mental ni de esa mirada llena de descontento, languidez y suspicacia de que nos hablan los contemporáneos. A Isabel Clara Eugenia, la hija preferida de Felipe II, nos la presenta como una muchachita fina, elegante, con rico ropaje cuajado de pormenores, descansando la mano en un sillón.

Juan Pantoja de la Cruz (1553-1608) continúa la labor de Sánchez Coello en los retratos de la corte. Sus personajes están colocados junto a una mesa o un sillón, limitando el cuadro un trozo de cortina, tipo de retrato muy suyo, y que Velázquez utilizó en sus primeras épocas.
 

 

 

 

 

 

Juan de Borgoña. Anunciación

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La visitación de la Virgen a Isabel. Juan de Juanes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Presentación en el templo. Pedro de Campaña

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dama del armiño. Alonso Sánchez Coello